La primera de las citas electorales que afrontará el país este año certificó en parte el escenario político que refrendaban los diferentes estudios demoscópicos desde hacía meses. Los votantes andaluces determinaron un Parlamento regional fragmentado en el que las combinaciones para formar mayorías estables de gobierno serán complejas. El PSOE de Susana Díaz ganó los comicios y logró revalidar el apoyo de 2012. Esos 47 escaños son más de lo que se les presumía y el mérito personal de la presidenta de la Junta parece incuestionable, pues logró parar el golpe e invertir un estado de opinión derrotista. El PP de Juan Manuel Moreno Bonilla fracasó. Sus 33 escaños, que supusieron una pérdida de 17, no admiten otra catalogación. Es un pésimo resultado sin matices ni paños calientes.
Podemos y Ciudadanos llegan por primera vez a la Cámara andaluza, e Izquierda Unida, el que fuera el socio de gobierno de Susana Díaz en la última legislatura, cosechó un pobre resultado con un desplome de siete parlamentarios que la margina hasta una posición casi irrelevante.
Con este escenario, la primera lectura de los comicios es que estamos sobre todo ante el triunfo personal de Susana Díaz, que se sobrepuso a un partido con problemas no menores y a unas circunstancias de gobierno nada sencillas en medio de una adversidad económica determinante y la tensión con la dirección federal de su partido. Sin duda, su liderazgo político sale reforzado con un triunfo de evidente proyección nacional. En su haber cabe también reconocer que ha logrado frenar el efecto Podemos, que, con sus 15 escaños, se quedó lejos del arrollador papel que algunos pronosticaban e incluso del que los dirigentes populistas esperaban, con lo que se constata que el partido de Pablo Iglesias está sobrevalorado en los sondeos. Ahora, Susana Díaz tiene por delante el desafío y la necesidad de asegurarse el apoyo parlamentario que necesitará ante lo que se le viene encima, pues, como en 2012, está a ocho escaños de la mayoría absoluta y las combinaciones no parecen tan claras, a priori.
Para los populares, el peso de la crisis, que distorsionó los equilibrios electorales, la irrupción de Ciudadanos y una deficiente política de comunicación han pesado en sus resultados, aunque no sólo eso. Deben reflexionar sobre la necesidad de recuperar ciertos valores perdidos, algo que su electorado ha castigado. Con todo para los intereses generales de Andalucía, la clave de la nueva legislatura será que esté presidida por la estabilidad política que permitirá explotar al máximo el entorno de bonanza económica que se presagia. Se trata de contar con un Gobierno consistente que se centre en los grandes problemas y rehúya el cortoplacismo, la trinchera, la pancarta y el eslogan. De no ser así será imposible que Andalucía abandone el furgón de cola de España y de Europa.