SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El crepúsculo de Cospedal

La secretaria general se siente maltratada. No se siente reconocida en sus esfuerzos por sacar a su partido del pozo en el que le ha hundido el ‘caso Bárcenas’, tan profundo que muchos creyeron que podía hacer caer al presidente del Gobierno tan solo hace ocho meses, en los prolegómenos del pasado verano. Desde entonces, ha llovido mucho: el cerco a Mariano Rajoy ha decaído, Pedro J. Ramírez ya no es director de El Mundo, hay una recomposición del mapa mediático en puertas y el optimismo, siempre matizado, penetra en los despachos del equipo económico del Gobierno, dispuesto a convencer en los próximos meses de que la recuperación se asienta sobre cimientos firmes. Las cosas han cambiado… pero no para María Dolores de Cospedal.

Según observadores del Grupo Popular, la secretaria general del PP sigue sintiéndose aislada cuando atraviesa la puerta de Génova 13, la sede nacional de su partido, sin el acompañamiento del que sí disfruta en su retiro de Toledo cuando ejerce, a tiempo parcial, de presidenta de Castilla-La Mancha. Prácticamente ninguno de los dirigentes del partido que pueblan la sede del PP desde hace seis años, cuando ella accedió al cargo, son de su entera confianza y, por añadidura, ella tiene la impresión de que, además, trabajan a su aire. Su paso por los Ministerios de Administraciones Públicas, Interior, por la comunidad de Madrid, por el Senado y por la Parlamento de Castilla-La Mancha, no le ha aportado la cintura suficiente como para pastorear a una “tropa”, que diría Rajoy, acostumbrada a actuar muchas veces por su cuenta, salvo cuando en el pasado Francisco Álvarez Cascos, el general secretario de triste recuerdo, o Ángel Acebes impusieron la autoridad que les facilitaba su dedicación exclusiva al cargo.

Quienes en el PP han observado la secuencia de la explosión ocurrida ahora en Andalucía saben que los desplantes de Rajoy a Cospedal vienen de lejos, casi desde que hace nueve meses el todavía presidente del partido en Andalucía, Juan Ignacio Zoido, la convenció de que había que soplar en el cogote al presidente del Gobierno para acelerar la elección del futuro candidato a la Junta, ya que detectaba movimientos extraños en el PSOE que luego quedaron constatados con la sustitución de José Antonio Griñán por Susana Díaz. Como es habitual en él, Rajoy escuchó, pero no hizo movimiento alguno hasta que la cuerda se tensó. Finalmente, se ha roto por el lado más débil, una deducción fácil de hacer si se refresca la memoria y se recuerda la ayuda que Javier Arenas, el exministro campeón, le prestó a quien habita hoy en La Moncloa cuando en 2008, después de perder las elecciones frente a Zapatero, Rajoy fue víctima del fuego de artillería abierto contra él por apellidos tan conocidos como Aguirre, Costa, Pujalte, Torme, Elorriaga y otros que hoy ocupan altos cargos y sufren de Alzheimer.

Cospedal se siente maltratada y, a decir de sus colaboradores, con razón. Dos semanas antes de que haya recibido el zarpazo andaluz con la muerte de un candidato, el suyo, que no ha acabado de nacer, sentaba a su marido, Ignacio López del Hierro, a su lado en la convención celebrada por el PP en Valladolid. El atrevimiento originó un molesto escozor a los integrantes del ‘aparato’ tradicional del partido, entre otras razones porque el aludido ni siquiera es militante y, además, goza de mala fama. Pero esta quemazón ha devenido en una abierta satisfacción en no pocos despachos de la sede nacional cuando se ha comprobado que la secretaria general ha mordido el polvo en Andalucía, una comunidad clave en términos electorales y el golpe le ha dejado automáticamente sin la manguera imprescindible para apagar los nuevos incendios que puede sufrir el partido –los de Madrid, el País Vasco o la comunidad valenciana siguen sin ser sofocados– en otras organizaciones regionales, a medida que llegue el momento, siempre tenso, de elaborar las candidaturas.

Fuentes veteranas del PP ven a Cospedal herida de muerte, sin autoridad y a merced de los ‘barones’ que o bien tienen hilo directo con el presidente- Luisa Fernanda Rudí, Alberto Núñez Feijóo…- o bien van a su bola, como es el caso del extremeño José Antonio Monago o del valenciano Alberto Fabra. Si Rajoy respeta el calendario, al PP le toca congreso nacional el año que viene, la fecha de caducidad que en el partido ya se ha puesto a Cospedal como secretaria general. Lo lógico es que al sucesor o a la sucesora –rumores los hay para todos los gustos– se les exija dedicación exclusiva, la solución más razonable para un partido que, además del Gobierno de la nación, gestiona el de una docena de comunidades autónomas y más de la mitad de capitales de provincia (…)

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