El hijo de su jefe fue el encargado de dejar a Franns a unos 200 metros de la entrada de Urgencias diciéndole que no dijera nada de lo que la había ocurrido. Una historia en la que coinciden todas las variables de abandono que conducen a que los inmigrantes sin papeles estén a su suerte y merced de cualquier infamia. Variables a las que ahora tenemos que sumar la de una justicia que no considera un delito lo que estos jefes han hecho a Franns Rilles.
Una justicia que trata como delincuentes a los trabajadores sin apeles pero no considera un delito que alguien pierda un brazo y sea abandonado antes de llegar al hospital por su patrono. ¿Si esto no es “falta de auxilio” entonces qué es? Sus patronos han llegado a acusar Franns de "encontrarse ebrio" cuando ocurrió el accidente. ¡Infame! Una justicia que es capaz de meter en Centro de Internamiento a los trabajadores en condiciones deplorables y luego deportarlos a sus países de origen sin ninguna contemplación, pero que no es capaz de sentar un precedente para que un caso como el de Franns no vuelva a repetirse en ningún trabajador sin papeles. Ese día los jefes limpiaron la máquina, arrojaron la masa y el brazo amputado a un contenedor de basura, llamaron a otro operario para sustituir a Franns y la panificadora retomó la actividad. Franns trabajaba 12 horas al día por un sueldo que no llegaba a 700 euros al mes.