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El duro invierno de Madrid

Dos asuntos encabezan desde hace cinco meses la agenda política española: el incierto paseo del Gobierno sobre el alambre de la financiación de la deuda y el giro soberanista de Catalunya. Dos preguntas: ¿Deberá España finalmente pedir rescate? ¿Qué pasará en Catalunya?La primera pregunta no tiene aún respuesta. Ni parece que la vaya a tener en las próximas semanas. Mariano Rajoy y su equipo económico -con el visto bueno de las autoridades alemanas- están dispuestos a demorar todo el tiempo que sea posible la petición de rescate de España, con la esperanza de un paulatino y gradual enfriamiento del diferencial con el bono alemán, gracias a la ingeniería del Banco Central Europeo y a una mayor estabilidad del cuadro internacional y europeo. Al respecto, las próximas elecciones legislativas en Italia (24 de febrero) serán de gran importancia.La prima de riesgo bajó de los 400 puntos el pasado 12 de septiembre (curiosamente, un día después de la gran manifestación de la Diada de Catalunya) y se está manteniendo por debajo de esa cota. Ayer cerró en 366 puntos. Tras convertirse en un foco obsesivo, la prima ha dejado de ser asunto de conversación habitual. El Gobierno se sentiría a salvo por debajo de los 300 puntos. En esa cota, la financiación de la deuda española en los mercados dejaría de ser problemática.La segunda pregunta tampoco tiene una respuesta clara desde el 12 de septiembre. La corriente soberanista catalana es fuerte y tiene una mayoría nominal en el Parlament, pero los electores no dieron a Artur Mas la fuerza excepcional que reclamaba para Convergència i Unió. Perdió 12 diputados. Del resultado de las elecciones catalanas se deduce un cierto deseo de rectificación a la izquierda, como ha sucedido en Francia y como puede ocurrir en Italia. Catalunya ha mostrado sin tapujos toda su complejidad interna y los resortes oficiales y oficiosos del Estado están actuando en consecuencia. Frame dominante: Catalunya igual a corrupción. Borradores policiales de los que nadie se hace responsable y hechos objetivos. Unió Democràtica, primer partido que pacta con la Fiscalía una condena por malversación de fondos públicos (388.000 euros). Aceptación implícita del delito en un momento de fortísima irritación social. Creciente presión sobre Josep Antoni Duran Lleida, el hombre que podría llegar a bloquear la cristalización de la mayoría soberanista en el Parlament. Expectación creciente ante el desenlace judicial del caso Palau de la Música. Catalunya, incierta. Muy incierta.Un tercer vector, sin embargo, emerge en la política española: el creciente deterioro de la situación política y social en Madrid, como consecuencia de la crisis, de algunas de las iniciativas que se intentan llevar a cabo en su nombre (privatización de servicios públicos), de la gestión errática de episodios de alta sensibilidad (la tragedia en el Madrid Arena), más las incesantes tensiones entre alcaldía y presidencia regional, ahora personificadas por Ana Botella e Ignacio González, sucesores de Alberto Ruiz-Gallardón y Esperanza Aguirre, que aún no han verificado su peso en las urnas. Madrid es hoy el centro de la protesta social en España, como lo fue Barcelona hace un año, cuando Artur Mas acometió los primeros recortes de envergadura en Catalunya, con espíritu jansenista (corriente católica que se aproximó a la severidad protestante en el siglo XVII) y, en algunos momentos, prusiano. La capital del No es ahora Madrid. El combate de los médicos contra el plan de privatización de seis hospitales y 27 centros de salud ha alcanzado unas dimensiones que ninguna otra protesta anterior había tenido en la capital de España. La marea blanca supera con creces la marea verde de hace un año (protesta de los docentes) y está teniendo un fuerte eco en sectores de la clase media alejados tradicionalmente de la izquierda. 322 jefes de centros de salud han renunciado al cargo después de cinco semanas de huelgas intermitentes. Cualificados observadores del centroderecha dan por perdida la batalla de imagen. El Gobierno regional no ha sabido explicar sus planes. Hay en el aire un aroma de thatcherismo a destiempo. Médicos en la calle, protestas airadas en los juzgados, zozobra en el Ayuntamiento, el Congreso de los Diputados vacío por las vacaciones de enero. Días de niebla y de frío. Un duro invierno en Madrid. Duro invierno en el Bernabeu, pero esa ya es otra cuestión.A la difícil coyuntura se sumó ayer por la tarde la dimisión del vicealcalde de Madrid, Miguel Ángel Villanueva, como consecuencia de la tragedia en la fiesta del Madrid Arena en la que perdieron la vida cinco jóvenes. Villanueva, antiguo colaborador de Ruiz-Gallardón, era el hombre fuerte del gobierno municipal. La alcaldesa ha tenido que dejarlo caer para aligerar la presión. El clima empezó a cambiar hace nueve meses con el hundimiento de Bankia. Desde entonces hace frío en Madrid.(Y el PSOE, lejos de emerger como alternativa, viste abrigo remendado).

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