Internet

El Gran Google nos vigila

En 1996 dos estudiantes de la Universidad de Stanford, Larry Page y Sergey Brin, montaron un equipo para estudiar los enlaces en la red y elaborar un sistema preciso de búsqueda en Internet. Un año después el sistema ya estaba al servicio de estudiantes y profesores de la Universidad; en el 98 fue considerado por la revista PC Magazine como uno de los cien mejores motores de búsqueda. Once años después, y en plena crisis económica, acaba el segundo trimestre del año con un 19% más de beneficios que el año anterior – 1480 millones de dólares -. Hoy Google se prepara para cerrar acuerdos con las asociaciones de autores y editores europeas, como lo ha hecho con las norteamericanas, para digitalizar millones de obras, convirtiéndose así­ en el principal intermediario y poseedor de cultura del planeta. Los responsables de la multinacional hablan de la nueva Biblioteca de Alejandrí­a, mientras asociaciones de escritores denuncian su voluntad monopolista y grupos de defensa de las libertades señalan sus relaciones con el Pentágono… ¿qué es Google?, ¿cuáles son los intereses que mueven este ambicioso proyecto?… ¿la propiedad intelectual?, ¿o el control de los que la usan y disfrutan?

Ya son más de diez millones las obras que Google ha digitalizado y que se ueden encontrar en el portal de la multinacional en la red. Veinte bibliotecas de todo el mundo, entre las que están la Complutense de Madrid y la biblioteca de Cataluña, han firmado acuerdos para prestar sus volúmenes para tan titánico proyecto. La polémica no ha venido impulsada por obras como El Quijote, que son clásicos de la literatura universal y que no están sometidas a derechos de autor, sino por las que sí lo están. El primer pase fue capeado por la compañía con una factura de 90 millones de euros para la asociación de editores y autores norteamericanos. Pero el “incendio” parece haberse avivado por varios frentes y con múltiples focos. La cuestión está en saber por donde sopla el viento y, por lo tanto, cuál es la dirección que verdaderamente van a tomar las llamas, no sea que los equipos de rescate y de bomberos se queden con un palmo de narices mirando como el fuego lo devora todo al otro lado de la montaña. El reparto del pastel En el 2002 un grupo de trabajadores de Google comenzó a trabajar en este proyecto manteniéndolo en secreto. El equipo visitó bibliotecas con proyectos similares en el mundo, como el American Memory de la biblioteca del Congreso de EE UU, el Gutenberg, el Million Book y el Universal Library. Cuatro años después, la empresa anunció formalmente su proyecto en la Feria de Libro de Francfort. Ese mismo año alcanzó un acuerdo con 15 bibliotecas y editoriales y en diciembre se anunció el proyecto para digitalizar los contenidos de fondos bibliográficos asociados con las universidades de Harvard y Michigan, así como las bibliotecas públicas de Nueva York, Oxford y Stanford… en lo que va de año la última en expresar su interés en sumarse al proyecto ha sido la Biblioteca de Florencia. Falta que el Ministerio de Cultura italiano de el pistoletazo de salida al escaneado de 300.000 obras que van desde el año 400 al 1870. Google alega que quien se beneficia es el autor por la promoción que recibe del más potente portal del planeta, y, sin embargo, los primeros que han apuntado con la manguera parece que solo quieren negociar o renegociar las condiciones. En definitiva, la parte del pastel que recibirán, como es el caso del gobierno alemán. No contemplamos aquí las denuncias respaldadas por Yahoo, Microsoft y Amazon – a través de la “Initiative for a Competitive Online Marketplace” y la “Open Book Alliance” -, pues sus razones son más que evidentes. En España, aunque las entidades se mantienen pendientes de las negociaciones desde Bruselas, más de 600 editores han autorizado a CEDRO, entidad española de gestión de derechos de reproducción, a negociar en su nombre con Google. Suponen un 80% del mercado. Una extensión indefinida hacia arriba Cuando Thomas Lee y Tinie Causby, granjeros de Carolina del Norte, empezaron a perder pollos debido a aeronaves militares que volaban bajo, los Causby presentaron un demanda diciendo que el gobierno estaba invadiendo sus tierras. Los aviones, por supuesto, nunca tocaron la superficie de las tierras de los Causby. Pero si, como Blackstone, Kent y Coke habían dicho, sus tierras llegaban hasta “una extensión indefinida hacia arriba”, entonces el gobierno estaba cometiendo allanamiento y los Causby querían que dejara de hacerlo. El Tribunal Supremo estuvo de acuerdo en oír el caso de los Causby […] al final reconoció que “es una doctrina antigua que según la jurisprudencia existente la propiedad se extendía hasta la periferia del universo”. Así empieza el libro “Cultura Libre” de Lawrence Lessig, impulsor de las Creative Commons, representando en un ejemplo de mediados de los años 50 cómo las leyes de la propiedad se han ido modificando de acuerdo a dos criterios: el progreso y el desarrollo monopolista con “el permiso