"Hitchcock / Truffaut"

El contrabandista de ideas

Hace cincuenta años se publicó uno de los libros de cine verdaderamente imprescindibles. En él Franí§ois Truffaut (que habí­a revolucionado el cine europeo encabezando la nouvelle vague en Francia) realizaba a Hitchcock una entrevista muy poco convencional.

Los que no podían comprender a Hitchcock

Ambos, Hitchcock y Truffaut, se recluyeron durante ocho días en una sala de los estudios Universal en Los Angeles. Grabaron 27 horas de conversación, donde Hitchcock contestaba a más de 500 preguntas formuladas por Truffaut.

Las cintas de aquel “tour de force” fueron descubiertas en 1.993, y ahora se han convertido en un documental que llega a las salas de cine.

“El cine según Hitchcock”, que ahora Alianza Editorial reedita para conmemorar su 50 aniversario, fue toda una obsesión para Truffaut. Y contribuyó decisivamente a que emergiera toda la grandeza de Hitchcock, que el pensamiento dominante pretendía ocultar y “recortar”.

Tal y como nos relata Truffaut, en sus viajes a EEUU “cada periodista me hacía la misma pregunta: ¿Por qué se toma a Hitchcock tan en serio? Es rico e ilustre pero sus películas no tienen sustancia”.

Los miopes popes de la crítica cinematográfica solo veían en las películas de Hitchcock meros productos de entretenimiento, pasatiempos basados en el suspense.

Truffaut les contesta a la ofensiva: “la obra de Hitchcock ha sido hasta ahora tan gravemente subestimada que conviene, antes que nada, colocarla en su verdadero lugar, uno de los primeros. […] Si se quiere aceptar la idea de que el cine no es inferior a la literatura, yo creo que habría que clasificar a Hitchcock –aunque, a fin de cuentas, ¿para qué clasificarle?– en la categoría de los artistas inquietos como Kafka, Dostoyevski, Poe.” «El cine de Hitchcock es un test de Rorschach en el que cada uno atisba lo más inquietante de su propia psique (Kent Jones, director de “Hitchcock / Truffaut)»

Engañar para contar la verdad

La minusvaloración de la obra de Hitchcock no era un problema de “gustos”, ni siquiera de diferentes valoraciones cinematográficas.

El propio Hitchcock nos da la clave para desentrañar la naturaleza de este conflicto, y también la sustancia de su obra: “mi amor al cine es más fuerte que cualquier moral”.

Vicente Aranda nos desveló en una entrevista que “para mi Hitchcock es la estrella polar, es un contrabandista que pasa ideas de matute”.

Debajo del envoltorio de intriga y suspense, Hitchcock nos dispara cargas de profundidad, pasa “de contrabando” un cargamento de subversión difícil de digerir para las mentes de orden.

El “Mac Guffin” revela la habilidad de “contrabandista de ideas” de Hitchcock. El “Mc Guffin” no es nada, no contiene nada en su interior, es un cebo argumental expuesto para atraer la atención del espectador.

Este es el papel que cumple la intriga y el suspense en Hitchcock. No son efectistas y gratuitos “trucos de guión”, sino una maniobra necesaria, para poder “colarnos” las ideas que verdaderamente interesan a Hitchcock, demasiado perturbadoras y subversivas para que las aceptemos sin antes haber “rebajado” nuestras defensas.

Debajo del suspense y la intriga, Hitchcock nos obliga a sumergirnos en los abismos y contradicciones más candentes.

De Kafka a Freud

Truffaut iguala a Hitchcock con Kafka. Y para Vicente Aranda “Hitchcock es un ilustrador de Kafka”.

Y es que Hitchcock es uno de los pocos directores que se atrevieron a trasladar al cine la “pesadilla realista” (así lo definió el realizador británico) que Kafka nos arroja en sus cuentos y novelas.

La obsesión hitchcockiana por el “falso culpable”, las vicisitudes de un hombre inocente injustamente acusado y perseguido no es solo la plasmación de la losa de la “culpa”, inoculada en su educación católica a manos de los jesuitas. Nos remite directamente a la pesadilla kafkiana, demasiado “realista”, del individuo sometido a un poder omnipresente, convertido en el capitalismo monopolista, como Gregory Ramsa en “La metamorfosis”, en un simple insecto.

Aunque en su superficie parezcan totalmente diferentes, la sustancia de “El Proceso” y “Con la muerte en los talones” es exactamente la misma.«Hitchcock es un ilustrador de Kafka (Vicente Aranda)»

Cary Grant es un nuevo Joseph K, atrapado en una vorágine surreal, enfrentándose a un pecado que desconoce pero del que todos le acusan, obligado a casi anular su propia identidad para adoptar la de un individuo inexistente, atacado y conducido hacia una muerte segura por quienes encarnan el papel de “malvados”, pero sobre todo por los que, teóricamente, están encargados de “velar por nuestra seguridad”, en este caso una de las agencias secretas norteamericanas.

Kent Jones, el director del documental “Hitchcock / Truffaut” nos señala además que “el cine de Hitchcock es un test de Rorschach en el que cada uno atisba lo más inquietante de su propia psique”.

Cuando se encontró con Truffaut, Hitchcock acababa de rodar “Psicosis”, una película de bajo presupuesto, a pesar de estar en la cúspide del éxito, con un libertad creativa total.

De la mano de un Norman Bates con el que no obliga a identificarnos, Hitchcock nos coloca frente al precipicio del inevitable desdoblamiento de la psique humana, que iguala a “locos” y “cuerdos”.

Y es que Hitchcock será también un ilustrador de Freud. En “Recuerda” o en “Marnie la ladrona”, literalmente ácido sulfúrico que disuelve la moral dominante. O construyendo con “Vértigo” una de las películas más perturbadoras y bellas, una espiral de atracción-repulsión que, como el vértigo, nos empuja hacia el vacío.

El lenguaje onírico y surreal se convierte en Hitchcock en “sueños diurnos”, presentes en nuestra vida más cotidiana.

Estas son partes del continente, inabarcable, que esconden las películas “de intriga y de suspense” de Hitchcock, plasmados en un inigualable lenguaje visual.

Algunas de las escenas más impactantes del cine, ese lenguaje capaz de narrar con imágenes, son obra de Hitchcock. El asesinato en la ducha de Janet Leigh en “Psicosis”, un Cary Grant perseguido en pleno desierto por un avión…

En “Hitchcock / Truffaut” Martin Scorssese nos cuenta como Hitchcock coloca la cámara en un lugar, y no en otro, para contarnos cosas. Orson Wells confesaba que “en el lugar donde colocas la cámara hay ideología”. Porque estás trasladando una determinada visión de la realidad, una mirada cargada de posición, de ideología.

Como buen contrabandista, Hitchcock manejará con habilidad todos los códigos del cine, conquistando al público con el suspense, utilizado como la llave que abre una puerta cerrada para que entre la subversión.

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