El PT vence en la segunda vuelta

El «fazimento» de un nuevo Brasil

Importante. Muy importante el triunfo conseguido por el PT de Lula en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas. Y no sólo para Brasil. También para Iberoamérica. Y para el mundo entero. Dilma Rousseff, la candidata de Lula, barrió a su oponente, el conservador José Serra, por 12 puntos de diferencia y más de 11 millones de votos. Brasil mantendrá la lí­nea que en el curso de unos pocos años la ha convertido en una de las grandes potencias emergentes de planeta.

El rimer discurso de la nueva presidenta, nada mas conocerse los resultados, asume con firmeza el camino emprendido hace ahora ocho años de desarrollo, crecimiento económico y ascenso de su peso y su voz en el mundo “con nuestras propias políticas, nuestro propio mercado, nuestra propia pujanza y nuestras propias decisiones económicas”.Esa es la clave de todo el proceso de transformaciones que está sufriendo Brasil. Emprender un camino propio, pensar con la propia cabeza, andar con los propios pies. El gigantesco salto, los enormes avances conseguidos bajo el gobierno de Lula sólo han sido posibles en la medida en que Brasil ha empezado a conquistar cotas de independencia política y de autonomía en la toma de decisiones con respecto al hegemonismo norteamericano.Durante décadas, Brasil fue un gigante territorial y demográfico, pero un enano político y económico. Sus ingentes riquezas naturales tenían como contrapartida la pobreza y la miseria sin límites de la inmensa mayoría de la población. En el pasado, cada vez que Brasil intentó escapar a esta situación de dependencia y pobreza, los espadones dirigidos desde Washington cortaron de raíz el proyecto.Han tenido que juntarse unas condiciones excepcionales en el plano internacional –el ocaso imperial yanqui acelerado por el fracaso en Irak y el estallido de la crisis, unido a la emergencia imparable de China–, un liderazgo carismático, el de Lula, capaz de unir y movilizar a millones de brasileños, la convicción de una parte importante de la clase dominante brasileña de que era imposible aprovechar esas excepcionales condiciones en medio de un océano insufrible de desigualdades sociales, y un entorno regional favorable, con la consolidación de un frente antihegemonista de izquierdas encabezado por Venezuela, para que Brasil iniciara su despegue.Como ha dicho muy acertadamente el padre de la teología de la liberación, Leonardo Boff: “bajo la administración del presidente Lula se han acometido transformaciones sin precedentes en nuestra historia. Transformaciones que se derivan de un proyecto político que decidió poner a la nación por encima del mercado, lo que dio centralidad a lo social y lo popular, integrando con éxito a millones de personas, antes condenadas a la exclusión y a morir prematuramente. A pesar de los obstáculos que tuvo que asumir de la macroeconomía neoliberal, no se doblegó a los dictados provenientes del FMI, el Banco Mundial y otros organismos que controlan el curso de la globalización económica. Abrió un camino propio, tan sostenible que ha tenido éxito frente a la profunda crisis económica y financiera que diezmó a las economías desarrolladas y que, debido a la creciente escasez de bienes y servicios naturales y el calentamiento global está poniendo en tela de juicio la reproducción misma del sistema capitalista”.A pesar de los errores e insuficiencias ocurridas durante su gobierno, que es importante reconocer y corregir, estos 8 años de la historia de Brasil han supuesto el inicio de unas transformaciones capaces de reestructurar la vida entera del país de una manera consistente con sus necesidades nacionales más amplias y con las profundas aspiraciones de la gran masa de su población. Los cambios impulsados por Lula han ido dirigidos a satisfacer las necesidades más básicas de comer, vivir, trabajar, estudiar,… Cosas tan elementales, pero que hasta ahora estaban negadas a millones y millones de brasileños, como tener electricidad, agua corriente o asistencia médica se han llevado a cabo en gran medida y a gran escala.Con Lula, Brasil recuperó su dignidad nacional, se atrevió a emprender su propio rumbo, a decir no a los grandes poderes mundiales, a establecer sólidas relaciones de unidad, amistad y beneficio mutuo con sus vecinos y con las otras naciones emergentes. Este legado, de un valor incalculable para el pueblo y para la nación, debe ahora consolidarse y ampliarse en el tiempo. Este es el principal significado de la victoria de Dilma Rousseff. Y el principal desafío para la nueva presidenta: avanzar en el “fazimento” de este nuevo Brasil.

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