2-6-2017
Más de año y medio después de haber dado por concluida su presencia de casi 14 años en Afganistán, dejando solo a una veintena de militares en el cuartel general de la OTAN en Kabul, el Gobierno español se plantea el regreso de sus tropas. Sobre la mesa tiene una petición de EEUU, dirigida a todos los aliados, para reforzar la misión militar en apoyo al Gobierno de Kabul, que se muestra incapaz de controlar el país. Defensa estudia varias opciones, incluida una prórroga de la batería de misiles desplegada en Turquía.
“Nos faltan algunos miles de soldados para cumplir nuestra misión”, dijo en febrero pasado el general John Nicholson, jefe de las tropas estadounidenses y aliadas en Afganistán, ante el Comité de Fuerzas Armadas del Senado en Washington. Semanas después, su superior, el general Joseph Votel, jefe del Mando Central, anunciaba en el mismo foro que el Pentágono estaba elaborando una “nueva estrategia” para frenar la expansión de los talibanes y del Estado Islámico en el país asiático y que harían falta “fuerzas adicionales para que la misión de asesoramiento y asistencia [al Gobierno afgano] sea más efectiva”.
Aunque oficialmente la Casa Blanca aún no ha aprobado estos planes, Washington ya se ha dirigido a los gobiernos aliados, incluido el español, para sondear su disposición a aportar tropas a este refuerzo, confirman fuentes gubernamentales.
Según The Washington Post, EE UU planea a enviar 3.000 militares más a Afganistán, por lo que los demás aliados deberían aportar 2.000 para llegar a un total de 5.000. La misión Resolute Support (Apoyo Decidido) de la OTAN, dedicada al asesoramiento, asistencia y adiestramiento de las fuerzas afganas, cuenta actualmente con 13.500 militares de 39 países (6.950 estadounidenses), por lo que el aumento previsto supera el 35%.
La petición está sobre la mesa del Ministerio de Defensa español, que estudia varias opciones sin decantarse de momento por ninguna. En principio, el Ministerio de Asuntos Exteriores es remiso a reabrir un capítulo que las Fuerzas Armadas españolas daban ya por cerrado, tras haber gastado 3.700 millones de euros y dejado la vida de 99 militares y dos intérpretes.
En octubre de 2015, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría viajó a Afganistán para arriar la bandera española en la base de Herat, al este del país. Desde entonces, la presencia del Ejército español en Afganistán, que llegó a tener 1.500 efectivos en su momento álgido, quedó reducida a una veintena de militares en Kabul, de los que ocho están adscritos a la OTAN.
Para España sería relativamente sencillo ampliar su contingente de instructores en la capital afgana, pero resultaría mucho más problemático volver a desplegarlos en otros puntos del país, lo que requeriría el envío de una fuerza de protección.
Una de las opciones que baraja Defensa es compensar la negativa a mandar tropas a Afganistán con la prórroga del destacamento de misiles Patriot estacionado en Adana (Turquía), cerca de la frontera con Siria. España contribuye con una batería y 140 militares a la misión Active Fence (Cerca Activa) de la OTAN desde enero de 2015 y su compromiso acaba en diciembre. Hasta ahora, ningún aliado se ha ofrecido para sustituir al contingente español, que comparte con otro italiano la defensa ante misiles balísticos procedentes de Siria, por lo que prolongar su presencia podría resultar necesario. Aunque ello obligaría a realizar ajustes en los Patriot, sería más sencillo que mandar tropas a Afganistán en un momento en que las Fuerzas Armadas están ya empeñadas en una quincena de operaciones.
El deterioro de la seguridad en Afganistán ha tenido su evidencia más brutal en el atentado del pasado día 31 en el barrio diplomático de Kabul, el más protegido de la ciudad, donde la explosión de un camión cargado con 1,5 toneladas de explosivos dejó un saldo de más de 90 víctimas mortales y 460 heridos. No es un caso aislado. En abril, los talibanes atacaron una base del Ejército afgano y causaron 150 muertos. El Gobierno de Kabul solo controla el 57% del territorio y sus tropas sufrieron el año pasado más de 7.000 bajas.
Expertos militares consideran que la responsabilidad de la actual situación la tiene en parte la acelerada reducción de tropas que impuso la anterior Administración estadounidense, deseosa de certificar el fin de la guerra antes de que concluyese la presidencia de Obama, en enero de este año. Al final no fue posible y Obama tuvo que revisar al alza la cifra de efectivos en Afganistán que legaba a su sucesor. Trump, que criticó por costosa e ineficaz la participación de las tropas estadounidenses en el país asiático, está ahora en la tesitura de ordenar una implicación aún mayor.
De momento, el nuevo inquilino de la Casa Blanca hizo una exhibición de fuerza con el lanzamiento en abril de la MOAB, la madre de todas las bombas, el mayor artefacto no nuclear utilizado nunca, sobre una red de túneles del Estado Islámico. Pero ninguna bomba va a acabar con la guerra de Afganistán.