Las relaciones EE UU y China

El desarrollo pacifico frente al poder blando

Cualquiera que sea la naturaleza de las relaciones entre ambos paí­ses, sin duda afectará a la dinámica del sistema internacional y se verificará conflictivo o no en función de la capacidad mutua para establecer consensos.

El ministro de Relaciones Exteriores de China, Yang Jiechi, que se encuentra de visita en Estados Unidos, ropuso el jueves una serie de pautas básicas para que China y EEUU promuevan un estable y sólido crecimiento de las relaciones bilaterales en la nueva era. «Ahora debemos poner nuestras miras en el futuro a largo plazo y diseñar un buen plan de trabajo para las relaciones entre China y EEUU en los próximos años. Debemos realizar esfuerzos coordinados y promover el sólido y estable desarrollo de nuestras relaciones», añadió. Para lograr esto, el ministro propuso una serie de pautas que según él pueden ayudar a impulsar las relaciones bilaterales en los próximos años. «ambas partes deben adoptar una perspectiva estratégica y a largo plazo y mantener las relaciones en el camino correcto». China y EEUU tienen ahora más intereses comunes y unas mayores bases para la cooperación en una gran cantidad de importantes y urgentes asuntos que afectan al mundo de hoy dí­a, según el ministro. La importancia estratégica y la influencia en el mundo de las relaciones China-EEUU han aumentado, y sus relaciones en la nueva era deben ser más amplias y más profundas. Las relaciones entre EEUU y China constituyen una de las claves esenciales que pueden definir el sistema internacional del siglo XXI. Washington sigue con mucha atención la evolución del poderí­o chino, asumiendo a regañadientes pero cada dí­a con mayor claridad que China no sólo tiene vocación de ser una potencia comercial de proyección regional y mundial, sino que aspira a traducir en términos globales ese notable incremento de su capacidad económica.Por ello, para EEUU, con una polí­tica claramente orientada a impedir el surgimiento de cualquier rival en el mundo que pueda desafiar su supremací­a absoluta, China constituye su mayor reto estratégico.En Beijing, por su parte, quizás consciente de su debilidad en muchos frentes, se multiplican los esfuerzos por eludir cualquier enfrentamiento directo, tanto haciendo gala de la modestia para disimular sus inocultables éxitos en numerosos campos como estimulando un diálogo sectorial y estratégico con EEUU (y multilateral con otros actores) que siguiendo la lógica del doble beneficio pueda restar virulencia a las crí­ticas y reticencias estadounidenses y garantizar el clima exterior necesario para proseguir en calma con su ambiciosa transformación.Cualquiera que sea la naturaleza de las relaciones entre ambos paí­ses, sin duda afectará a la dinámica del sistema internacional y se verificará conflictivo o no en función de la capacidad mutua para establecer consensos a propósito de sus respectivos intereses estratégicos que, con frecuencia, dificultan el establecimiento de un ángulo constructivo. A favor del entendimiento juega una mundialización económica que hace muy costosa para ambos cualquier polí­tica de confrontación abierta, y sugiere una mayor complicidad entre los dos Estados que bien pudiera conducir a no muy largo plazo a una nueva bipolaridad.China es, desde hace tiempo, uno de los principales compradores de bonos del Tesoro, transformándose en uno de los mayores acreedores del gobierno estadounidense. Las compras de China han contribuido a mantener bajas las tasas de interés en EEUU ya que cuanto mayor es la demanda de los bonos de un paí­s, menor es la tasa de interés que ese gobierno tiene que ofrecer. Los expertos insinúan que China podrí­a destinar entre US$200.000 millones y US$300.000 millones de sus reservas a inversiones más agresivas. Aún un leve cambio en esta dirección podrí­a tener un gran impacto en los mercados estadounidenses. Cualquier decisión de China para ampliar y diversificar sus inversiones significarí­a que comprarí­a menos deuda de EEUU.En 2006, China sustituyó a EEUU como primer paí­s fuente de las importaciones de la UE. La UE es una importante fuente de inversiones en China y de suministro de tecnologí­as. La UE es su primer socio comercial. El volumen de intercambios se ha situado en 2006 en 272.300 millones de dólares, con un crecimiento del 25 por ciento respecto al ejercicio anterior.Así­ pues, en lo económico, la agenda bilateral es muy amplia y claramente interdependiente. La reciente institucionalización del diálogo estratégico a este nivel ofrece un marco para discutir y resolver los problemas, excluyendo, a priori, la militancia en guerras comerciales que, de uno u otro modo, perjudicarí­an a ambas partes. No obstante, la fluidez de esta comunicación es inseparable de la evolución del entendimiento bilateral en otros órdenes.En la gestión de crisis internacionales, de Corea del Norte a Irán, China guarda una prudente distancia, conceptual y fáctica, en relación a EEUU: la ingerencia es un atentado contra la soberaní­a, principio que, en su opinión, sigue siendo la base de las relaciones internacionales. Beijing no secunda a pies juntillas la polí­tica de sanciones auspiciada por Washington, optando por anteponer la búsqueda de compromisos.Con su discurso y su práctica (como se ha demostrado en el diálogo hexagonal sobre Corea del Norte), multiplicando sus iniciativas internacionales, aparece cada vez más como un contrapeso con credibilidad frente a la superpotencia estadounidense, más partidaria de recurrir al uso de la fuerza, lo que muchos consideran peligroso, como señaló en Munich el presidente ruso Vladimir Putin.El discurso chino pone el acento en la cooperación, la complementariedad, la búsqueda de las oportunidades, siempre apostando por una evolución lenta y armoniosa que tenga en cuenta las especificidades de quienes no pueden seguir el paso. Es previsible que este perfil se acentúe en el futuro y se afiance a medida que su poder económico vaya en aumento, poniendo en jaque las estrategias de EEUU basadas en el recurso a la fuerza.China es productora de petróleo pero, desde 1994, debe importar a causa de su crecimiento económico y el rápido aumento de su consumo energético. EEUU no ve con buenos ojos la búsqueda sistemática por parte de China de una red de acuerdos internacionales que le garantice la autosuficiencia. Y ese diferendo provoca tensiones.China no dispone de muchas alternativas e interpreta algunos de los movimientos estratégicos de EEUU (de Oriente Medio a Asia Central) como tomas de posición para condicionar el acceso a las fuentes de energí­a que precisa para su desarrollo.Las polí­ticas energéticas y la hegemoní­a son los factores que llevan a EEUU a insistir en la amenaza china, acusación invocada reiteradamente para controlar su evolución y argumentar la adopción de estrategias de prevención. La exageración de su capacidad operativa es también un modo de justificar las ventas de armas a Taiwán, estancadas desde hace años. China asegura, en la última edición de su Libro blanco de la Defensa Nacional, que el poder militar del paí­s va a crecer al mismo paso que la expansión económica para proteger sus intereses en el mundo.La relación China-USA ha dejado de ser un asunto bilateral, para transformarse en un diálogo de implicaciones regionales y mundiales. Aunque Hu Jintao ha insistido en que China no tiene la intención de contestar el liderazgo estadounidense, la realidad acabará imponiendo su lógica. De entrada, China insiste en seguir su propio camino y ese ejercicio es leí­do en Washington en clave de postular una rivalidad. Por otra parte, cabe pensar que sus divergencias no cristalizarán a medio plazo en una nueva versión de la guerra frí­a. EEUU y la UE son los dos mayores socios comerciales de China. Eso impone la necesidad de una mutua ponderación de las respectivas actitudes.

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