SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El desgobierno

El nacionalismo catalán representado por CiU ha sido un factor de equilibrio en el sistema político español prácticamente desde el comienzo de la Transición, pero, sobre todo, desde la entrada en vigor de la Constitución, la aprobación del Estatuto de Autonomía y las primeras elecciones catalanas de 1980. Tanto cuando el Gobierno de España estuvo dirigido por UCD, como cuando lo estuvo por el PSOE o por el PP. En los momentos difíciles para la gobernabilidad del país el sistema político español ha podido contar con la razonabilidad de CiU para alejarnos del precipicio. Ha tenido más sentido de Estado en ocasiones que el que han tenido los partidos nacionales que ocupaban el Gobierno de la nación. Valga como último ejemplo el voto favorable de CiU a la convalidación de los decretos leyes dictados por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero en mayo de 2010 para evitar la intervención del país.

CiU ha sido el partido de gobierno de Cataluña y, por serlo, ha sido en buena medida partido de gobierno de España. CiU ha expresado dentro del sistema de partidos el peso que tiene Cataluña en la dirección del Estado. Y lo ha hecho de manera positiva, aportando racionalidad y amortiguando enfrentamientos entre los dos grandes partidos nacionales españoles.

Ha dejado de ser así. Y ha dejado de ser así, porque, independientemente de la ruptura de su compromiso con la Constitución a partir de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre la reforma estatutaria, CiU ha dejado de ser de facto el partido de gobierno de Cataluña. Lo continúa siendo de iure, pero sin el reconocimiento de su condición de tal por la sociedad catalana. El barómetro que hacía público ayer El Periódico de Cataluña lo ponía de manifiesto de manera inequívoca (ERC, 39/40 escaños; CiU, 34/35; PSC, 16/17; ICV, 15/16; PPC, 13/14; Cs, 12/13; CUP, 3). Con esa composición del Parlament, no hay gobierno.

El error de la disolución anticipada del Parlament en la resaca de la manifestación de la Diada y el resultado electoral han dejado a Cataluña sin Gobierno. Los dos partidos que han garantizado la gobernabilidad de Cataluña y su integración en España, CiU y PSC-PSOE, están en proceso de desintegración. Cada uno a su manera, pero ambos. Y dicho proceso de desintegración todavía tiene recorrido. En el inmediato futuro solo cabe esperar que vaya a más. Entre otras cosas, porque cuando un partido se encuentra en la posición en que se encuentran CiU y PSC-PSOE no puede acertar, cualquiera que sea la dirección que tome.

Cataluña se ha instalado en el desgobierno. Y en esa situación va a estar hasta que se despeje la incógnita de la independencia. El primer momento para despejar esa incógnita es la celebración o no de la consulta sobre el derecho a decidir. En este momento hay una mayoría aplastante en el Parlament a favor de la misma. Ninguna opción de gobierno puede desconocerla. Al mismo tiempo, dicha mayoría no parece tener consistencia interna suficiente como para vencer la resistencia del Gobierno de la Nación a que dicha consulta se celebre. Esta situación políticamente pantanosa se está acentuando a medida que avanza la legislatura. Es la que el Barómetro de El Periódico refleja. Cataluña es ahora más ingobernable de lo que lo era al comienzo de la legislatura. Y camina hacia más desgobierno.

Se está haciendo realidad lo que José María Aznar avanzó sobre la ruptura interna de Cataluña antes de que se produjera la ruptura de la unidad política de España. Cataluña se está desintegrando políticamente. La desintegración salta a la vista en cuanto se alinean los resultados de las elecciones al Parlament de 2010, de 2012 y los del barómetro (62/50/34, CiU; 10/21/39, ERC; 28/20/16, PSC; 10/13/16, ICV; 18/19/13, PPC; 3/9/13, Cs). El proceso avanza a una velocidad de vértigo y lo hace ya independientemente de la voluntad de cada uno de los partidos individualmente considerados. Sería necesario un acuerdo de todos para poder detenerlo. Y no hay nada en el horizonte que permita pensar que se puede llegar a un acuerdo de esta naturaleza.

El horizonte para Cataluña es terrible, pero para España no lo es menos, porque, en democracia, sin autogobierno de Cataluña no se puede gobernar España. Con las Leyes Fundamentales de Franco sí se podía. Con la Constitución de 1978 no se puede. Esto es lo que se avecina. Después del desgobierno de Cataluña viene el desgobierno de España. La descomposición del sistema político catalán ya se ha conseguido. Ahora vamos a ver si el sistema político español puede soportarlo.

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