de las autoridades competentes”. Internet no solo es un nuevo mercado en continua expansión, es sobre todo un espacio en el que las relaciones entre las diferentes mercancías, las relaciones entre vendedores y compradores se ven alteradas en sus formas, aunque no en el fondo. La lucha se presenta en el terreno de la legislación y si ésta es puesta al servicio de los usuarios o al de los ingentes beneficios monopolistas. Por una parte las grandes compañías se disputan a dentelladas el inmenso mercado que con cada desarrollo tecnológico se abre, como hemos podido ver entre los gigantes de la red. Y por otra, surgen innumerables alternativas anti-monopolistas que las propias características de la red – “una extensión indefinida hacia arriba” – permiten que avancen. Ya sean en su versión más izquierdista – Copyleft se opone a todo tipo de derechos sobre la propiedad – o más unitaria – Creative Commons combina los derechos de los autores con el libre acceso -. Pero al igual que en el caso de “los Causby”, las grandes compañías desarrollan mecanismos legales o “ilegales” – aprovechando los vacíos legislativos existentes y apoyándose en las inversiones billonarias en desarrollo e investigación – para aumentar su control sobre el mercado en disputa y/o buscando nuevos mercados. Sin duda el mismo sello, la misma impronta caracterizada por “la conmoción ininterrumpida de todas las relaciones sociales, por una inquietud y una dinámica incesantes”, desde la que “las relaciones inconmovibles y mohosas del pasado, con todo su séquito de ideas y creencias viejas y venerables, se derrumban, y las nuevas envejecen antes de echar raíces”. Así “todo lo que se creía permanente y perenne se esfuma” y “lo santo es profanado”. Quizás no sólo la crisis haya convertido a Marx en el autor más leído en el último año, ¿no?. El gigante Google, su proyecto de expansión, a través de la digitalización, de convertirse en el mayor “intermediario cultural” y “ventanilla de cobro” de los derechos de la propiedad intelectual – que resultan insignificantes frente a sus beneficios anuales –, avanza imparable. Valga decir que veinte de las principales páginas en diferentes campos – académico, portales generalistas, bibliotecas digitales, prensa, cartografía, música, electrónica… – participan de las Creative Commons, con millones de usuarios en todo el planeta. El buque insignia Por todos es conocida la historia del magnate que ejemplifica en la propaganda norteamericana las excelencias del “american way of life”, el carácter democrático del capitalismo norteamericano que ofrece igualdad de oportunidades para todos, J. D. Rockefeller, fundador de la Standard Oil: el chaval que empezó vendiendo periódicos en la calle y acabó convertido en el principal oligarca del país, y uno de los principales del planeta. Evidentemente nadie se cree que todos podamos ser Emilio Botín, pero precisamente lo que sí aparece reflejado es un aspecto de la clase dominante norteamericana que la diferencia de las europeas: el dinamismo y movilidad que caracteriza al capitalismo norteamericano y la composición de su clase dominante. Esto nos permite entender cómo dos estudiantes de la Universidad de Stanford han llegado a ser gestores del principal monopolio en el sector de las “high tech”. A principios de los años 50 y a través de un programa iniciado por el profesor Frederick Terman de la Universidad de Stanford, se creó el Stanford Industrial Park en Silicon Valley, un complejo industrial nutrido por los proyectos empresariales de estudiantes que eran apoyados con inversiones de la institución. William Hewlett y David Packard (Hewlett-Packard), estudiantes de Stanford, fundaron una de las primeras firmas convertida hoy en uno de los principales suministradores de la NASA y la Marina norteamericana. El crecimiento de la industria se disparó con la aparición de KBCP y Sequoia Capital, a principios de los 70, dos de la principales firmas de capital riesgo de EEUU nacidas de los propios capitales formados en las dos décadas anteriores en el Valle, e impulsadas por la transferencia de capitales de la industria militar a la civil, consecuencia, a su vez, de la política de Truman y el informe CSN-68 elaborado por el Departamento de Defensa y Estado – ver Foros21 nº 70, pag 6 o “¿Al servicio de quién?” en deverdaddigital.com -. KBCP participa en compañías como American OnLine, Compaq, Electronic Arts, Sun Microsystems, Oracle, Netscape o Google; y Sequoia Capital en Cisco Systems – líder mundial en soluciones de red e infraestructuras para Internet – Apple, YouTube, Yahoo, también Oracle y… Google. Entre ambas compañías poseen el 25% de Google. Sus fundadores, Larry Page y Sergey Brin, poseen cada uno un 16% de las acciones, y Eric Schmidt, director general de la compañía formado en los círculos de Silicon Valley, el 8%. Ni si quiera el triunvirato ejecutivo controla más del 40% de las acciones. El otro 35% se reparte entre diez accionistas más con derecho a voto y decisión ejecutiva. Silicon Valley es hoy el centro de