SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

El compañero Greganti

El compañero Greganti fue detenido el 30 de enero de 1993 con 1.246 millones de liras (643.500 euros) en una cuenta en Suiza. Uno de los capítulos más significativos del famoso proceso Mani Pulite. Primo Greganti, antiguo trabajador de Fiat, formaba parte del aparato administrativo del Partido Comunista Italiano. Los fiscales habían hallado su nombre en los entresijos de una cuenta que llevaba por nombre Gabbietta (bozal de alambre). Cuello ancho, corpulento, manos encallecidas por la cadena de montaje, Greganti era un tipo duro.

Su detención causó gran impacto y expectación. Si se demostraba que el PCI también había cobrado comisiones ilegales, todo el sistema político italiano se venía abajo, sin excepción. Nadie podía levantar la bandera de la virtud. Los (euro)comunistas poseían una gran infraestructura, financiada por una amplia red de cooperativas y empresas dedicadas a la mediación comercial con la Europa del Este. El PCI era una máquina política de primer orden y, en teoría, los otros partidos necesitaban financiación extra para hacerle frente. Todo ello había conducido a un exagerado sistema clientelar, de dimensiones verdaderamente delictivas, que el fin de la guerra fría dejaba sin sentido. Esa fue la principal clave histórica de Mani Pulite. Años noventa.

Greganti no habló. Estuvo seis meses en la cárcel milanesa de San Vittore y no habló. Nunca cambió de versión: aquel dinero era suyo y lo tenía en el exterior con vistas a una inversión particular en China. Fue condenado a tres años de cárcel y siguió en sus trece. Así nació la leyenda del compagno G. Mientras Greganti callaba, los tesoreros de los demás partidos cantaban el repertorio completo de Verdi.

También en los años noventa se descubrió que el Partido Socialista Obrero Español tenía una vía de financiación ilegal. Una trama de empresas (Filesa, Malesa, Time-Export) obtenía dinero de la banca y de algunas grandes compañías, mediante la facturación de supuestos informes, entre otros métodos, para sufragar los gastos electorales de un partido muy endeudado después del referéndum sobre la OTAN. Ansioso de obtener la mayoría absoluta en 1982, el PSOE de Felipe González y Alfonso Guerra había ocultado su compromiso con la permanencia de España en el bloque atlántico, aparentando una línea neutralista. (González y Guerra habían viajado a Moscú en diciembre de 1977 con el indisimulado propósito de pedir el bloqueo del PCE, en aquel momento díscolo con los soviéticos).

Mucha gente se creyó la promesa de neutralidad y el referéndum sobre la OTAN acabó siendo un drama para el primer gobierno socialista español después de la Guerra Civil. Un drama caro. La trama Filesa se calcula que movió unos 14,8 millones de euros. Doce personas fueron procesadas, siendo la de mayor rango político, el senador Josep Maria Sala, puntal del PSC y decisivo responsable de su aparato organizativo. Sala fue condenado a tres años de prisión, de los que cumplió dos. Asumió su responsabilidad y la investigación no llegó más arriba.

A Luis Bárcenas, tesorero y gerente del Partido Popular en los últimos veinte años, le han pillado más de 48 millones de euros en Suiza y su canto se oye estos días en toda España y parte del extranjero. Después de pedir protección a su partido –y no obtenerla, tal y como él quería–, el detenido ha escogido un diario albacea y se ha lanzado en tromba contra el presidente del Gobierno. Con mucho fuego de artificio –con más artificio que documentación–, el tesorero declaró ayer ante el juez Ruz que el PP se ha financiado durante 20 años mediante donaciones de empresarios que habrían tenido como recompensa la obtención de concesiones administrativas. Y dijo haber pagado dinero negro a Mariano Rajoy. Apunta también un posible caso de cohecho en la adjudicación de la contrata de limpieza de la ciudad de Toledo, dardo envenenado contra María Dolores de Cospedal, secretaria general del PP y presidenta de Castilla-La Mancha, que le puso la proa en el 2008 al hacerse cargo de la dirección política de Génova, 13, en Madrid.

Bárcenas lanza una acusación tremenda, cuya verificación exige una investigación difícil de llevar a cabo, casi imposible, si no hay papeles y testigos. E intenta provocar el máximo desgaste del presidente. El preso de Soto de Real canta una partitura en la que nunca aparece el nombre de José María Aznar, presidente del PP entre 1990 y el 2004 y tenaz poder fáctico de la derecha.

Conmoción en Madrid. Excitación en toda España. Perplejidad en la prensa extranjera. Fantasías de final de régimen. (Un clásico: en España, el Régimen siempre está a punto de caer). Prueba de fuego para los mecanismos de solidaridad interna en el PP, si es que existen. Llama la atención el sedoso silencio del ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, estos días de viaje oficial en Perú. Siempre con un fino sentido de la orientación, el compañero G.

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