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El coste verdadero de la crisis bancaria

Todavía siguen sin clarificarse las cifras reales del coste de la crisis bancaria, entre otras cosas porque la crisis no ha cerrado su contabilidad completa, a reserva, entre otras cosas, de que las dos cajas nacionalizadas en fase de adjudicación pasen a manos privadas, un pase que posiblemente va a requerir más dinero del inicialmente previsto en incentivos y apoyos a los compradores.

Algunos balances parciales se van conociendo, como el que acaba de desglosar el Banco de España, con una primera estimación de 61.366 millones de euros en ayudas directas (sin contar avales) a los que hay que añadir los 6.500 millones de euros que se dan por contabilizados en los denominados esquemas de protección de activos, es decir, la recuperación que el Estado ha garantizado a los compradores de los bancos ya vendidos, a los que ha asegurado una generosa cobertura en los quebrantos crediticios no previstos inicialmente pero que han llegado a materializarse después de haber traspasado la propiedad de las entidades que fueron vendidas a otros bancos para tratar de sanearlas.

La cifra es desde luego bastante provisional y a buen seguro que rebasará con creces lo estimado hasta ahora, con Bankia como principal receptor de dinero, más de 24.000 millones de euros, y con Catalunya Banc como principal receptor de ayudas en términos relativos (en proporción al balance), con unos 12.000 millones de euros. A reserva, en este último caso, de que las cuentas finales salgan más altas ya que la entidad catalana está pendiente de adjudicación vía concurso y ello requerirá posiblemente un mayor esfuerzo financiero público para persuadir a los potenciales compradores de que hacen una buena compra.

La provisionalidad de las cifras del quebranto bancario español es tal que hace unos pocos meses el Fondo Monetario Internacional, manejando datos españoles, según su confesión, manejaba cifras de 250.000 millones de euros, a los que habría que deducir unos 60.000 millones de reembolsos garantizados, es decir, unos 185.000 millones de euros. La propia patronal bancaria evaluaba no hace mucho en 125.000 millones de euros el coste real del quebranto bancario que habría recaído sobre los españoles.

Tal disparidad de cifras lleva a pensar dos cosas: que el coste definitivo está lejos de ser conocido con rigor y que resulta del todo cierto que la crisis va a costar a los contribuyentes españoles un buen montón de dinero, contra lo que en un principio se había afirmado en medios públicos, cuando se argumentaba que los apoyos financieros no le costarían dinero a los contribuyentes. A estas alturas, lo que resta por determinar es la cuantía exacta del quebranto.

El Banco de España ha eludido realizar comparaciones internacionales sobre las ayudas públicas a la banca en los países de la Eurozona y de la UE, lo que es una pena. Los quebrantos en España han afectado a entidades de renombre, Caja Madrid como uno de las más señaladas. Pero más allá de nuestras fronteras, los casos que se han conocido han sido bastante más gravosos para los respectivos países. Es una lástima que no haya existido una mayor transparencia en la instrumentación de las ayudas públicas en toda Europa, ya que habríamos tenido la oportunidad de realizar comparaciones, que siempre aportan alguna lección para el futuro. En el caso español, esta transparencia ha venido obligada por la existencia de ayudas públicas de la UE, por lo que el grado de conocimiento público de la crisis bancaria española y su coste para el Estado ha sido bastante más transparente que en el resto de los países.

Se ha echado en falta una intervención más directa del Banco Central Europeo (BCE), que entre sus funciones no tiene de momento la de regulador supremo de las entidades financieras europeas, función que en cada Estado se reserva al banco central de turno. Hemos estado privados, por este motivo, de una información realmente comparativa y transparente. Nadie asegura que las ayudas de algunos Estados a bancos de su país hayan sido conocidas de forma explícita. Hay sospechas de que algunos países, incluso importantes de la UE, han ocultado parcialmente sus miserias bancarias y las ayudas que han realizado a sus bancos en crisis, lo que constituye un serio quebranto para la limpieza de la competencia entre entidades financieras.

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