operaciones del último sector, y más dinámico, incorporado a la clase dominante norteamericana. Y Google es su buque insignia. Yes, We Google De hecho, si echamos un vistazo a las inversiones del sector en las campañas políticas de los candidatos presidenciales, o en la actividad del Congreso en general, que ofrece Center for Resposive Politics – opensecrets.org -, los resultados son muy aclaratorios: el entramado de lobbies estadounidenses invirtió en el 2008 1,88 billones de dólares en las campañas demócratas y republicanas; de esa cantidad, 125 millones los invirtió el sector de las compañías de la red encabezado por Microsoft, Oracle, IBM y Google. Si tenemos en cuenta que el principal lobby – industria química y farmacéutica– invirtió 300 millones y que las “high techs” están entre los 10 principales, el papel del inocente “buscador” nacido en la Universidad de Stanford queda lejos de esa especie de mezcla entre Ptolomeo y los “Traperos de Emaus” que se pretende vender. Google forma parte del corazón – aunque no del núcleo duro – de la oligarquía norteamericana. Aunque su dinamismo les haya permitido colocarse a la cabeza en muchos aspectos, aupando, por ejemplo, al actual Presidente Obama. Igual que Microsoft apostó por Clinton, y Google lo hizo por Obama, así las “high techs” concedieron 560 mil dólares a la campaña de los demócratas – 24 mil a la de los republicanos -. El Gran Google Esta incorporación a la clase dominante norteamericana, lógicamente, requiere sus tributos. Si se disfruta de la parte correspondiente del gigantesco pastel de beneficios, con la ayuda que el Estado norteamericano presta a sus multinacionales – económica, política y militar -, se ha de contribuir prestando los servicios necesarios para el sostenimiento del Imperio. Según investigaciones llevadas a cabo por el New York Times, el San Francisco Chronicle, el Times Online y varias asociaciones de internautas por la defensa de las libertades, Google mantiene acuerdos comerciales con el Departamento de Estado, la CIA, el FBI y la NSA para el desarrollo de programas de búsqueda y clasificación ligada a determinadas webs o emails de interés. Estos permiten conocer a los usuarios que acceden a ellas, su “modus operandi” en la red, su origen e identidad. Son base de datos que descargan las direcciones de correo electrónico de aquellos que utilicen palabras claves y generan diagramas que muestran las redes sociales de personas que tienen inclinación por ciertas ideas. Una auténtica “minería de datos”. Definitivamente el problema de leer el Quijote – en Internet – ya no será si se tiene paciencia para acabarlo, sino quién te observa mientras lo lees. Si existiera el Gran Hermano, desde luego ese sería Google. La CIA y Google En 1999, la CIA creó In-Q-Tel, empresa de capital de riesgo dedicada al desarrollo de tecnologías prioritarias para el espionaje. La CIA creó In-Q-Tel “para identificar e invertir en empresas que desarrollen tecnologías informáticas de vanguardia, que sirvan a los intereses de la seguridad nacional de Estados Unidos”, como es el caso de Keyhole Inc. In-Q-Tel tiene varios acuerdos firmados con KBCP, como Sequoia Capital los tiene directamente con el Pentágono. En 2003 Google personalizó su motor de búsqueda de alto rendimiento para la Oficina de Gestión Interlink, que supervisa intranets secretas, confidenciales y no clasificadas para la CIA y otras agencias de espionaje. En el otoño del 2004, Google adquirió Keyhole Inc. Google está utilizando también Basis Technology’s Rosette Platform, financiada por la CIA, un programa para identificar, clasificar y buscar texto no estructurado en los idiomas de Asia oriental, Europa y el Oriente Medio. El programa suministra capacidades lingüísticas avanzadas en las que se incluyen la normalización, el análisis morfológico y la extracción de nombres. También la ONG estadounidense Electronic Frontier Foundation advirtió tras el anuncio de Google del proyecto de digitalización, que la empresa “monitoriza los libros digitales que busca un usuario, las páginas en concreto que lee, el tiempo que pasa leyéndolas y hasta las líneas que decide seleccionar”. Y esto es lo conocido; gobiernos como el de la India han presentado denuncias por la injerencia de Google Earth con actividades de espionaje vía satélite de bases militares del país y la presencia en el hardware importado de “puertas traseras” para acceder a las computadoras desde un ordenador central. Algo así como la denuncia hecha en su momento contra Microsoft y su vinculación con la red Echelon, pero con una capacidad enormemente mayor.El De Verdad digital también lo haces tú: Contribuye con la calidad del De Verdad digital puntuando este artículo y enviando tu comentario. El 31 de octubre se realizará un sorteo de entradas para los mejores conciertos y estrenos de cine, teatro y espectáculos de la temporada navideña entre los lectores que hayan participado opinando sobre cualquier artículo. Solo hace falta dejar tu email.

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