La crisis golpea de lleno a los medios de comunicación

El crepúsculo del cuarto poder

Con el estallido del escándalo del Watergate, la influencia de la prensa escrita llegó a su apogeo. Entrar en un medio de comunicación impreso era entonces optar a la fama y el reconocimiento público. Hoy, apenas 25 años después de aquello, muchos medios se debaten entre la crisis y la desaparición. Ser periodista se ha convertido uno de los caminos más seguros hacia el paro o el contrato basura.

El asado jueves, dos de los principales grupos editores españoles –Unidad Editorial, propietaria de El Mundo, Marca o Expansión y el Grupo Vocento, dueño de ABC y la mayor cadena de prensa regional– anunciaban sendas reestructuraciones. La primera de ellas va a dejar a 400 periodistas en la calle. La segunda, aún no cuantificada, se calcula que alrededor de 1.000. Apenas dos semanas antes había cerrado el gratuito Metro, y el editor del también gratuito ADN cerraba su edición digital. Y recientemente los periodistas de El País mantenían una huelga de dos días –reventada por la dirección del diario, actuando como auténticos esquiroles– por la externalización de actividades que consideran el inicio de un proceso de despidos.Sólo en el año 2008, 3.000 periodistas han ido a la calle, mientras que cerca de 8.000 están en paro o inscritos como demandantes de empleo. Las condiciones de trabajo en cualquier redacción cada día son más parecidas a las de un taller: contratos temporales, salarios basura, horas extras no pagadas, becarios-aprendices (después de 5 años de carrera) trabajando por poco más que amor al arte,…Los ingresos por publicidad, principal instrumento de financiación de la prensa escrita, se han reducido el pasado año en un 35%. Y la dimensión de la crisis augura que esta es una dinámica que no va detenerse. Nuevos medios, y principalmente los digitales, crecen y se consolidan como alternativa y competencia a los medios tradicionales. Y la tendencia es a que vayan desplazándolos. Para la inmensa mayoría de la juventud, su principal fuente de información es ya internet y no los diarios. Y en el centro de esta situación, la doble monopolización de los medios de comunicación.Doble porque, en primer lugar, la prensa española ha alcanzado un grado de monopolización impensable sólo dos décadas atrás. En realidad, el 90% de la prensa escrita que podemos leer actualmente en España, y que aparentemente tienen un alto grado de diversidad, está en manos de 5 grandes grupos monopolistas. Prisa, Unedisa, Vocento, Prensa Ibérica y Zeta (al que sólo recientemente se ha unido, aunque en una posición muy alejada de estos, el Grupo Planeta) se reparten la práctica totalidad de periódicos nacionales, regionales y locales. A eso ha quedado reducida la libertad de expresión… monopolista. Usted puede leer cada día más de 200 periódicos españoles de todo ámbito de difusión. Pero sólo logrará encontrar la voz que expresa los intereses y la orientación de 5 o 6 grandes grupos monopolistas.Pero, en segundo lugar también, porque la base principal de sostenimiento de estos medios ya no reside en su capacidad de ganar lectores, aumentar su prestigio e incrementar sus ventas, sino de captar publicidad de las grandes marcas monopolistas. De esos polvos han venido ahora estos lodos. Los grandes grupos se endeudaron sin límite para alcanzar ese grado de monopolización y control. Ahora sus periodistas están pagando la factura en forma de despidos, precariedad y rebaja salarial. La que parecía inagotable fuente de dinero de las grandes marcas, en cuanto ha estallado una crisis seria, ha empezado a secarse. Y la reacción de los grandes grupos ha sido, en todas partes, la misma. Al igual que sus hermanos de clase en la industria del automóvil o de la electrónica, lo primero es recortar por lo más fácil, el capital variable, es decir, el salario de los trabajadores. ¿O qué se habían creído ustedes? ¿Qué iban a tener en otra consideración a los periodistas que a los obreros de Ford? Para esta gente unos y otros son la misma cosa, fuerza de trabajo. Mercancía que usar, exprimir y tirar.

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