Turquí­a y su ingreso en la UE

El eje Franco-Alemán congela la adhesión de Turquí­a

El presidente de EE UU, Barack Obama, pidió a los jefes de Gobierno de los Veintisiete que acepten la adhesión de Turquí­a a la Unión Europea (UE). Este punto fue uno de los puntos en los que hubo fricción durante la Cumbre UE-EE UU celebrada en Praga en el mes de Abril, ya que el presidente francés, Nicolas Sarkozy, mostró inmediatamente su oposición a la entrada de Turquí­a en la UE.

«Siemre me he opuesto a esta adhesión y lo mantengo», declaro el mandatario francés en declaraciones a la cadena francesa TF1. Sarkozy señalo que su posición es la misma que defiende una «inmensa mayorí­a» de los estados de la UE. «Yo trabajo codo con codo con Barack Obama, pero tratándose de la UE, corresponde a los Estados miembros decidir», ha añadido el presidente de Francia.Por su parte, la canciller alemana, Angela Merkel, aseguro que estrechar los ví­nculos entre la UE y el mundo musulmán es un interés común. Sin embargo, Merkel señalo que no está clara cuál será la forma de conexión entre Bruselas y Ankara en los próximos años, en referencia a una forma de relación privilegiada, la fórmula que defienden los conservadores franceses y alemanes para resolver las relaciones entre Turquí­a y la UE.La incorporación de Turquí­a a la UE cuenta con el apoyo de EE UU desde que comenzaron las negociaciones.»Serí­a una manera de anclar a Turquí­a firmemente en Europa», ha dicho Obama. Sin embargo, varios paí­ses europeos se oponen a la idea, como Alemania y Francia, algo que ha quedado patente cuando el presidente francés, Nicolás Sarkozy, ha vuelto a exponer su opinión desfavorable.Desde diciembre de 1999, fecha en la que se le concedió el estatuto de candidato, esperaba Turquí­a un gesto contundente de la Unión que alentara sus aspiraciones europeí­stas. Ese gesto llegó en diciembre de 2002, cuando el Consejo Europeo acordó que si el paí­s cumplí­a los parámetros polí­ticos exigidos antes de diciembre de 2004, la UE accederí­a a iniciar «sin demora» las negociaciones de adhesión.Desde entonces, Turquí­a fijó el rumbo hacia los «criterios de Copenhague» -las exigencias de la UE- y se esmeró en los progresos hacia la consolidación de su democracia y de su Estado de derecho. La entrada de Turquí­a a la Unión Europea costarí­a al resto de socios comunitarios entre 16.500 millones y 27.900 millones de euros al año, entre el 0,1% y el 0,17% del PIB de la UE a 25, según un informe de impacto realizado por la Comisión Europea. Por lo que se refiere a su papel en las instituciones, la llegada de Turquí­a»afectarí­a significativamente» al reparto de escaños en la Eurocámara de los actuales Estados miembros, en particular para los paí­ses medianos y grandes, ya que no se puede superar el lí­mite de 750 escaños. En el Consejo, Ankara tendrí­a una voz destacada en la toma de decisiones, ya que su enorme población de 80 millones de habitantes «se reflejarí­a en el sistema de voto» de doble mayorí­a de Estados y de población por delante incluso de Alemania.Sarkozy volvió a la carga esta semana expresando con más contundencia su rechazo a la incorporación turca, una cuestión central en su visión sobre el futuro de la Unión. «Europa debe parar de diluirse en sí­ misma en una ampliación infinita. Europa debe tener fronteras, Europa debe tener lí­mites», declaró el presidente francés.Merkel también cargó su discurso: «No tiene sentido que la UE siga ampliándose si no tiene capacidad para actuar». Para ambos, el futuro de Turquí­a, más que por la membresí­a plena en la UE, pasa por un Acuerdo de Asociación Privilegiada. Un instrumento que Europa ya ha utilizado para estrechar lazos con paí­ses como Marruecos.El clima de emergencia económica se ha impuesto por encima de cualquier otra consideración y quienes eran más renuentes a la hora de incrementar el gasto público para hacer que vuelva el crecimiento económico (Angela Merkel) han terminado por acometer planes ingentes de gasto, y quienes desafiaron a la opinión pública negándose a rescatar a sus bancos con dinero público (Banco de Inglaterra) han tenido que terminar por nacionalizar parcialmente su sistema financiero.Mientras la poderosa Alemania tení­a el privilegio dudoso de ser el domicilio de los primeros bancos quebrados en esta crisis o la financiera Inglaterra el dudoso honor de haber vivido el único pánico desde la Gran Depresión, ni Benelux, ni Francia ni Italia se han salvado. Ni se esta salvando España, por la magnitud de su problema inmobiliario.El gobierno Alemán opta por no dedicarse a aventuras dado que auque ha tenido que salir al rescate de alguno de sus bancos, es la economí­a menos endeudada de Europa y los efectos adversos que sufre son debido a la bajada de las exportaciones no a contradicciones estructurales en su economí­a.La cuestión de fondo de la firme oposición del eje franco-alemana es el temor a la pérdida de cuota de poder. Con el nuevo Tratado de Lisboa, la población pasará a ser un elemento determinante para medir la importancia de cada paí­s en la UE. La gran conquista del eje franco-alemán en el nuevo tratado, sobre todo para Alemania que es nada menos que el reconocimiento a su mayor peso tras la reunificación, se desvanecerí­a a la luz de la bomba demográfica que representa Turquí­a. Alemania y Francia ante la ampliación tendrí­an que aportar ingentes cantidades de recursos a los fondos de cohesión, aparte de lo que ya están gastando en los planes de rescate. Eso les llevarí­a a un nivel de endeudamiento, en el que peligrarí­a hasta el mismo Euro. Pero por otra parte si no va al rescate del este y de los Balcanes, el estallido de estas economí­as pondrí­a en peligro al mismí­simo banco central Europeo.De momento Merkel ha afirmado que hasta que el tratado de Lisboa no este aprobado no se puede hablar de ampliación y que el único paí­s con visos cercanos a la entrada es Croacia, una economí­a abducida por la Alemana. Y menos hablar del ingreso de Turquí­a, muy recomendado por Obama, pero con el rechazo de Francia y Alemania.

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