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El deterioro causado por años de recortes lleva la sanidad pública catalana al lí­mite

La ausencia de los 1.300 millones de euros menos que cada año, desde hace cinco, separan el presupuesto que la Generalitat destinó a la sanidad pública en los años precedentes a la crisis del dispuesto en los ejercicios posteriores tiene consecuencias a diario, y de forma creciente, en los servicios y actos médicos que realizan hospitales y centros de asistencia primaria (CAP) de Catalunya. Salut recibió 8.300 millones de euros en el 2015 -los mismos previstos para el 2016-, frente a los 9.600 del 2010. Recuperar esa importante pérdida no forma parte del objetivo polí­tico del Govern en la actual legislatura, por más que tanto médicos y enfermerí­a como, sobre todo, pacientes reiteren con testimonios y ejemplos que el sistema «se aguanta» gracias al sobreesfuerzo de los primeros y la pérdida de salud y calidad de vida de los segundos. Las quejas que este diario recibe al respecto son un caudal incesante.

La ausencia de los 1.300 millones de euros menos que cada año, desde hace cinco, separan el presupuesto que la Generalitat destinó a la sanidad pública en los años precedentes a la crisis del dispuesto en los ejercicios posteriores tiene consecuencias a diario, y de forma creciente, en los servicios y actos médicos que realizan hospitales y centros de asistencia primaria (CAP) de Catalunya. Salut recibió 8.300 millones de euros en el 2015 -los mismos previstos para el 2016-, frente a los 9.600 del 2010. Recuperar esa importante pérdida no forma parte del objetivo político del Govern en la actual legislatura, por más que tanto médicos y enfermería como, sobre todo, pacientes reiteren con testimonios y ejemplos que el sistema «se aguanta» gracias al sobreesfuerzo de los primeros y la pérdida de salud y calidad de vida de los segundos. Las quejas que este diario recibe al respecto son un caudal incesante.

Las demoras para acceder a pruebas o intervenciones quirúrgicas han convertido en inaccesibles numerosas prestaciones, y así lo reconocen especialistas de, por ejemplo, traumatología -por las resonancias magnéticas con finalidad diagnóstica que están citando con ocho o diez meses de demora-, ginecología -por las mamografías o citologías vaginales con casi un año de espera- e incluso cardiología, que ven con frustración cómo ecocardiogramas o pruebas de esfuerzo, fundamentales para discernir si un dolor torácico intenso anuncia una angina de pecho, son programadas para dentro de siete meses. O sufren al tener una autorización limitadísima -15 pacientes por año, en algún caso- para practicar cirugías cardiacas que requieren insertar instrumentos tecnológicos muy caros. La prestación no ha desaparecido oficialmente, pero casi es así en la práctica.

El Servei Català de la Salut (CatSalut) conoce estos plazos, que, como ya vino admitiendo el anterior ‘conseller’ de Salut, Boi Ruiz, son vistos como daños colaterales de los recortes. Daños que parece que han venido para quedarse.

EL MOSTRADOR, UN FORO ADECUADO

El mostrador de atención al paciente de los servicios que gestionan las citas para acceder a una prueba diagnóstica, una primera visita con un especialista o la fecha para una intervención quirúrgica cuya demora no ponga al paciente al borde de la muerte -la atención de lo muy urgente mantiene su prioridad- es un foro adecuado para constatar la estupefacción con que los pacientes reciben la noticia del día y hora en que accederán al acto médico que su doctor ha indicado.M., de 42 años, sufrió a finales de febrero pasado el primer episodio de lo que el médico que lo atendió en su CAP definió como dolor compatible con angina de pecho. «Algo me aplastaba, me oprimía y me causada un fortísimo dolor en el centro del pecho. Casi me desmayaba», describe M. El médico lo derivó al Hospital de Sant Pau, de Barcelona, donde tras nueve horas de observación y un análisis sanguíneo que descartó inminente infarto de miocardio, el paciente fue enviado a su casa con la indicación de que al día siguiente regresara a su CAP, o bien al hospital si el dolor volvía, pero «en el momento» en que lo sintiera.

El dolor ha vuelto dos veces más, pero M., que está preocupado, no ha vuelto al hospital. Desconfía. El médico del CAP le ha conseguido cita para un ecocardiograma, en mayo. La prueba de esfuerzo que también solicitó el facultativo aún no tiene fecha de ejecución. Esta es la prueba que desvelará si realmente existe un deterioro de las arterias de M. De ser así, estaría ante una amenaza vital que exigiría intervención quirúrgica inmediata. Y él lo sabe.

LISTAS SIN DESCENSO

El presupuesto del 2016 será idéntico al del 2015, sumando –reitera el ‘conseller’ Antoni Comín- los 96 millones prometidos en el plan de choque que suscribieron Junts pel Sí y la CUP para iniciar la legislatura. Esta aportación suplementaria debe reducir en un 10% las listas de espera quirúrgicas, que el 30 de junio del 2015 agrupaban a 154.697 personas –no hay cifras oficiales desde entonces- y en un 50% las demoras para acceder a pruebas diagnósticas, que en estos momentos reúnen a más de 200.000 personas -tampoco hay datos oficiales desde hace nueve meses-. Incluyen TAC, colonoscopias, mamografías o ecografías, entre otras.

Los retrasos diagnósticos -cuyas cifras difieren entre hospitales y son máximas en los centros barceloneses- llegan a ser descomunales en las pruebas que exigen aplicación de alta tecnología: hasta 10 meses para acceder a una resonancia magnética con la que se intenta determinar la inflamación de una lesión ósea; ocho meses de espera hasta lograr una ecocardiografía, o 210 días de demora para recibir una colonoscopia o una mamografía que esclarezcan una sospecha de cáncer, por ejemplo.

Eliminación selectiva de servicios

Los recortes sanitarios se aplicaron «quirúrgicamente», explicaron en su día los responsables de Salut. Se hizo así, dijeron, con el fin de «mantener en pie el edificio de la sanidad pública, sin cerrar servicios ni hospitales», repitió el ‘exconseller’ Boi Ruiz. Esa ‘cirugía’ se llevó por delante la unidad multidisciplinar del síndrome de Williams que el pediatra Luis Alberto Pérez Jurado dirigía en el Hospital del Mar, de Barcelona. Esta unidad, centro de referencia para toda España, evitó la dispersión por diversos servicios y especialidades que ahora se ve obligada a emprender Carol Martí, de Barcelona, cuando su hija, de 15 años, afectada del Williams, sufre una crisis por la que precisa atención cardiaca -muy frecuente-, neurológica, traumatológica, oftalmológica o endocrina. El síndrome de Williams causa discapacidad cognitiva y afecta a los principales sistemas orgánicos del cuerpo, en especial el corazón.

María Elena López es otro ejemplo de los miles que se ocultan en el apelativo de ‘listas de espera’. Desde la Navidad del 2014, sufre la rotura del tendón supraespinoso del hombro derecho, por la que está pendiente de una intervención quirúrgica que le devuelva la movilidad del brazo y, sobre todo, le elimine el dolor. «No puedo levantar el brazo, me visto con dificultad y no puedo cocinar», explica. Diagnósticos no le faltan: recibió el de su traumatólogo en el CAP Manso, de Barcelona, dispone de radiografías, ecografía y una resonancia magnética que confirman la rotura, pero el hospital al que se la derivó para la operación -el Clínic- acumula una lista de espera para esta intervención que, asegura López, le suponía aplazar la operación hasta el 2017. Tras múltiples quejas ha conseguido cita para ser de nuevo diagnosticada en la clínica Platón.

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