Se han escrito ríos de tinta sobre el pronunciamiento público de Botín para que Zapatero continúe en la Moncloa hasta marzo de 2012, cierre el debate sucesorio y siga aplicando la política de recortes, ajustes y rebajas salariales. Los más críticos han llegado a afirmar que la reunión de Zapatero con los 41 grandes empresarios es «la viva imagen de la plutocracia que gobierna España», y de cómo esa plutocracia «está dispuesta a mantener a un Gobierno que le asegure la obtención de las ventajas que necesitan para mantener en pie» sus negocios.
¿Cuáles son, sin embargo, esas ventajas? ¿Qué gestión está haciendo Zaatero de la crisis para que el mayor banquero de España y jefe del sector más poderoso de la oligarquía financiera le de un espaldarazo público tan notorio? Para algunos, el apoyo público de Botín a Zapatero podría ser lo más parecido al “abrazo del oso”. Dado que según todas las encuestas Zapatero es ya un “cadáver electoral”, lo más aconsejable, argumentan, es que acabe de “quemarse” ante los votantes llevando hasta el final los recortes y ajustes más duros, dejando así el camino expedito a quien le suceda en la Moncloa. Sin embargo esta es una visión muy estrecha, limitada a lo superficial e inmediato, de la relación entre ambos. Al apoyar públicamente a Zapatero, Botín no sólo está defendiendo su política de recortes y rebaja salarial del último año, sino bendiciendo la gestión de conjunto de Zapatero en sus 7 años de gobierno, pero muy en particular la de los 3 últimos años de crisis. Gestión que le ha permitido dar el salto de convertirse en el tercer banco del mundo por beneficios, solo por detrás de dos bancos chinos. Los números que sostiene esta afirmación son incontestables, y acaba de hacerlos públicos el propio Botín en una intervención en la Universidad Pontificia de Comillas: “Hemos recorrido un largo camino de 154 años de historia, pero lo hemos hecho siguiendo unos principios muy claros que son los que nos han permitido destacarnos claramente como ganadores en la reciente crisis económica y financiera mundial.” Desde 2007, año del estallido de la crisis con el hundimiento de Bearn Stearns, el Santander ha acumuladoun beneficio neto de 35.000 millones de euros, lo que le sitúa únicamente por detrás de los dos grandes bancos semiestatales chinos. Los activos que su banco gestiona, a finales de 2010, han aumentado en un 47% con respecto a los que gestionaba en 2007, hasta alcanzar un total de 1,3 billones de euros, un tercio más que todo el PIB español. El Santander es el banco que más ha crecido en todo el mundo en términos absolutos en los últimos tres años, tras sumar 400.000 millones en nuevos activos, centrados principalmente en Europa, Brasil y Norteamérica. Gracias a ello, y a pesar de las turbulencias que durante el último año han sacudido la bolsa española, es el primer banco de la zona euro por capitalización bursátil y el décimo del mundo. ¿Y cómo es posible, se preguntarán muchos, que el primer banco de un país como España, al que la UE sitúa en el furgón de cola europeo, al nivel de Grecia, Irlanda o Portugal, sometido a continuas turbulencias financieras y condenado por el FMI y Bruselas a sufrir los más severos planes de ajuste, pueda ser uno de los grandes ganadores de la crisis mundial? Lo que podría parecer una paradoja, no es, en realidad, más que dos aspectos indivisibles de una misma relación. Precisamente, para que Botín haya podido convertirse en uno de los grandes ganadores de la crisis mundial, ha sido necesario someter férreamente durante tres años a la economía española al camino que dictaban sus intereses. Y esta es una de las principales razones de que mientras la mayoría de países de la UE han iniciado la senda del crecimiento, España se enfrenta a un largo período de estancamiento, pérdida de peso económico y empobrecimiento generalizado de la población. Dicho en otras palabras, era necesario que la economía del país se hundiera, porque sus principales recursos debían estar puesto al servicio de que Botín aprovechara la crisis mundial para consolidar su posición en el top ten de la banca mundial. Aquí, en contra de las acusaciones de la derecha y los medios de comunicación, no ha habido ninguna gestión “errática” de la crisis por parte de Zapatero desde el año 2007, sino un esmerado empeño en que un selecto e ínfimo grupo de banqueros y oligarcas pudieran sacar provecho de la