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El Frente Nacional rompe el bipartidismo francés

En Francia ya nada será igual. La primera vuelta de las elecciones departamentales ha confirmado la instalación en el escenario político de un tercer partido que rompe el bipolarismo que perduraba desde hace más de tres décadas. El Frente Nacional de Marine Le Pen ha obtenido su acreditación como una nueva opción para la ciudadanía y su líder se coloca ya como la candidata a batir en las presidenciales de 2017.

El FN no fue el partido más votado en esta primera vuelta, pero obtuvo los mejores resultados de su historia en unas elecciones a nivel local. Del centenar de departamentos con que cuenta Francia, los candidatos de Marine le Pen pasan a la segunda vuelta como líderes en más de cuarenta. «Es el momento de imponer un verdadero cambio», dijo Le Pen, y añadió, «hay que romper el bipartidismo y tener confianza en el Frente Nacional». Marine Le Pen es sin duda la figura política francesa del momento, pese a quien pese. El sistema electoral francés, mayoritario a dos vueltas, le privará de un gran éxito en el ballotage.

Casi un tercio de franceses no sabía una semana antes de los comicios qué es lo que se votaba en las departamentales. No son regionales, no son municipales; se eligen los representantes de 2054 cantones de un centenar de departamentos que quedan después de la reforma territorial de Hollande. Entre las responsabilidades de esos departamentos, están sobre todo las relacionadas con ayudas sociales a la infancia, la tercera edad o los inválidos, además de ocuparse de la reparación de las carreteras u otras obras locales. Nada muy excitante, visto desde las grandes ciudades, pero un botín electoral vital para una formación como el FN.

La Francia olvidada

Es precisamente esa Francia rural, alejada de las urbes e incluso de las banlieues, la nueva Francia pobre y olvidada de las vitrinas urbanitas de las grandes aglomeraciones urbanas soñadas por la reforma territorial, el nuevo objetivo del FN. Como muchos analistas han dejado escrito en los últimos meses, ese abandono le puede costar caro a los partidos tradicionales.

Con los jóvenes, los obreros, los trabajadores autónomos y la clase media paupaerizada en migración hacia el partido de Le Pen, la Francia olvidada que vota en las departamentales es el nuevo caladero del FN. El geógrafo Christophe Guilluy lo explica en un libro que ha dado mucho que hablar, pero poco que reflexionar al PSF o a la UMP. En «La France peripherique. Comment on a sacrifié les classes popuaires», Guilly afirma que hay dos Francias que se ignoran: la Francia de las metrópolis, brillante vitrina de la globalización feliz, donde cohabitan cuadros e immigrantes, y la Francia periférica de las ciudades pequeñas, de las zonas rurales alejadas de los centros de empleo más dinámicos. De esta última, donde se concentra el 60 por ciento de la población, afirma Guilluy, nadie habla nunca. Olvidada y despreciada, esta Francia que vive en la precariedad social representa el objetivo perfecto para el FN.

El bipartidismo parece ya superado. Los resultados del FN en las pasadas municipales y europeas no hicieron sino refrendarse en las departamentales. El panorama político francés deberá adaptarse a partir de ahora al tripartidismo. Manuel Valls lo admitió implícitamente al hacer un llamamiento solemne para «cerrar el paso a la extrema derecha» y votar al candidato del centro-derecha en todas las confrontaciones con el FN en la segunda vuelta.

Redemonizar al Frente Nacional

El jefe del gobierno se atribuyó la no victoria del FN. Valls desempolvó todas las recetas anti-extrema derecha para redemonizar al Frente Nacional. La estrategia tenía el riesgo de convertir a Marine Le Pen en la protagonista de la campaña. Muchos de sus correligionarios de partido y de los intelectuales a los que abroncó por su mansedumbre con el FN se lo reprocharon. Valls sacó pecho para subrayar que «el FN no es el primer partido de Francia». Gracias a él, se sobreentiende. EL Partido Socialista, en todo caso, lleva encadenando malos resultados electorales desde 2012. En tres comicios se ha convertido en el tercer partido de Francia.

Valls y el Presidente François Hollande tienen un motivo, a pesar de todo, para no estar muy descontentos. Los resultados de esta primera vuelta demuestran que las formaciones a su izquierda, Frente de Izquierda y ecologistas no representan gran cosa si no se alían con el PS. La suma de todos los votos de izquierda expresados ayer igualaría a los del centro-derecha si hubieran concurrido unidos. Un argumento que Hollande piensa utilizar para recuperar a algunos de los verdes realistas en una futura remodelación del gabinete.

Victoria de Sarkozy

Nicolas Sarkozy, el líder de la centro-derechista Union por un Movimiento Popular (UMP), obtuvo una doble victoria: su partido fue el ganador de la primera vuelta con una holgura inesperada, aliados con los centristas de la Unión de Demócratas Independientes (UDI). Personalmente, el expresidente gana puntos contra sus rivales internos para la candidatura presidencial. Su estrategia electoral ha dado resultado. Sarkozy centró el grueso de su artillería contra el gobierno socialista. La nacionalización de las elecciones departamentales ha jugado en su favor. A diferencia de Valls, Sarkozy mantiene su idea de «ni-ni» para la segunda vuelta en los pocos cantones donde su partido ha sido eliminado: «ni apoyaremos a los candidatos del FN, con quien no tenemos nada en común, ni a los aspirantes del PS, cuya política combatimos», sentenció.

El establishment francés suspira aliviado. Los autodenominados partidos republicanos respiraban porque consideraban haber frenado el avance imparable del populismo. Demasiado pronto para alegrarse. El FN sigue ganando terreno, sus y está tejiendo la estructura a nivel nacional necesaria para lanzarse como alternativa real a las regionales de diciembre y, especialmente, a las presidenciales de 2017.

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