EEUU presiona a Siria por su programa nuclear.

El dilema asirio

Si el martes Hillary Clinton anunció el próximo enví­o de dos representantes a Siria, a fin de estudiar el futuro de las relaciones entre los dos paí­ses, ayer Estados Unidos acusaba a Damasco de obstaculizar a los inspectores del Organismo Internacional de Energí­a Atómica (OIEA) en su investigación de supuestas actividades nucleares clandestinas en Siria. Washington deja así­ claro que aunque está dispuesto a cambiar el tono de sus relaciones con Siria, de ninguna manea consentirá que Damasco -como tampoco Teherán- se haga con el arma atómica.

"Los esfuerzos de bloquear y desacreditar el trabajo del organismo nos obliga a reguntar qué está ocultando Siria sobre sus actividades nucleares", dijo en Viena el embajador de EEUU, Gregory Schulte, ante el pleno de la Junta de Gobernadores del OIEAIsrael bombardeó en septiembre del año 2007 la supuesta instalación militar de Al Kibar, en el norte de Siria, donde Washington asegura que Damasco estaba construyendo un reactor nuclear con la ayuda de técnicos norcoreanos. Siria asegura que Al Kibar era sólo una instalación militar convencional, aunque tras el bombardeo procedió a limpiar cuidadosamente el lugar y construyó un nuevo edificio encima del destruido, lo que ha dificultado el trabajo de los inspectores.No obstante, los expertos del OIEA encontraron durante una visita a ese lugar en junio pasado numerosas huellas de uranio y también de grafito, dos sustancias que se suelen usar en la construcción de instalaciones nucleares. Siria asegura que estos restos proceden de las bombas usadas por la aviación israelí, algo que los expertos del OIEA consideran "poco probable".De forma similar al problema de Irán, EEUU se encuentra con Siria con un dilema de menor magnitud pero de parecidas características. Por un lado Siria es un régimen opaco a su intervención, y hostil a la intervención norteamericana en Oriente Medio. Sus vínculos con Irán por una parte y por otra con organizaciones como Hizbulá en Líbano y Hamás en Gaza son un hecho conocido y preocupante para Washington. La superpotencia no puede permitir de ninguna manera –al igual que en el caso iraní- que el régimen de Bachar al-Assad se dote de la capacidad para desarrollar armas nucleares. Tal cosa desequilibraría la seguridad de su gendarme israelí –su secular enemigo, con quien oficialmente no ha firmado la paz- y de toda la arquitectura de poder norteamericana en Oriente Próximo.Pero por otra parte, la imperiosa necesidad para EEUU de acometer de forma ordenada la retirada de Irak –sin que ello suponga el colapso del país árabe- para poder reagrupar su fuerza en afianzar Afganistán obliga a EEUU a buscar el entendimiento con Irán, sino también con Siria, con el que Irak comparte una amplia frontera al oeste.Si Washington busca la anuencia, o cuanto menos la neutralidad de Damasco, como la de Teherán, será a cambio de concesiones de la superpotencia. El régimen iraní parece poco dispuesto de momento a renunciar a su programa nuclear, sea con fines civiles o militares como asegura en pentágono e Israel. Si Damasco tampoco abandona sus pretensiones, la situación para Washington podrá volverse aún más compleja de lo que ya es.

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