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El domicilio de la CIA en España

La séptima planta del edificio de la Embajada estadounidense en el número 75 de la calle de Serrano de Madrid, desde hace 50 años, son los ojos y los oídos del espionaje norteamericano en España. En sus oficinas, orientadas hacia la Plaza de Colón, trabajan una veintena de agentes de la CIA (Central Intelligence Agency/ Agencia Central de Inteligencia) que no necesitan ya esconderse ni vivir en la clandestinidad, como en tiempos pasados, porque mantienen una excelentes relaciones con los servicios secretos del CNI (Centro Nacional de Inteligencia). Tanto es así que todos los años suelen invitar a sus colegas españoles a la celebración de su Fiesta Nacional, el 4 de julio.

A simple vista, con una decoración muy a la americana, modesta y discreta, la sede de la CIA en Madrid pasaría por unas insulsas y aburridas oficinas administrativas, pero no es así: se trata de uno de los centros de poder del servicio secreto más poderoso del mundo. Desde esas instalaciones la CIA ha jugado un gran papel en nuestra historia reciente: instalación de las bases, asesinato de Carrero Blanco, apoyo al príncipe Juan Carlos, inicio de la Transición, victoria de Felipe González en Suresnes, intento de golpe de Estado del 23-F, entrada en la OTAN, lucha contra ETA y el yihadismo islámico, y más recientemente, el espionaje a través de los satélites de la NSA.

La delegación de la CIA en Madrid no supera las dos docenas de funcionarios, todos ellos dirigidos por un jefe de antena que ocupa el despacho 705 de esa planta y que pasa totalmente desapercibido en la vida interna de la Embajada. Toda esa zona del edificio, que da los jardines y a la Castellana, es un territorio restringido desde donde se salvaguardan los intereses de EEUU en su política internacional. Gran parte de la documentación reservada ocupa unos archivos metálicos, blindados, que se cierran verticalmente con unas barras que disponen de unos candados con claves secretas.

Cerca de los despachos de los agentes secretos destaca la cámara Faraday, una sala totalmente aislada y protegida de grabaciones externas. Las embajadas norteamericanas suele disponer de estos habitáculos para poder eludir el espionaje de los servicios de información de otros países. Está construida con paneles blindados y a prueba de fuegos, gases, inundaciones, radiaciones y perturbaciones electrónicas, entre otras. Un lugar ideal para desarrollar el espionaje y el contraespionaje con todas las garantías y sin contratiempos.

En el terreno que hoy ocupan los espías norteamericanos se encontraba el Palacio de la Huerta, que pertenecía al marqués de la Puente y Sotomayor, que cedió a su hija cuando se casó con Cánovas del Castillo. Por ello, en ese palacio se montó la capilla ardiente con los restos del presidente español tras ser asesinado en el balneario guipuzcoano de Santa Agueda.

La sede de la NSA

Los espías de la CIA también disponen en Madrid de dos oficinas pantalla desde donde realizan operaciones encubiertas y dan cobijos a agentes desplazados a la capital para realizar misiones puntuales. Los espías norteamericanos llegan en equipos desde Langley, la sede de la CIA en Virginia (EEUU) o desde otros puntos de Europa, para realizar trabajos específicos. Una vez concluida la tarea regresan a sus destinos, a veces, sin tener que pisar la séptima planta de la calle de Serrano, por medidas de seguridad. Los agentes que participaron en Palma de Mallorca en los conocidos como vuelos de la CIA no necesitaron pasar por la delegación de Madrid.

Los espías del servicio de inteligencia norteamericano comparten espacio con sus hermanos de la agencia NSA (National Security Agency/Agencia Nacional de Seguridad), la responsable de buscar y administrar la información obtenida a través de las telecomunicaciones. La delegación de la NSA en España está representada por un agente, que hace de enlace con el CNI, con quien tiene firmado un protocolo de acción. De esa estrecha relación, por la que comparten fines y contenidos, han surgido las denuncias sobre las intervenciones telefónicas, según se desprende de los papeles del exconsultor tecnológico de la NSA Edward Snowden.

El protagonismo de la CIA y la NSA en la vulneración de derechos ciudadanos en el espionaje internacional ha arrastrado también consigo a sus socios del CNI, que han sido tachados de «colaboradores necesarios». El general Félix Sanz Roldán, director del CNI, rechazó estas acusaciones en el Congreso, negando el espionaje a políticos y empresarios españoles, pero quedan «muchos aspectos por aclarar», según fuentes de exagentes del Centro.