crisis, aunque ello supusiera el más grave perjuicio para el país y para la mayoría de la población. Eso es lo que Botín ha amparado y defendido públicamente al mostrar su apoyo a Zapatero. Todo para Botín Desde esta perspectiva, es mucho más fácil comprender porque durante los peores años de la crisis a nivel mundial, Zapatero ha defendido y propagado obstinadamente que España tenía “el sistema financiero más sólido del mundo”. No, como se dice, por un problema de ceguera, irresposabilidad o desconocimiento económico, sino porque uno de los mayores objetivos de su política económica –ahora es posible entenderlo en toda su dimensión– ha sido la de retrasar al máximo posible que apareciera públicamente ninguna debilidad en el sistema financiero español para favorecer que, mientras la gran banca mundial tenía que dedicarse a tapar agujeros, recomponer activos dañados y asumir pérdidas, Botín pudiera comprar barato y seguir expandiéndose por el mundo. Hay que recordar ahora, que en 2008 y 2009, la misma prensa anglosajona que en 2010 nos iba a crucificar a cuenta de la deuda pública, se deshacía en elogios al “rigor y previsión” del Banco de España para haber evitado que el sistema financiero español entrara en quiebra. Y mientras tanto, con ese aval, Botín entraba en sus mercados para hacerse con bancos a precios de auténtica ganga. Eran los años en que la banca inglesa y norteamericana se hundía en el abismo –los años 2008 y 2009, principalmente–, y Zapatero aprobaba un fondo de rescate bancario diseñado por la cúpula del Santander y el BVVA que posibilitaba conceder al sistema financiero español hasta un total de 349.000 millones de euros, en forma de préstamos, avales y garantías estatales. Es decir el mayor rescate, en proporción al PIB, de todos los países desarrollados. Para hacerse una idea, una cantidad equivalente a que EEUU hubiera inyectado en su sistema financiero la colosal cifra de 5 billones de dólares. A lo largo de tres años, Zapatero y el Banco de España han estado permitiendo que el precio de la vivienda y el suelo no bajaran hasta el valor real que el pinchazo de la burbuja inmobiliaria determinaba –retrasando así el inicio de la recuperación y prolongando la crisis–, con el único fin de que la banca no viera caer en picado el valor de sus activos. Para Botín, era mil veces preferible condenar a millones de españoles al paro que sufrir una fuerte depreciación de sus activos. El había “salido de compras” por el mundo y necesitaba aparentar que el sistema financiero español, con el Santander a la cabeza, era el “más sólido del mundo”. Con este objetivo, se ha permitido que los bancos se quedaran con viviendas y suelo a cambio de incobrables deudas de promotoras, constructoras e inmobiliarias, aun a sabiendas de que el valor contable de dichos activos estaba fuertemente sobrevalorado con respecto a su valor real de mercado. El valor de esos activos inmobiliarios era ahora de 50, pero a Botín y sus colegas se les ha dejado que los anotaran en sus balances a su antiguo valor de 100. Eso sí, a la hora de embargar las viviendas de quienes no pueden hacer frente a sus hipotecas, los bancos sí que valoran el inmueble a su precio real de 50, con lo que el embargado se queda sin techo para su familia y con una deuda de décadas con el banco. Y cuando en el parlamento se presenta una iniciativa para legislar que la entrega de la vivienda liquide la deuda hipotecaria, Zapatero y Rajoy se ponen rápidamente de acuerdo para rechazarla de plano. No es, como se dice interesada y falsamente, que el aumento del paro –y el consiguiente incremento del gasto en desempleo– sea la causa principal del desequilibrio de las cuentas públicas que ha elevado el déficit y la deuda pública. Lo dedicado por el gobierno a pagar subsidios de desempleo entre 2007 y 2010 apenas si representa el 23% de lo dedicado o comprometido para rescatar a bancos y cajas. El banquero va de compras Gracias a este mantenimiento del artificio, con dinero público, del “sistema financiero mas sólido”, mientras cientos de miles de empresas cerraban y millones de trabajadores se iban al paro, Botín, por su lado, se iba de compras por medio mundo. A finales de 2007, con la crisis ya instalada en las entrañas del sistema financiero mundial, se hace con el Banco Real, el tercer mayor banco brasileño. Al año siguiente, amplía su desembarco en Gran Bretaña con la compra de los bancos