Estallido social en Tailandia

El ejercito en las calles

Los enfrentamientos entre el ejército y los manifestantes, que empezaron al alba cerca del cruce estratégico Din Daeng de la capital tailandesa antes de extenderse a otros puntos de la ciudad, causaron al menos 113 heridos.

Miles de manifestantes antigubernamentales se enfrentaron ayer a militares armados y a vecinos de Bangkok, en una jornada de choques callejeros que causaron dos muertos y 113 heridos en la caital de Tailandia. A última hora del dí­a, los soldados tailandeses, armados con fusiles automáticos, obligaron a los manifestantes a replegarse hacia las inmediaciones de la sede del gobierno en Bangkok, su base de operaciones.El ejército, que advirtió que recurrirí­a «a todos los medios disponibles para restablecer el orden», replicó con disparos de advertencia y gases lacrimógenos a las bombas molotov y los adoquines arrojados por los manifestantes, partidarios del exiliado ex primer ministro Thaksin Shinawatra.En un discurso televisado, el primer ministro tailandés, Abhisit Vejjajiva, dio «casi por concluida» la misión de las fuerzas de seguridad para restablecer el orden. «La mayorí­a de los disturbios fueron erradicados, excepto la manifestación cerca de la sede del gobierno», afirmó. Satit Wonghnongtaey, de la oficina del primer ministro, confirmó que un hombre de 54 años murió por disparos en un enfrentamiento que estalló cerca de la sede del gobierno entre los manifestantes y residentes en el vecindario. Poco después, un responsable del hospital Sua Chiew informó que un hombre de 19 años falleció por un disparo en el abdomen.Horas antes, un edificio del Ministerio de Educación y siete autobuses fueron incendiados cerca de la sede del gobierno, frente a la cual se congregaba el grueso de los manifestantes, de acuerdo con un testigo.Un portavoz de la policí­a de Bangkok mostró a la televisión restos de proyectiles hallados en la zona y pidió a los residentes que no se conviertan en patrullas de vigilancia. «Los vecinos no deberí­an implicarse, y no deben salir y luchar por su cuenta. La policí­a se hará cargo de la seguridad», advirtió.Los enfrentamientos entre el ejército y los manifestantes, que empezaron al alba cerca del cruce estratégico Din Daeng de la capital tailandesa antes de extenderse a otros puntos de la ciudad, causaron al menos 113 heridos, entre ellos 23 militares, según los servicios de emergencia y el gobierno. Durante todo el dí­a, los opositores, partidarios del ex primer ministro exiliado Thaksin Shinawatra, lanzaron cócteles molotov y adoquines y quemaron autobuses. El ejército, que advirtió que recurrirí­a «a todos los medios disponibles para restablecer el orden», replicó con disparos de advertencia y gases lacrimógenos.El ex primer ministro Thaksin acusó a las autoridades de falsear el balance de las reyertas y aseguró a la televisión CNN que «hay varios muertos». Abhisit decretó el domingo el estado de excepción, tras varias semanas de manifestaciones de los «camisas rojas» seguidores de Thaksin, que reclaman la renuncia del jefe de gobierno y la convocatoria de elecciones anticipadas.Es la primera vez que las fuerzas tailandesas de seguridad reprimen a manifestantes desde la instauración el domingo del estado de excepción en la región de Bangkok por tercera vez en menos de ocho meses.La capital tailandesa debí­a celebrar ayer la fiesta de Songkran, durante la cual la gente dispara con pistolas de agua. Pero ayer habí­a poca gente en las calles, muchos negocios estaban cerrados y otros imponí­an medidas de seguridad en la entrada.El sábado, miles de manifestantes obligaron a anular una cumbre asiática al asaltar el hotel de la ciudad balnearia de Pattaya (sur) y los dirigentes que participaban en la reunión tuvieron que ser evacuados en helicópteros. La tensión creció el domingo con el arresto del lí­der de los manifestantes de Pattaya, el ex cantante pop Arisman Pongreungrong.Los camisas rojas tomaron las calles para demandar la renuncia del gobierno, la disolución del Parlamento y la restauración de la Constitución de 1997, y apoyan a Taksin Shinawatra, el ex gobernante derrocado en 2006 por un golpe de Estado tras el cual quedó derogada esa Carta Magna.Abhisit declaró también hoy que no dialogará con Taksin, quien desde el exilio hace llegar a sus seguidores alocuciones diarias por ví­a telefónica y anunció retornarí­a al paí­s para encabezar las demostraciones.La polarizada sociedad tai tiene uno de sus extremos en Abhisit, nacido en Londres, educado en Oxford y respaldado por la elite del paí­s, quien asumió la jefatura del gobierno en diciembre último por voto parlamentario, luego de la caí­da de dos gabinetes salidos de las urnas, al calor también de violentas protestas de sectores conservadores.En el otro polo está Taksin Shinawatra, un multimillonario magnate de las telecomunicaciones que llegó al poder en 2001 y ha sido el único gobernante reelecto para un segundo mandato en la historia nacional, interrumpido por la asonada castrense.La escena tailandesa denota anarquí­a. Voceros del FUDD afirmaron que la violenta escalada de sus protestas nunca figuró en sus planes y opinaron que ya el Frente no está en control de los manifestantes, enardecidos por la arremetida de las tropas, según declararon a emisoras radiales de la región.Los seguidores de Thaksin Shinawatra se agrupan en el Frente Unido por la Democracia y se caracterizan por vestir camisetas rojas. Se trata fundamentalmente de campesinos y sectores de clase baja urbana que se beneficiaron de las polí­ticas populistas que implementó el ex primer ministro durante sus cinco años de gobierno. Desde marzo de este año, los manifestantes han protagonizado protestas frecuentes en las afueras de las instituciones del Estado y en varias ocasiones han impedido reuniones del gabinete de gobierno.Por lo demás, en la crisis polí­tica y social que enfrenta Tailandia convergen, además de factores particulares que la hacen especialmente explosiva, otros elementos que proliferan por todo el orbe y que merman las perspectivas de estabilización, como la pobreza y la injusticia social. De tal forma, las recientes expresiones de descontento pueden interpretarse como un rechazo de los sectores menos favorecidos de ese paí­s hacia una clase polí­tica asociada con la monarquí­a, el ejército y los estamentos privilegiados de la sociedad, y si los tailandeses pobres expresan hoy su apoyo al ex primer ministro Thaksin Shinawatra no se debe tanto a que éste sea percibido como una esperanza de transformación social o de renovación moral de la elite gobernante, sino a que su administración, pese a estar involucrada en escándalos de corrupción y de tráfico de influencias, logró concretar polí­ticas que paliaron en alguna medida el deterioro en sus condiciones de vida, como la concesión de créditos a los campesinos y la creación de servicios de salud pública.

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