El Observatorio

El «fenómeno Larsson» arrasa en la Feria del Libro de Madrid

Ya va para dos años que toda España vive intrigada, sobrecogida y ensimismada por las aventuras y desventuras de Lisbeth Salander, la «heroí­na» creada por el escritor y periodista sueco Stieg Larsson, la protagonista esencial de una saga de «novela negra», inicialmente proyectada para diez capí­tulos, pero al que la muerte del autor, en 2005, ha dejado reducida a los tres primeros libros. De los dos primeros -«Los hombres que no amaban a las mujeres» y «La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina»- se han vendido en España ya un millón y medio de ejemplares. El tercero, que lleva por tí­tulo «La reina en el palacio de las corrientes de aire», se editará el próximo jueves: ante el clamor de la demanda, la editorial ha elevado esta primera edición hasta los 500.000 ejemplares.

Si Stieg Larsson hubiera escrito un sesudo ensayo olítico destinado a dejar bien claras y sentadas sus ideas políticas sobre Suecia, sobre la naturaleza de la clase dominante sueca, sobre la socialdemocracia, sobre el machismo, sobre la opresión de las mujeres en la sociedad sueca, sobre los vínculos entre el poder económico y el político, sobre cómo el Estado "fabrica" un proceso de culpabilidad contra alguien, con el concurso de los medios de comunicación, etc., probablemente hubiera vendido 500 o mil ejemplares, entre sus amigos y conocidos. Más o menos la tirada que tenía la revista que dirigía en Estocolmo, una revista dedicada a airear y denunciar los escándalos y corruptelas de la gran burguesía sueca, y que es el precedente claro y neto de la revista "Millenium" que da título a su saga.Pero Stieg Larsson ideó con los años una fórmula para que esas ideas no quedaran encerradas en ese pequeño círculo de conocidos "radicales", sino que pudieran llegar a millones de personas, que pudieran abrir los ojos a millones de personas acerca de la realidad en la que realmente viven. Lector infatigable, desde la adolescencia, de "novela negra", pronto se dio cuenta de que ese era el marco narrativo ideal para "destripar la realidad", para hacer una radiografía en profundidad de la gangrena social, para poner al desnudo los mecanismos reales que mueven la sociedad. Si quería poner en evidencia la naturaleza "criminal" de la clase dominante y del Estado, ¿qué mejor instrumento que la novela de criminales por excelencia, la "novela negra"?Con gran instinto, Larsson añadio además al "formato" de novela negra otro ingrediente de máxima utilidad para multiplicar el "impacto": emplear sin miedo alguno los recursos habituales del "best-seller", empezando por el recurso de una intriga absorbente, capaz de "encadenar" al lector al libro hasta el insomnio.Con todo, el recurso más poderoso iba a proceder de su propia imaginación: y es el personaje de Lisbeth Salander. Puesto que el objetivo capital de su saga iba a ser poner al desnudo todo el "sistema" (político, económico. social, ideológico y cultural), necesitaba una "heroína" que estuviera fuera del sistema y radicalmente enfrentada con él, una "heroína" que tuviera además los arrestos necesarios para luchar contra él por todos los medios. Una "heroína" ("hacker" informática, cuarenta kilos, tatuada y llena de piercings, inadaptada y rabiosa, una "sociópata" en el lenguaje de los servicios sociales) que no aceptara ningún compromiso con el sistema. Sólo desde esa contraréplica radical, sólo consiguiendo la "difícil" identificación del lector con una tal "heroína, es posible llegar a vislumbrar y acercarse a comprender la radicalidad del "mensaje" político e ideológico que Stieg Larsson intentaba hacer llegar y difundir con su obra.Porque no debe quedarles ninguna duda: la literatura de Larsson es, ante todo, literatura política de alto voltaje, literatura política con un contenido abiertamente revolucionario, eso sí, elaborada en el formato de la "literatura negra" y levantada con los recursos de un buen best-seller.De que esto es así da buena muestra el "desconcierto" y la mezcla de "odio" y "desprecio" con que tratan el fenómeno los llamados medios "progresistas" de nuestro país, afines a la socialdemocracia. Y es que a nadie puede gustarle, evidentemente, verse retratados como Larsson los retrata. ·

Deja una respuesta