La séptima planta del edificio de Serrano concentra la actividad de los servicios secretos norteamericanos. Los agentes de la CIA prefieren utilizar la Embajada como cobertura diplomática en lugar de actuar desde la sede de una empresa multinacional. En la delegación diplomática se sienten más seguros y con una mayor protección jurídica. Aunque eso no implica que cierren las puertas a la colaboración exterior. La delegación del espionaje americano también cuenta en España con una red de colaboradores, unos en nómina, otros a tiempo parcial, que complementan el campo de conocimiento. Los expertos calculan que en la actualidad cuentan en España con cientos de colaboradores y simpatizantes. La antena de Madrid desde la Segunda Guerra Mundial ha sido una de las más activas de Europa. Ultimamente, centran su actividad en información económica y tecnológica, además de en los grupos yihadistas que se mueven por España. No hay que olvidar que Mohamed Atta pasó por nuestro país unos días antes de chocar su avión contra una de las Torres Gemelas de Nueva York.

No siempre la conducta de los agentes estadounidenses ha sido de buena entente. Se han extralimitado en sus funciones en territorio español y para ello necesitaban una pantalla legal. Los agentes secretos se escondían detrás de la cobertura de diplomáticos, mucho de ellos agregados, ayudantes o empleados de la Embajada o funcionarios del Departamento de Estado. Desde hace años, se preocupan menos por lograr una pantalla para ocultar sus actividades en el país de residencia porque las relaciones con los servicios de información del país de acogida son fluidas y directas. Las relaciones entre la CIA o la NSA con los agentes del CNI o de la policías y Guardia Civil suelen ser transparentes, alejadas de la clandestinidad de los años de la postguerra europea o durante los años del franquismo o la guerra fría. «Antes los jefes de la estación de la CIA en Madrid se hacía pasar por primer secretario o cónsul. También pasaban por diplomáticos o militares para poder tener acceso a los objetivos que buscaban, sobre todo políticos locales, líderes de la oposición, dirigentes sindicales, a militares y a potenciales agentes», señala Alfredo Grimaldos, autor del libro de La CIA en España.

Para el periodista español, que dispone de información de primera mano de exagentes de la CIA que operaron en España, los servicios secretos norteamericanos llegaron a disponer en nuestro país, a mediados de los 80, de alrededor de mil quinientos agentes y colaboradores: «La estación de Madrid controlaba, y controla, toda una red cualificada en sectores periodísticos, profesionales, políticos o militares a los que cuida con mimo, con atenciones y obsequios. Los agentes activos son los menos numerosos, pero se esfuerzan por controlar a los durmientes, aquellos que responden ante necesidades informativas muy concretas».

«Las grandes multinacionales españolas que tienen presencia en todo el mundo como Repsol, Indra, Telefónica o Santander son objetivos de las actividades de la CIA o de la NSA. Están agujereadas por infiltrados que ocupan cargos de responsabilidad. Hoy día es lo que más les preocupa: los intereses económicos de Estados Unidos en todo el mundo. Ya no hay rusos en Angola o Cuba, el Frente Sandinista en Nicaragua, Gadafi en Libia o los movimientos revolucionarios en el Cono Sur americano. Ahora se preocupan por la posición del dólar a escala internacional o los beneficios de sus grandes compañías, ya sean aéreas -en los casos de Aerolíneas Argentinas o Boeing- energéticas -en el negocio de Vaca Muerta en Argentina que perjudicó a Repsol- o de telecomunicaciones -en contra de la expansión de Telefónica-. Al margen del terrorismo internacional, esos son los intereses de las grandes agencias del espionaje».

Así se explica un alto directivo de la época del general Alonso Manglano al frente del CESID. El militar, no obstante, mantiene que España debe estar agradecida con la NSA norteamericana en la lucha antiterrorista de ETA. «En los últimos años los comandos etarras han podido ser desactivados gracias a los satélites de la NSA».

Y no le falta razón. Con la información de la Policía y la Guardia Civil la NSA ha rastreado durante años los teléfonos y los correos electrónicos de la izquierda abertzale vasca -el brazo político de ETA- y ha obtenido información vital para el descabezamiento de la banda, entre ellos la caída de Txeroki, a quien se le localizó gracias a su dirección de email.

«En el conflicto de Peregil la intervención de la NSA resultó clave. Dejaron en blanco los radares de los marroquíes por unas horas y los españoles aprovecharon ese tiempo para recuperar el islote. No resultó difícil porque todo el material había sido facilitado a Marruecos por Estados Unidos», mantiene otro exagente.

Pero, aún así, los expertos antiterroristas de la Policía y de la Guardia Civil se han quejado en más de una ocasión de la exclusividad del CNI sobre los servicios de la NSA y en la representación de España en foros internacionales como los de Berna o Mediterráneo, en los que también participa el FBI, el equivalente a la Policía, pero no los agentes del Cuerpo Nacional o de la Guardia Civil.

El CNI además de ser la autoridad criptológica nacional dispone de un sistema de escuchas SITEL propio que, en teoría, sólo puede ser utilizado para practicar escuchas con la autorización de un magistrado del Tribunal Supremo.