Alliance & Leicester y Bradford & Bingley, al tiempo que se hace –todos a precio de ganga– con el 100% del banco norteamericano Sovereign. En 2009 se hace con las filiales de financiación al consumo de General Electric y Royal Bank of Scotland, en Alemania y Reino Unido respectivamente. En 2010, y mientras Zapatero anuncia el mayor plan de ajuste de la historia reciente de España, congela y recorta pensiones, rebaja el sueldo a funcionarios, suprime gastos sociales o facilita y abarata el despido, Botín se hace con el control de una cartera de créditos del británico HSBC valorada en 4.300 millones y otra del norteamericano Citigroup de 3.200. Compra al Bank of America el 25% de su filial en México (Serfin), adquiere dos nuevas redes de oficinas en Reino Unido (propiedad del RBS) y Alemania (del banco sueco SEB) y, aprovechando el caos financiero gestado en torno al rescate de Irlanda, compra a precio de saldo al banco irlandés Allied Irish Bank, el 70% de las acciones del segundo banco de Polonia, el Zachodni, así como el 25% del norteamericano M&T. ¿Entienden ahora un poco mejor por qué el respaldo público de Botín a Zapatero va bastante más allá de completar las reformas? Botín y Zapatero: historia de un decantamiento A. L. y J. A. ¿Cuál es el balance que podemos hacer del papel y el significado del gobierno de Zapatero en estos 7 años? En términos de clases y lucha de clases, las cuentas están claras: impulsar y favorecer el desarrollo del sector oligárquico nucleado en torno al Banco de Santander, colocando todos los recursos del Estado y la capacidad de actuación del gobierno al servicio de este objetivo. Hasta su llegada al gobierno, en marzo de 2004, las jerarquías y la composición interna de la clase dominante española eran fruto, en lo fundamental, del proceso de concentración interna y expansión exterior efectuado en los años noventa. Lo que dio lugar a la aparición de dos megacorporaciones financieras y un selecto grupo de grandes monopolios en telecomunicaciones, energía y construcción. Es observable como su desarrollo permanece, en lo principal, bajo un relativo equilibrio de fuerzas hasta 2003. Sin embargo, a partir de entonces, se produce un abrupto y acelerado decantamiento hacia el sector nucleado en torno al Banco de Santander. Decantamiento que se puede vislumbrar no sólo a través de términos puramente económicos –abriéndose una considerable brecha en los beneficios, activos o capitalización bursátil de cada uno de ellos–, sino también en la profunda alteración en las jerarquías y equilibrios internos que se produce en el seno de la clase dominante. A partir de la llegada de Zapatero al gobierno se configura, en el seno de la oligarquía, un sistema de alianzas complejo y dinámico en el que confluyen, en torno al nódulo central del Banco de Santander, un conjunto de sectores y clanes oligárquicos, jerarquizados según su fortaleza y cercanía al núcleo. En el que participan desde Telefónica o Iberdrola hasta un reducido grupo de constructoras –ACS, Acciona, Ferrovial y Sacyr–, y familias y clanes oligárquicos tan significativos como los March, los Del Pino, Abelló o la alta burguesía catalana articulada en torno a La Caixa. El despegue –nada progresivo, sino considerablemente abrupto en el tiempo– no es simplemente, como se quiere hacer creer, resultado del mayor dinamismo o capacidad de gestión de unos frente a otros. La estrecha relación entre el Banco de Santander –y el conjunto de clanes oligárquicos aliados a él– con el gobierno de Zapatero –colocando la acción de gobierno y los recursos estatales al servicio de su expansión– va a jugar un papel preponderante en la configuración de las nuevas jerarquías y equilibrios. ¿Aspirante sin posibilidades? Cuando Zapatero era un simple aspirante sin posibilidades de triunfo, Emilio Botín sorprendió a todos brindándole público respaldo al afirmar, crípticamente, que “mis hijos, que de esto saben mucho, me han dicho que va a ser un gran presidente”. Cinco años después, el verdadero sentido, el significado último de estas palabras de Botín se habían manifestado ya abiertamente. Más allá de los matrimonios gays o la memoria histórica, el auténtico papel y sentido del gobierno de Zapatero ha sido el de provocar una drástica alteración de la correlación de fuerzas en el seno de la oligarquía, a favor del sector encabezado y nucleado en torno al Banco de Santander. Si en 