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El contubernio

El viento está cambiando de dirección, a la espera de las inciertas elecciones griegas del día 17, prologadas el domingo que viene por la primera vuelta de las legislativas francesas. La línea de resistencia ordenada desde Madrid parece que está evitando lo peor: la intervención de la economía española antes de los comicios griegos, con la consiguiente inversión de papeles en el drama europeo. Los ministros de Finanzas del denominado G-7 (grupo de países formado por Estados Unidos, Alemania, Italia, Japón, Canadá, Reino Unido y Francia) celebraron ayer una reunión urgente -vía videoconferencia- para analizar la situación en Grecia y España. Los países más industrializados del mundo están tomando nota de la posición española. «Los españoles no quieren pedir el rescate de su economía. Son demasiado orgullosos. Es una arrogancia fatal», señalaba ayer una fuente del G-7 citada por la agencia norteamericana Reuters. Alguien les dio la razón desde Madrid. Con el estilo que lo caracteriza -entre el gracejo andaluz y el humor fúnebre-, el ministro Cristóbal Montoro declaró a Onda Cero que «los hombres de negro no van a venir a España», en alusión a los altos funcionarios de la troika (Fondo Monetario Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo), que periódicamente imparten instrucciones en Lisboa, Atenas y Dublín. Por la tarde, Mariano Rajoy daba un salto cualitativo en el Senado al pedir la emisión de eurobonos para la mutualización de la deuda, fórmula hasta ahora defendida casi en solitario por los partidos socialdemócratas. Un paso así sólo se da con cierta sensación de fortaleza. No era ese el tono de la semana pasada.

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