Un espionaje apadrinado por la CIA

Los servicios secretos españoles, desde los años del Alto Estado Mayor o del SECED creado por Carrero Blanco en 1972, siempre han estado tutelados por la CIA o el Mossad israelí. La presencia masiva de agentes en España se remonta a los años de la creación de la primera oficina de la CIA en España en 1947 en el mismo año de la constitución de la Agencia. Entonces, los espías americanos ocupaban una pequeña oficina de la calle Alcalá Galiano, cercana al edificio donde más tarde se ubicaría el SECED. Washington valoraba la importancia estratégica de nuestro país, aunque agentes norteamericanos ya espiaban en España desde mucho antes, durante la Segunda Guerra Mundial, bajo las siglas de la OSS (Office of Strategic Services/ Oficina de Servicios Estratégicos).

Sin embargo para Fernando Rueda, el periodista que más sabe de espías en España, los hombres de negro de Langley comenzaron a colaborar estrechamente con el Régimen franquista a partir de 1956, cuando empezaron a regresar a territorio español los niños de la guerra que habían sido evacuados a Rusia casi veinte años antes. Rueda lo explica a El Confidencial: «Los agentes americanos tenían la preocupación de que entre ellos regresaran infiltrados espías rusos. Para detectarlos, interrogaron exhaustivamente a aquellos jóvenes que habían salido de España cuando eran niños y no se equivocaron: llegaron a descubrir a niños de la guerra que habían sido captados y adiestrados para el espionaje soviético».

Los agentes del extinto CESID todavía recuerdan el gran poder operativo e influencia ante las autoridades españoleas de los jefes de la CIA en Madrid, conocidos en el argot interno de Langley como chief of station (jefes de estación). Durante años estos COS -iniciales por el que también se les conocía- actuaron con total impunidad. Los agentes secretos españoles destacan a los espías más intervencionistas: Robert D. Gahagen -tras la muerte de Carrero y hasta 1976-, Néstor D.Sánchez -hasta 1979-, Dean J. Almy jr., Leonard D. Therry, Ronald Edward Estes -un experto en golpes de Estado que estaba en Madrid durante el 23-F-, Richard Kinsman -conocido en los servicios secretos españoles como «Mr.K», que fue expulsado en 1984-, Leonard D. Therry -aparecía como primer secretario de la Embajada-, Alfred G. Mac Guinnes o Richard Para.

Un experto en información de la Seguridad del Estado destaca que la sección de la CIA en España siempre ha dirigido sus pasos según sus intereses: «No nos confundamos, no son hermanitas de la caridad. Nos ayudan porque, en contrapartida, reciben información de primera mano sobre sus intereses en Beirut, Cuba o Venezuela donde ellos tienen difícil acceso. Saben que no todo es cuestión de satélites y es necesario pisar la calle. Durante años insistimos a la NSA de que nos desencriptaran unos archivos PGP de ETA y, ante nuestra sorpresa, siempre nos contestaban que no era posible. Mas bien, que no querían. Destinaban sus fuerzas y medios a sus intereses».

Pero las relaciones de amor y odio entre los dos servicios amigos fueron marcadas por un incidente acaecido a principios de 1988 cuando la seguridad del Ministerio de Asuntos Exteriores halló un dispositivo electrónico en el teléfono de Rafael Pastor Ridruejo, entonces director de Asuntos Consulares. El responsable de su instalación resultó ser el agente de la CIA Kenneth Moskow, que fue ayudado por tres inspectores de policía, dos capitanes y un comandante del Ejército español. El incidente provocó la expulsión de España de Moskow, que utilizaba como pantalla el cargo de tercer secretario de la Embajada USA, y una docena de funcionarios de la Embajada.

A día de hoy, el CNI y el Ministerio del Interior sospechan de que sus departamentos siguen agujereados por funcionarios que trabajan para los norteamericanos. Es una situación irreversible porque, tradicionalmente, Langley o Washington son los destinos en los que nuestros agentes realizan cursos de formación y cuando regresan a España con el diploma debajo del brazo algunos de ellos también traen consigo otro tipo de querencias. Un exalto cargo del espionaje español no oculta esa preocupación latente sobre la fuerza de los intereses americanos en los servicios españoles: «Sólo hay que revisar cómo se desarrolló el conflicto de Repsol en Buenos Aires. La Embajada española fue mediatizada por nuestros agentes del CNI que habían recibido información de sus socios de la CIA, pero que a quienes beneficiaba era a las empresas norteamericanas y no a los intereses de España«.

Los papeles de Snowden ponen de manifiesto, una vez más, la dependencia de nuestros servicios secretos de los inquilinos de la planta séptima del número 75 de la calle Serrano de Madrid. Oteando desde la calle aparentan unas simples oficinas, pero entre sus paredes se cuecen muchos de los asuntos que interesan a nuestro país: desde los intereses económicos de España en el extranjero, la política en el Magreb, el terrorismo fundamentalista, el crimen organizado, el blanqueo de dinero y nuestra política internacional, entre otros.

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