El Observatorio

El debate sobre la «piraterí­a»

Un debate de enorme calado y trascendencia cultural se ha colocado ya en el centro de la vida polí­tica y social española. Es el debate sobre lo que la industria cultural llama «piraterí­a», mientras el bando contrario lo considera esencialmente como el derecho al libre acceso a unos bienes culturales que, a los actuales precios de mercado, resultan totalmente inalcanzables para la inmensa mayorí­a de la población.

Para la industria cultural (multinacionales discográficas, “majors” cinematográficas, grandes editoriales, gruos monopolistas de medios) el problema es muy simple: los bienes culturales (canciones, CDs musicales, películas, DVDs, libros) son mercancías que tienen un coste, tienen un precio (que fijan ellos) y sólo quien pague ese precio tiene derecho a disfrutarlas: en definitiva, son igual que un coche o unos tomates. Que los precios que fijan sean exorbitantes (a fin de engordar sus beneficios y su cuenta de resultados) es algo que, para ellos, está fuera del debate. Lo principal es que se respete el derecho de propiedad y se persiga, se multe y se encarcele si hace falta a “los piratas”.Para millones de internautas y de jóvenes (verdadera cabeza visible del bando contrario) las cosas son, en cambio, muy distintas. La verdadera “piratería”, según ellos, es la de la industria y sus precios abusivos. Los 20 euros que vale por lo general un CD musical, un DVD o un libro recién salido al mercado constituyen un verdadero robo, que multiplica por diez o más su verdadero coste efectivo de producción, con el único fin de engordar las arcas de la industria (mucho más que la del creador, que recibe una parte normalmente insignificante) y construye una muralla inaccesible para la inmensa mayoría de los jóvenes, hijos de familias mileuristas. Con precios más accesibles –aseguran– la llamada “piratería” sería mucho menor, prácticamente testimonial. Amén de que, recuerdan, no toda “descarga” por internet es ni mucho menos ilegal o pirata, al contrario. Y de que ya se paga, con la compra de un ordenador o de un reproductor de DVD, con el ADSL o con los CDs, un canon –el famoso “canon digital”– que va a sufragar a los supuestamente ultrajados “derechos de autor”.En medio de esta refriega, cada vez más intensa y polarizada, los “creadores” (músicos, artistas, escritores, intelectuales) se han comenzado también a dividir. Algunos, presionados por la industria cultural, o a caballo de sus propias convicciones, se han alineado clara y rotundamente con los “mercaderes de la cultura” y alientan la batalla contra las “descargas” y en pro de sus derechos de propiedad como si los internautas fueran poco menos que “piratas somalíes”, mientras callan y consienten la extorsión y explotación que sufren por parte de sus “empresarios culturales”Otros en cambio, no sólo comparten la argumentación básica de los jóvenes, denuncian los abusos de la industria y priorizan el valor de la difusión cultural, sino que ven además en la red y en las nuevas comunidades de internautas la posibilidad de dar a la cultura una nueva dimensión, tanto para su obra como para la de los demás.Como se podrá deducir de lo ya dicho, no se trata de una batalla sin importancia, ni de una cuestión baladí: es un capítulo más, y no de los menos trascendentes, en la lucha por la libertad y contra el control que los monopolios tratan de ejercer sobre todos los bienes, sean del género que sean, y en definitiva sobre nuestras vidas.

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