2003, la diferencia entre los beneficios netos obtenidos por Santander y BBVA era sólo de 384 millones de euros favorable al banco de Botín, en 2007 esa brecha se elevó a 2934 millones; hoy es ya de más de 4.000 millones. Entre 2004 y 2008, la distancia en cuanto a los activos gestionados, a favor del Santander, se ha multiplicado por cuatro. Y si la cartera crediticia era pareja entre ambos en 2004, el Santander gestionaba ya al final de la primera legislatura de Zapatero 220.000 millones de euros más. Esa brecha abierta entre el Santander y el BBVA se trasladó también a otros sectores. En 2003, Endesa obtuvo unos beneficios brutos superiores en 2631 millones de euros a los de Iberdrola. Mientras que tras el descabezamiento de la dirección de la antigua eléctrica pública de los gestores puestos por Aznar, la capitalización bursátil de Iberdrola era ya 379 millones de euros superior a la de Endesa. Los beneficios de Telefónica duplicaban en 2003 los de Repsol. En 2008 la capitalización bursátil de la primera era ya 3,7 veces superior a la de Repsol. Y un grupo de constructoras conseguían multiplicar exponencialmente sus beneficios entre 2003 y 2007 (ACS por 4,08, Acciona por 5, Ferrovial por 3,43 y Sacyr por 2,83), alcanzando un nuevo papel en el seno de la oligarquía. En 2003, las jerarquías y composición de la oligarquía eran producto, en lo fundamental, del proceso de concentración y expansión iniciado a finales de los años ochenta. Proceso cuyo desencadenante fueron las exigencias impuestas para la entrada en el Mercado Común –posibilitando a la oligarquía española la entrada en los círculos financieros y monopolistas europeos, y con ello una posibilidad de expansión antes vedada–. Ese proyecto exigía quebrar históricas reglas en el seno de la oligarquía (una composición y jerarquía rígidas e inmutables durante décadas, un pacto de no agresión que excluía la competencia interna y también grandes procesos de concentración a expensas de los demas). La oligarquía española renunció a los sectores industriales levantados durante el franquismo, desmantelándolos o entregándolos al capital extranjero. Concentrándose en cuatro áreas: banca, telecomunicaciones, energía y construcción, donde se impone y se pilota desde el Estado un veloz proceso de concentración. De este proceso es de donde surgirían las dos megacorporaciones financieras: el BBVA –favorecido por su cercanía a los gobiernos de González, y la política de privatizaciones, que le permite alcanzar una participación cualitativa en Telefónica, Repsol, Iberdrola o Iberia– ; y el Santander, que devorará primero al Banesto y luego al Central Hispano, los tres bancos que durante al franquismo habían ocupado los primeros puestos de la jerarquía bancaria. Al mismo tiempo, la política de privatizaciones fue dirigida a crear –en aquellos sectores que la oligarquía se había reservado para sí, telecomunicaciones, energía,…– gigantes monopolistas que puedan monopolizar el mercado interno y sobre esa base emprender la expansión internacional. Telefónica en telecomunicaciones, Endesa, Iberdrola o Unión FENOSA en electricidad, Repsol, y secundariamente Cepsa en energía, unido a las grandes constructoras surgidas durante el franquismo, y a otras generadas por el boom inmobiliario, que se beneficiarán de un amplio plan de infraestructuras durante los años noventa, y a partir del 2000 de la elevadísima tasa de ganancia en la construcción. La histórica oligarquía de Neguri representaba –a través del BBVA– el nódulo de uno de los sectores oligárquicos surgidos de esa hiperconcentración. Su descabezamiento durante la segunda legislatura de Aznar –abandonando no sólo la dirección del BBVA, sino también las vicepresidencias en Telefónica, Repsol o Iberdrola– es un golpe cualitativo que altera la estructura y las jerarquías históricas de la calse dominante española. Después "del mayor cambio en las estructuras del poder económico en España desde la desamortización de Mendizábal", como fue denominado entonces el golpe contra la oligarquía de Neguri, nada volvería a ser como antes en el seno de la oligarquía.Entre 2000 y 2004, Aznar intentó dotar de una nueva organicidad a este sector oligárquico a través de la capacidad que todavía conservaba el poder político para decidir determinados nombramientos en los monopolios todavía semiprivatizados: Francisco González, colocado por Rato al frente de Argentaria, en