La grave situación actual, con las principales economías empantanadas en un profundo declive y los países emergentes y en desarrollo seriamente afectados, hace que la cooperación global sea todavía más urgente
La cumbre del G-20, revista para el 2 de abril, reunirá a los principales países industrializados y en vías de desarrollo y proporcionará una plataforma para que sus líderes refuercen la cooperación y coordinación en los esfuerzos globales por afrontar los cada vez más profundos y complicados problemas económicos.Es vital que los países que conforman el G-20, que representan alrededor del 85% de la producción total mundial, sean capaces de promover un acuerdo global para recuperar la confianza mundial en este contexto de crisis.Con la advertencia de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de una contracción económica del 4,3 por ciento en los países industrializados para este año, y un declive «sin precedentes» en la riqueza económica mundial del 1,7 por ciento según el Banco Mundial, los mandatarios intentarán acercar posiciones, en varios casos encontradas, para erradicar el fantasma de la Gran Depresión, que ya está presente en muchos países.La experiencia de la Gran Depresión de los años 30 también mostró que el proteccionismo no es capaz de salvar a ningún país, y la crisis financiera asiática de 1997 ha enseñado al mundo otra importante lección: la participación de los países en desarrollo es indispensable a la hora de hacer frente a una crisis de estas características. Por lo tanto, el G-20 fue creado como un mecanismo de diálogo entre los países avanzados y aquéllos en vías de desarrollo.La grave situación actual, con las principales economías empantanadas en un profundo declive y los países emergentes y en desarrollo seriamente afectados, hace que la cooperación global sea todavía más urgente. La economía mundial y el comercio global han sufrido un revés significativo, y las perspectivas son inciertas.El presidente chino llamó a «una coordinación fortalecida en las políticas económicas de las distintas naciones» y «esfuerzos conjuntos contra el proteccionismo en comercio e inversión» para «ayudar a que el mundo se recupere».Pekín también quiso incluir en la agenda de la cumbre la ayuda a los países en desarrollo y a los menos desarrollados «pues son los más afectados por la crisis y sus dificultades tienden a ser ignoradas», dijo el primer ministro, Wen Jiabao, a la prensa tras la reunión anual de la Asamblea Nacional Popular (ANP, Legislativo).Según afirmó Wen, como el mayor país en desarrollo del mundo, China condonó a fin de 2008 deudas por 5.850 millones de dólares a 46 de los países menos desarrollados del mundo y su ayuda a otros países en desarrollo superó los 200.000 millones de dólares.La declaración del presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva de que la crisis fue causada «por personas blancas de ojos azules», es una contundente recapitulación de la posición de los países emergentes en la cumbre del Grupo de los 20, que comienza el jueves.Brasil, India, China, Indonesia y otras naciones en vías de desarrollo buscan convertirse en una vigorosa voz en el seno del G20.Esas naciones se ven afectadas por la falta de crédito de bancos de países industrializados que no desean correr riesgos adicionales. A eso se suma la fuga de capitales y tasas de interés que se han ido a las nubes. Los países más pobres, entretanto, sufren la caída en el precio de las materias primas y una reducción de la ayuda externa.Mientras que la situación económica se deteriora rápidamente, los grandes banqueros del mundo se esfuerzan en dar al FMI desacreditado y deslegitimado el papel del salvador, que va a ayudar a los pobres a hacer frente a las devastaciones de esta crisis. Ahora bien lo que sucede es lo contrario. Los principios defendidos por el FMI desde los años ochenta están todavía vigentes. Los Gobiernos que firman un acuerdo con el FMI para recibir fondos deben aplicar siempre las mismas recetas adulteradas, que degradan aún más las condiciones de vida de las poblaciones.Bajo la presión del FMI dirigido por Dominique Strauss-Kahn, varios países enfrentados a los efectos de la crisis eligieron como factores de ajuste las rentas de los asalariados y las de los ciudadanos que reciben subsidios sociales. Letonia impuso una reducción del 15% en las rentas de los funcionarios, Hungría les suprimió el 13º mes (después de haber reducido las jubilaciones en el marco de un acuerdo previo) y Rumania está a punto de encaminarse también por esta vía. La poción es tan amarga que algunos Gobiernos vacilan. Por ello Ucrania juzgó recientemente como «inaceptables» las condiciones impuestas por el FMI, en particular, el aumento progresivo de la edad de jubilación y el aumento de las tarifas del alojamiento.El Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, dos importantes organizaciones internacionales, fueron fundadas en la Conferencia de Bretton Woods sostenida en 1944, cuando la Segunda Guerra Mundial estaba a punto de terminar y el mundo necesitaba urgentemente un nuevo sistema financiero y monetario. Como un reflejo del orden económico mundial existente en esa época, Estados Unidos y los países europeos han tenido un papel dominante dentro del FMI y del Banco Mundial. En los 65 años pasados, el mundo ha sufrido cambios fundamentales. Pero la toma de decisiones dentro de las dos organizaciones financieras mundiales sigue basándose en gran parte en los países desarrollados, como ocurría hace más de medio siglo. Por ejemplo, los derechos de voto de los países en desarrollo dentro del FMI es de 42,1 por ciento del total, lo cual es completamente desproporcionado con respecto al número mayoritario de los países en desarrollo del mundo y de la fuerza colectiva de su producto interno bruto (PIB).El estímulo fiscal y los planes de rescate gubernamentales a nivel nacional no resultan suficientemente eficaces para hacer frente a una crisis global financiera de tan excepcional magnitud y fuerza destructiva. Cualquier país que adopte una política en detrimento de su vecino podría sufrir las consecuencias de su decisión en carne propia.Hasta dónde alcancen los esfuerzos globales determinará en buena medida el momento en el que la economía mundial comenzará a recuperarse. A medida que empeora la crisis financiera, un número cada vez mayor de países se están decidiendo a reforzar la cooperación dejando a un lado las divergencias.Además de la cooperación, también se prevé que asuntos como los programas de gasto, la regulación y supervisión de importantes instituciones financieras, la reforma del sistema financiero internacional o la lucha contra el proteccionismo ocupen la agenda de la cumbre de Londres. Ningún país puede afrontar por sí solo estos temas sin una efectiva cooperación con los demás, ya sea como prioridad a corto plazo para contener la crisis o bien se trate de una reforma financiera a largo plazo.Se debería ofrecer una ayuda adicional a los países menos desarrollados atrapados en la crisis. Sólo ayudando a los miembros que más lo necesitan se puede esperar que la comunidad internacional refuerce su capacidad integral para hacer frente a la crisis.