A mediados de la pandemia, en una de sus muchas comparecencias, el presidente del gobierno dijo que «la Covid no distinguía de clases sociales», y que la lucha contra el virus nos igualaba a todos. Seguramente Pedro Sánchez lo dijo con buena intención, tratando de lanzar un mensaje de unidad a la ciudadanía, pero se equivocaba. Se equivocaba del todo. Tras el fin del confinamiento y el retorno al trabajo, cualquier currante madrileño que tuviera que coger en aquellos días el transporte público en hora punta, con vagones o buses atestados, habría podido explicarle hasta qué punto edulcoraba la realidad.
Ahora un estudio publicado en la revista ‘Health & Place’ demuestra científicamente una sospecha empírica: que la incidencia de la Covid-19 en Madrid tuvo un claro «eje de clase». «No, el virus no afectó ni afecta a todos por igual. Las personas de clase social más aventajada tuvieron y tienen menos posibilidades de contagiarse de Covid que las personas de clase trabajadora o de los barrios más pobres. Y lo mismo con la mortalidad: las clases sociales bajas tienen más riesgo de mortalidad porque la diabetes, el infarto… siguen ese mismo eje de clase», asegura a Público el epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alcalá Pedro Gullón, autor del estudio.
La investigación, titulada «Tendencias temporales en las desigualdades dentro de la ciudad en la tasa de incidencia de COVID-19 por privación a nivel de área en Madrid» cruza los datos de toda la Comunidad de Madrid y llega a una conclusión diáfana: el barrio en el que se habitaba durante la etapa más dura de la pandemia definió las posibilidades de ser contagiado de Covid. En los barrios más pobres y de clase trabajadora, la incidencia del virus fue claramente mayor, mientras que el mejor nivel de vida llevó aparejado una menor posibilidad de contagio.
Hubo un «eje de clase» en la pandemia en Madrid, y cabe extrapolar ese mismo eje a otras grandes ciudades como Barcelona, Valencia, Bilbao, Sevilla o Zaragoza. El estudio, que coge los datos de septiembre de 2021, traza un mapa de la Comunidad de Madrid con gradientes de color, midiendo dos parámetros. Uno es el de la incidencia acumulada de la Covid-19, y el otro es el «privación socioeconómica», un indicador que mide las dificultades derivadas de las condiciones de vida y trabajo. El resultado es que, al poner ambos mapas uno al lado del otro, apenas hay diferencias.
El virus es biológico y ciego. Pero una pandemia es un acontecimiento social, y tiene carácter de clase.
Dos ejemplos ilustran la coincidencia. En el Pozo del Tío Raimundo, en Entrevías (Vallecas) coincide la tasa de incidencia acumulada más alta de Madrid (19.153 casos por cada 100.000 personas) con el índice de privación más alto (2,35). Por el contrario, en el residencial y acomodado barrio de Embarcaciones de Tres Cantos, con un escaso índice de privación de 1,75, es donde se dio en ese momento la incidencia acumulada más baja de Madrid (8.835 casos).
Por norma, los barrios del norte de Madrid, de renta más alta, sufrieron bastante menos las consecuencias de la Covid que los de los distritos de Vallecas, Carabanchel, Usera o Villaverde, o que las poblaciones del obrero cinturón sur: Leganés, Alcorcón, Getafe, Móstoles o Fuenlabrada.
El estudio evidencia «un evidente eje de clase y el mapa queda bastante espejo. En la primera ola casi todos estábamos encerrados en casa y estar o no expuesto dependía de estar en trabajos esenciales: sanitarios, supermercados… Pero cuando llega la desescalada el eje que marca la exposición es la capacidad de teletrabajo. Y el eje de clase con el teletrabajo es aún más grande», sostiene Gullón a Público.
Los trabajadores condenados a una menor remuneración eran los que quedaron más expuestos al contagio -en el barrio, en el puesto de trabajo o en el transporte público- en la segunda etapa de la pandemia. «Los residentes de áreas de con más tendrían una mayor exposición a la covid-19 por las condiciones de trabajo o la imposibilidad de trabajar desde casa. De hecho, según los resultados de una encuesta en Madrid, más del 70% de las personas con ingresos mensuales superiores a 4.000 euros tenían la posibilidad de trabajar desde casa durante la pandemia, frente a un 13% y un 0% para los que ganan entre 500 y 1.000 y menos de 500, respectivamente. Los residentes que viven en áreas más desfavorecidas tenían que salir de sus casas para trabajar más que otros residentes», dice el estudio.
Queda demostrado. El virus es biológico y ciego. Pero una pandemia es un acontecimiento social, y tiene carácter de clase.
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‘Epidemiocracia’
«Los virus no entienden de fronteras ni clases sociales. No hemos parado de escuchar esta frase como un mantra, como una aventura mágica en la que los virus aparecen de un espacio neutro, llegan, infectan y desaparecen. Pero es falso»
Esta es la tesis que recorre ‘Epidemiocracia’ (Capitán Swing), el libro del médico Javier Padilla y del epidemiólogo Pedro Gullón, que subrayan en el subtítulo de la obra que «nadie está a salvo si no estamos todos a salvo». Se trata de un ensayo que analiza las derivadas sociales y económicas de la pandemia del coronavirus que «no afecta a todos por igual»
«Las epidemias no surgen de la nada, parten de unos contextos sociales y políticos concretos; entender este sustrato político, económico, sanitario y social es fundamental para analizar cómo afectan las epidemias. La peste, la tuberculosis, el sida, el ébola, la malaria y, recientemente, la Covid-19, surgieron de contextos determinados, impactaron de forma diferencial sobre determinados grupos sociales y transformaron las sociedades que se encontraron»
«Ahora toca preguntarse: ¿quién está más expuesto a enfermar durante una epidemia?, ¿quién es más vulnerable a su s consecuencias sociales?, ¿qué respuestas políticas sanitarias (y no sanitarias) tenemos para actuar frente a una crisis epidémica?, ¿qué sanidad queremos para hacer frente a las epidemias?, ¿qué transformaciones sociales nos quedan tras una crisis epidémica? Este libro trata de responder a estas preguntas mediante la intersección entre política, sociedad y salud pública en situaciones de epidemia», sostienen Padilla y Gullón