el BBVA, Martín Villa y luego Pizarro en Endesa, Cortina en Repsol, Villalonga en Telefónica…. Pero la tentativa de dotar a su proyecto político de una sólida base de apoyo en el seno de la oligarquía, es violentamente truncado en marzo de 2004. Descabezada la vieja oligarquía de Neguri y huérfanos de poder político los nuevos gestores oligárquicos colocados por Aznar, el sector oligárquico encabezado por el Santander adquiere una privilegiada ventaja, todavía no traducida en términos económicos, pero si en maniobrabilidad y capacidad de influencia. Lo que, al apostar pública y radicalmente por un entonces desconocido Zapatero, le permitirá aprovechar las oportunidades abiertas a partir de 2004. Si hasta ese momento, la concentración y expansión había respetado el equilibrio de fuerzas entre las dos grandes fracciones oligárquicas, a partir del 2004, esta relativa igualdad salta por los aires. Cercanía y conexión con el poder político De esta manera, a partir de 2004 empieza a sobresalir un sector oligárquico cada vez más destacado, cuyo centro neurálgico está ocupado por el Banco de Santander, dada su altísima concentración del capital financiero, su acelerada expansión internacional y su especial cercanía, conexión e influencia con Zapatero. Un centro nodular en el que confluyen –a través de una compleja red de relaciones, no sólo económicas, también políticas, sociales, históricas,…– un conjunto de clanes y sectores oligárquicos. Configurando un sistema de relaciones complejo y dinámico, y jerarquizado, a su vez, en diferentes escalones, según la fortaleza y la cercanía al nódulo central. Telefónica, por su fortaleza, dimensión y expansión internacional, goza de una considerable autonomía. Manteniendo al BBVA como uno de sus principales accionistas, y al mismo tiempo estableciendo una relación especial con el Santander. La Caixa o Iberdrola han sabido aprovechar las turbulencias internas en el seno de la oligarquía para dar un salto cualitativo en el sector financiero y energético. Un selecto grupo de constructoras –ACS, Acciona, Sacyr o Ferrovial– comandadas por históricos apellidos oligárquicos como los March, los Albertos, los Entrecanales o los Del Pino, pero también por “nuevos ricos” que han aprovechado el boom inmobiliario, como Florentino Pérez o Del Rivero, completan este conglomerado oligárquico. Todos ellos, de uno u otro modo, se benefician de una especial relación con el Santander. ACS ha crecido gracias a la especial conexión entre el Santander y los March. Botín les vendió Dragados, y mas tarde Unión Fenosa. Con Sacyr ocurre lo mismo, a través de Juan Abelló, presente en el consejo de administración del Santander y segundo accionista de la constructora a la que Botín vendió Vallehermoso, la mayor inmobiliaria del país. Este despegue de los sectores nucleados en torno al Banco de Santander no es, como tiende a creerse, “un producto natural de la expansión económica”, ni fruto de un mayor dinamismo o mejor gestión. Botín fue el único miembro de la oligarquía que ofreció respaldo público a Zapatero antes de su inesperada llegada a la Moncloa, adquiriendo en sus sucesivos gobiernos una influencia decisiva. La expresión más gráfica de esa influencia es el hecho de que Zapatero despachara diariamente con Botín durante meses desde que la caída de Lehman Brothers hizo estallar la crisis financiera. O que la cúpula del Santander diseñara las líneas maestras del plan de rescate bancario, que el propio Botín discutió con Zapatero un día antes de que el presidente del gobierno recibiera en la Moncloa al resto de presidentes de bancos y cajas para presentarlo. Es esta capacidad de influencia de Botín en el gobierno de Zapatero –y que supone privilegiar en la acción de gobierno a unos sectores oligárquicos sobre otros– el elemento central que explica por qué y cómo se ha producido, de forma tan abrupta y veloz, una brecha tan profunda en el seno de la oligarquía. “Volver al corazón de Europa” La actuación del gobierno de Zapatero va a jugar un papel fundamental en dos planos, el internacional y el nacional, que permiten el decantamiento interno en el seno de la oligarquía a favor del sector encabezado por el Santander. El aspecto principal de este proceso no va ser, como en el período anterior, la concentración y expansión interna, sino un nuevo salto en la exportación de capitales de la oligarquía a partir de 2001, y