Dos ciudadanos aragoneses en paro han ido andando desde Zaragoza hasta La Moncloa para pedirle a Zapatero un empleo y una solución para esta crisis que tanto nos afecta a todos. La respuesta ha sido el desprecio mas absoluto.
Nadie se ha dignado siquiera a recibirlos, sólo los eseraba la policía para identificarlos por si acaso fueran peligrosos delincuentes y explicarles que estaban reunidos en ese momento. Todo el día esperando y nada, siete cartas y 238 emails entregados en el registro de La Moncloa y nada. Ni un solo detalle, al menos podían haberles regalado un par de bolígrafos monclovitas para apuntar demandas de empleo, ni un bocadillo, nada. Ya se lo dijeron los otros tres parados de Manresa que llevan acampados tres días a las puertas del palacio esperando una cita que nunca llega. El presidente encerrado en su laberinto. Lo que no se ve no existe, por eso es mejor no tener contacto con la gente que sufre las consecuencias de la crisis. Con todos no, los pobres banqueros sí que tienen audiencia en palacio para resolver sus vitales problemas de liquidez, que lo están pasando muy mal con esta crisis, que no me duermen por las noches porque no tienen los beneficios que esperaban, porque les baja la bolsa o porque tienen mucho moroso. El progresismo de Zapatero pierde color. No es muy de izquierdas que digamos despreciar a los débiles y beneficiar y alfombrar el suelo de los fuertes. El desprecio que ha mostrado Zapatero con este pequeño grupo de parados es un ataque a todos los que de una manera o de otra sufrimos las consecuencias de la recesión y de sus decisiones políticas que siempre han beneficiado a los más ricos, a banqueros y monopolios.¡ Ya está bien! Porque todos somos José Cuenca, casado y con tres hijos, y José Palacios, parados de Zaragoza.