Irán

El despliegue militar de Trump eleva la tensión con Irán

El aumento de la hostilidad de Washington hacia Teherán aumenta al máximo la tensión en Oriente Medio, una explosiva región del planeta donde siguen abiertas las guerras contra Irak, Afganistán, Yemen, Libia y Siria. Todos ellos conflictos provocados, alimentados y alentados por EEUU y/o sus gendarmes regionales, y que han segado la vida de 100 millones de personas en las últimas décadas.

La llegada de Trump a la Casa Blanca ha vuelto a poner a Irán en el centro de la diana de las agresiones de la superpotencia. Ya en mayo del año pasado de forma unilateral, la administración Trump decidía romper el Pacto Nuclear que su antecesor -junto a Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China- firmó en 2015 con Teherán, acusando al régimen de los ayatolás de desarrollar en secreto su potencial atómico. Trump y sus asesores han decidido ningunear los 13 últimos informes del Organismo Internacional de la Energía Atómica, que aseguran que el cumplimiento por parte de Irán es “pleno”.

Washington está recrudeciendo el cerco contra Irán en todos los frentes. En el económico-comercial, con el objetivo declarado de hacer aullar de dolor a la economía persa y tensar hasta el límite todas las contradicciones internas de Irán, la Casa Blanca ha llamado a «llevar a cero las exportaciones» de petróleo iraní y «privar al régimen de los ayatolás de su principal fuente de ingresos». EEUU ha decretado que a partir de ahora, las empresas o países que tengan negocios con Irán -entre ellos, los de la UE- sufran fuertes sanciones. 

Pero son sobre todo las maniobras del Pentágono las que colocan a Irán al borde de un conflicto militar. Al envío a la zona de un buque de guerra -el USS Arlington, que transporta soldados, vehículos anfibios, lanchas de desembarco y aeronaves con hélices- y de una batería de misiles Patriot, EEUU ha sumado el portaaviones USS Abraham Lincoln y una fuerza de bombarderos B-52, para, en palabras del consejero estadounidense para la seguridad nacional, John Bolton «responder de manera implacable a cualquier ataque contra los intereses de Estados Unidos» o de sus aliados por parte de Irán. Y medios como el New York Times aseguran que la Casa Blanca tiene ya un plan que incluye el envío de 120.000 soldados a la región (principalmente a Irak), lo que revertiría la tendencia al repliegue de los últimos años.

¿Fortaleza o retroceso?

Estas agresivas maniobras de Trump ponen a Irán y a todo Oriente Medio al borde de una escalada de conflictos de terribles consecuencias. Y sin embargo, no son un signo de fortaleza de la superpotencia, sino de debilidad.

EEUU lleva décadas incendiando Oriente Medio, provocando conflictos abierta o encubiertamente, directamente o por medio de sus gendarmes: Afganistán, Irak, Libia, Siria, Gaza, Yemen…

Sin embargo, en todas esas guerras, la resultante final no ha sido un fortalecimiento del poder norteamericano, sino un palpable retroceso de la capacidad de control de Washington sobre Oriente Medio. 

Tras dejar el país reducido a escombros, EEUU tuvo que replegarse de Irak. La presencia norteamericana en Afganistán es precaria y se reduce al 54% del territorio. La primavera árabe en Túnez ha dado paso a un gobierno tan proyanqui como endeble, y fuertemente cuestionado por el movimiento popular. El derribo del corrupto régimen de Mubarak en Egipto dio paso al triunfo electoral de los Hermanos Musulmanes, situación contraria a los intereses de Washington que tuvo que ser reconducida por el golpe militar del general Al Sisi, dando paso a una dictadura represiva y rechazada por amplias capas de la población. Y definitivamente, EEUU ha perdido la guerra de Siria: todas las facciones opositoras financiadas generosamente desde Washington o Riad -incluída el ISIS- han sido derrotadas, y el régimen de Al Assad no va a caer. 

El retroceso norteamericano en la zona ha sido aprovechado por otros centros de poder. En primer lugar por la Rusia de Putin, pero también por la díscola Turquía de Erdogan. Y por supuesto por la República Islámica de Irán. 

¿Qué objetivos busca Trump con todos estos movimientos? A pesar del evidente peligro que para la precaria estabilidad de la zona entraña el hostigamiento y despliegue militar norteamericano contra Irán, es poco probable que Trump esté buscando lanzarse a una aventura militar contra Irán al estilo de la guerra de G.W.Bush contra Irak. Ni la superpotencia norteamericana -sumida en un declive evidente- tiene las condiciones de 2003, ni el Irán de los ayatolás es el Irak de Saddam Hussein. Se trata de una potencia regional, tanto en el plano económico, demográfico o militar, mucho más fuerte. Y que no está en absoluto aislado del resto del mundo: tiene fuertes relaciones con los BRICS y con múltiples países de Oriente Medio y el mundo islámico.

Múltiples analistas advierten que lo que busca la línea Trump con ese despliegue de agresividad es obligar a Teherán a aceptar un nuevo pacto nuclear, una nueva relación mucho más subordinada ante la superpotencia. La Casa Blanca no busca solo impedir un eventual desarrollo nuclear de Irán, sino frenar y contener su creciente influencia económica, política y militar en el Medio Oriente. Teherán tiene fuertes vínculos con el régimen de Bachar Al Assad en Siria, con Hizbulah en Líbano o Hamás en Gaza, con los rebeldes huties en Yemen… 

Trump: peores condiciones para cercar a Irán.

En su estrategia de cerco y acoso contra Irán, los EEUU de Trump solo han podido encontrar el respaldo de sus más fieles gendarmes en la zona, ambos archienemigos de la República Islámica: el Israel de Netanyahu y una Arabia Saudí a la que los últimos escándalos de su casa real (el príncipe heredero Bin Salman ha quedado señalado como el autor intelectual del secuestro y asesinato del periodista Khassoggi) han dejado fielmente alineada tras la estrategia que dicte el Despacho Oval.

Más allá de estos dos países, nadie más parece querer acompañar a Trump en sus acometidas contra Irán. Por supuesto China o Rusia han anunciado que seguirán comerciando con Teherán y que encontrarán formas de sortear las sanciones norteamericanas. Pero también otros países como Turquía (miembro de la OTAN) o incluso Japón han dicho que no seguirán las prohibiciones de EEUU. El primer ministro nipón -nada sospechoso de rebelarse contra Washington- ha asegurado que a Tokio le gustaría mantener y mejorar sus relaciones políticas y comerciales con Irán.

El caso de la UE es algo más tibio. «La postura europea es buena en palabras, pero no en hechos”, han dicho los dirigentes iraníes, que llevan meses reclamando a la UE de que cumpla con su palabra de crear el llamado Instrumento de Apoyo a los Intercambios Comerciales (INSTEX) con el que Bruselas anunció que las empresas europeas podrían sortear la sanciones de Washington.

Pero a pesar de eso, países como Alemania, Francia o incluso el fiel vasallo inglés se han negado a romper con el Pacto Nuclear, y se han desmarcado de cualquier iniciativa agresiva contra Teherán. España ha retirado a la fragata ‘Méndez Núñez’ del grupo de combate del portaaviones Abraham Lincoln en el golfo Pérsico. 

La política de Trump hacia Irán es un peligro para la paz mundial, y crea sin cesar contradicciones y fisuras incluso entre sus propios aliados. 

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