aceleradamente a partir de 2003. Proceso trascendente tanto en el plano cuantitativo –el montante de las inversiones duplica las del periodo 1993-2000– como en el cualitativo, la orientación principal de esas inversiones ya no se dirige hacia Hispanoamérica, sino hacia la UE-15. Mientras que la expansión en Hispanoamérica entre 1993 y 2000 estuvo equilibradamente monopolizada por un selecto club de quince bancos y monopolios, en el salto en Europa a partir de 2003 es sólo un pequeño puñado de ellos –Santander, Telefónica, Iberdrola, Ferrovial, Acciona, ACS y Sacyr– los que adquieren una considerable ventaja, lo que les permite incrementar su tamaño y revalorizar su capital a un ritmo mucho mayor que los sectores que se quedan rezagados como el BBVA, la FCC de las Klopowitz o Repsol…. Este salto en la expansión de estos sectores oligárquicos en la UE es inseparable del giro de 180 grados en la política exterior española impuesto por Zapatero, recomponiendo las relaciones con Francia y Alemania, lo que Zapatero formuló como su “programa máximo” en política exterior: “volver al corazón de Europa” en abierta contraposición al cerrado enfrentamiento practicado por Aznar. El proyecto de Botín de escalar posiciones hasta colocarse en el top ten de la banca mundial exigía romper imperiosamente la política exterior de Aznar. Éste, en su segunda legislatura, y ya con mayoría absoluta, da un giro sustancial a la posición internacional de España. Se propone dar un salto en la cadena imperialista sobre la base de establecer –en cierto modo al estilo de Gran Bretaña– una “relación especial y privilegiada” con EEUU. Para ello va a tratar de aprovechar las turbulencias en el orden mundial creadas por la doctrina Bush de hegemonía exclusiva. Aznar se convierte a partir del 2001 en el ariete de Washington contra el eje franco-alemán en el seno de la Unión Europea. Hasta el punto de hacer declarar al entonces canciller alemán, Gerard Schröeder, que “Aznar me las va a pagar todas, una por una”, mientras la prensa alemana amenaza con “desempolvar los instrumentos de tortura financiera” contra España. Política que tendrá su cenit en marzo de 2003 con la histórica foto de las Azores. Veneno para la taquilla Sin embargo, esta política exterior de Aznar es, en el plano interno, puro “veneno para la taquilla” para el proyecto de Botín. Por dos razones esenciales. En primer lugar, porque Europa es el nuevo escenario que Botín ha elegido para su expansión mundial. Una vez cerrada con éxito la primera etapa de expansión de su capital en Iberoamérica, Europa es el mercado hacia el que se dirige Botín. Y abordar el mercado europeo exige el visto bueno del eje franco-alemán. Con su áspero y radical enfrentamiento con Chirac y Schröeder, Aznar esta cerrando, o entorpeciendo de manera significativa, el camino de Botín hacia el “corazón de Europa”. En segundo lugar, porque con el nacimiento del euro y la política de tipos de interés excepcionalmente bajos practicada por el Banco Central Europeo en esta etapa, la gran banca alemana y francesa es la inexorable fuente de financiación que Botín precisa para dar este nuevo salto que lo coloque ya definitivamente en la “champions” de la banca mundial. Y no puedes aspirar a que las oligarquías financieras francesa y alemana financien tu ambicioso proyecto de expansión cuando el presidente de gobierno de tu país está lanzándoles pedradas un día sí y otro también. Había que ‘quebrar el espinazo’ a esta línea de Aznar y colocar en su lugar una nueva. Una que, como expresaba gráficamente Zapatero por aquellos días, nos hiciera “volver al corazón de Europa”, y en especial hacia “Francia y Alemania, los países que más nos han ayudado a ser europeos”. Sin entrar ahora a valorar las excepcionales circunstancias que permitieron la “reconducción” de la política exterior española, lo cierto es que tras la elecciones de marzo de 2004, Botín ha conseguido su objetivo de colocar en la presidencia del gobierno a un hombre que va a seguir fielmente las directrices, mandatos y orientaciones que su proyecto de expansión mundial requiere. Desde entonces, las disputas y peleas a través de las cuales se produce el cambio en la correlación de fuerzas y los equilibrios internos de la clase dominante española, se van a decantar en todo momento de forma favorable a Botín, contando para ello con el impulso decisivo que Zapatero le ofrece desde la Moncloa.