Hundimiento del PSOE

El factor Rubalcaba

Mientras que Obama, Merkel y el FMI quieren que Zapatero culmine la legislatura y haga las reformas (los recortes) que le han ordenado hacer, el aparato socialista -que ya ha impuesto a Rubalcaba como última trinchera para evitar un cataclismo aún mayor- teme que la agoní­a de Zapatero y las consecuencias sociales de las nuevas medidas hundan por completo al partido, y piensa ya en un adelanto electoral.

El 22-M no fue un tsunami del PP (el PP asó del 35,62% al 36,83% de los votos). Fue la debacle absoluta de Zapatero y, con él, la del PSOE, que obtuvo los peores resultados del partido desde 1977, rompió por abajo su “suelo electoral” (los socialistas nunca habían obtenido menos del 30% en unas municipales), dejó al PSOE sin el control de ninguna ciudad importante de España, fulminó buena parte de su poder autonómico, y ha puesto “en la calle” a más de 3.500 altos cargos electos, de forma directa, y previsiblemente a decenas de miles indirectos (asesores, consejeros, etc.): un verdadero hundimiento que, además, ha dejado muy tocados los potentes “diques” del PSOE como recipiente del voto útil de la izquierda “para parar al PP”, lo que, de no mediar un cambio significativo en el PSOE (de liderazgo, de línea, de estrategia…) podría seguir ahondando aún más la debacle y acabar dañando seriamente al PSOE como pilar básico y esencial del régimen actual y como grupo o alternativa de poder.Esta cruda realidad, que se ha ido abriendo paso como evidencia clamorosa conforme la onda del 22-M se hacía más y más expansiva, dio pie al “golpe de mano” interno que entronizó a Rubalcaba como candidato único, precipitando la renuncia de Chacón, la supresión de las primarias y el cierre de filas de todo el partido en torno al “nuevo” hombre fuerte.No obstante, la pregunta que ha quedado flotando en el ambiente tras ese drástico golpe interno es: ¿basta con eso? ¿Puede el PSOE contener su hemorragia mientras Zapatero continúe en el poder “profundizando” las reformas que le han llevado al desastre? ¿No es un suicidio, que puede incluso acabar enterrando las ya escasas posibilidades de Rubalcaba de impedir la bancarrota completa?Estos interrogantes, que están decantando ya a algunos barones socialistas a pedir “elecciones anticipadas” (hasta ahora ésta era sólo una demanda del PP, o de ciertos sectores del PP), han acabado por abrir paso a un nuevo dilema político, que ocupa ya el centro de la agenda política del país.Por una parte, Obama, Merkel y el FMI desean y apoyan que Zapatero culmine la legislatura (es decir, aguante hasta marzo de 2012, pese a lo precario de su situación) para que lleve a cabo, dócilmente, como lo viene haciendo, el plan de saqueo general del país, y especialmente el conjunto de “reformas” que aún faltan por llevar a cabo: culminar la “reforma financiera” con la venta de las cajas al capital internacional a precio de saldo (y después de sanearlas con fondos del FROB), culminar una “reforma laboral” que no sólo abarate aún más el despido sino que dé un golpe mortal a la negociación colectiva (eliminándola donde sea posible, o reduciéndola al ámbito de las empresas, para que favorezca la imposición de los criterios empresariales), que adelante todo lo que pueda en otra “reforma de las pensiones” (la de los 67 años sólo ha sido el primer paso), que vuelva a subir el IVA, que empiece a meter la tijera en los déficits de las autonomías, etcétera, etcétera. En definitiva, que ya que es un cadáver político, acaba chamuscándose por completo, pero deje ya aprobadas, resueltas y en funcionamiento el conjunto de medidas destinadas a rebajar la renta disponible de los españoles entre un 30 y un 40%. Esto es lo que, en principio, han venido apoyando EEUU, Alemania y el FMI, y lo que reafirman una y otra vez las delegaciones que, cada semana, visitan España para controlar, fiscalizar y exigir el cumplimiento efectivo de sus planes.Pero el cumplimiento de estas intenciones plantea un evidente problema: y es que el PSOE puede llegar a marzo de 2012 con una intención de voto por debajo del 25%. Y con un candidato completamente quemado. Lo que representaría un golpe durísimo para el PSOE; y, más allá de eso, el debilitamiento extremo de uno de los dos pilares en que se asienta la estabilidad del régimen actual, y, por otro lado, el riesgo añadido de que el PP obtenga una mayoría tan rotunda y consistente que (como ya ocurrió en la segunda legislatura de Aznar) se acabe convirtiendo en un quebradero de cabeza para los intereses de Washington y Berlín.Ante el riesgo más que obvio de una deriva así, se está produciendo ya una reacción en el seno del PSOE (que ha empezado con unas declaraciones del defenestrado Barreda, ex presidente de Castilla La Mancha, y portavoz sotto vocce del presidente del Congreso, José Bono) planteando la necesidad y la conveniencia de adelantar las elecciones, con el fin, precisamente, de evitar ese doble riesgo: que el partido cargue con las previsibles consecuencias adversas de las nuevas medidas antipopulares que van a tener que tomar en los próximos meses (y que ya están llamando a la puerta, con una nueva subida del diferencial de la deuda hasta la cota más alta de la historia reciente, los nuevos ataques de “los mercados” y el inevitable “nuevo rescate” de Grecia): y que, como consecuencia de ello, Rubalcaba quede seriamente dañado, incluso inmolado, como dique capaz de contener, al menos, el hundimiento del PSOE. También, como motivo de fondo, está la especulación de que, aunque se pierda el gobierno (lo que parece inevitable a día de hoy), sería mejor para el PSOE que sea el PP el que corra a cargo de las nuevas e impopulares medidas que se van a ver obligados a tomar, lo que haría caer sobre ellos el peso del desgaste, y permitiría una más rápida recuperación del partido.Por otro lado, está un factor que escapa en principio a su control: la opción que tomen los nacionalistas vascos y catalanes (PNV y CiU), sin los cuales el PSOE está en minoría en el Congreso. De momento, tanto unos como otros juegan a sacar partido de su indecisión, aunque los acuerdos conseguidos en Cataluña por CiU y el PP bien podrían marcar un “cambio de ciclo” en el terreno decisivo de las alianzas políticas.En plena visita a España de una delegación del FMI, con el diferencial de la deuda en máximos, el asunto de las cajas sin acabar de resolver y la reforma laboral aún incompleta, Zapatero ha salido a la palestra a negar categóricamente que vaya a haber un adelanto electoral y que, sean cuales sean las circunstancias, agotará la legislatura y culminará las reformas.Pero la palabra de Zapatero cotiza ya muy a la baja. La noche del 22-M aún defendió la necesidad de primarias. Siete días después, tras el motín de los barones, se desdecía de la propuesta y nombraba “ a dedo” a Rubalcaba como candidato “único”.La cuestión central y clave es si, en definitiva, el coste de mantener a Zapatero nueve meses más en el poder, a pesar de serles muy rentable “en el corto plazo” (su capacidad para doblegarse es proverbial), podría no obstante causar destrozos a medio y largo plazo de difícil solución, sobre todo si el PSOE acaba sufriendo daños de difícil reparación, el PP se instala en una cómoda mayoría absoluta y el sistema –que necesita de dos pilares sólidos para mantener en pie al régimen– se desequilibra radicalmente. La ambición de sacar tajada de inmediato, por parte de EEUU, Alemania y el FMI, puede acabar acelerando una crisis de consecuencias imprevisibles.

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