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El fin de la era norteamericana

En la historia de EEUU, de vez en cuando tenemos un final definitivo. El accidente de octubre de 1929 terminó con los locos años veinte, El día de la Victoria terminó con la Segunda Guerra Mundial. La retirada de las fuerzas de EEUU de Irak este mes, aunque menos dramática, también marca el paso de una era.Lanzada en 2003 con garantías de una rápida victoria, se ha puesto fin a la guerra casi nueve años más tarde con los Estados Unidos situados en un considerable declive. Llevada a cabo para demostrar nuestra supremacía, en su lugar, la guerra ha revelado los estrictos límites del poder estadounidense. Devastando las grandes expectativas que una vez se pensaron que iban a definir el futuro en la era de la post-Guerra Fría (…)

Así que la «guerra global contra el terrorismo» fue implícitamente –y también principalmente– una guerra de Estados Unidos por la preeminencia global, librada para validar las afirmaciones de consenso del Washington de la post-Guerra Fría. Eliminar cualquier duda sobre la determinación y la fuerza de EEUU se había convertido en un imperativo.Esto significaba desenvainar el puño oculto (…) Afirmar la primacía militar de EEUU era la clave para la defensa de las recetas ideológicas y económicas de EEUU. En todo el mundo, lo dicho por Washington se convertiría en ley.Desde esta perspectiva, la designación de Saddam Hussein como enemigo número uno tenía mucho sentido (…): el verdadero objetivo de la Operación Libertad Iraquí era demostrar que los Estados Unidos todavía marcaban el paso de la marcha de la historia. Para tales efectos, el destartalado régimen de Hussein presentaba un blanco ideal (…)

Después de Irak, el futuro ya no lleva la etiqueta «Made in EEUU» (…) A través de Asia, África y América Latina, el modelo norteamericano, hoy dañado y un poco más empañado, es sólo uno entre varios.(…) Mientras nosotros hemos estado haciendo la guerra, las potencias económicas han estado produciendo trigo, con frecuencia a expensas de Estados Unidos (…)

Las creencias originadas por el fin de la Guerra Fría –la democracia liberal triunfante, la globalización como el próximo gran triunfo y el dominio estadounidense afirmado por una nueva forma de guerra– han llegado a descansar en esa tumba sin nombre reservado para las ideas fracasadas. Los que promovieron y persistieron en la guerra de Irak usaron la pala que ayudó a cavar el agujero. Esto define su legado.

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