EE UU y el dominio del canal

El canal de Panamá una visión histórica

EEUU contribuyó con su Ejército y su financiación a que la provincia panameña se independizara de Colombia y surgiera en 1903 un nuevo paí­s llamado Panamá. Y para continuar, porque a los 15 dí­as de tomar el poder, el recién nombrado Gobierno panameño concedió a EEUU la licencia que Colombia le habí­a negado hasta entonces. Una década después, el 15 de agosto de 1914, el vapor norteamericano Ancón se convertí­a en el primer barco de los 700.000 que han cruzado ya los 80 kilómetros de esta gran obra de ingenierí­a hidráulica.

Desués de la anexión de California, la provincia colombiana de Panamá se convirtió en un punto vital para las comunicaciones entre el este y el oeste de los EEUU. Desde 1851, una sociedad yanqui, la «Panama Rail Road Company» habí­a logrado hacer correr al primer tren y en 1854, una locomotora atravesó el istmo. La lí­nea férrea fue trazada en una zona particularmente malsana y propicia para el desarrollo de enfermedades tropicales. Más de 6000 trabajadores dejaron sus vidas a causa del paludismo y otras enfermedades, entre ellos coolies chinos, antillanos y un buen número de irlandeses, alemanes y austriacos. La carrera por del oro californiano, obligó a miles de hombres a atravesar el istmo — paso obligado viniendo del este — y los Estados Unidos tomaron la enojosa costumbre de desplazar sus tropas por Panamá sin pedirle autorización a Colombia. El Canal de Panamá pudo haberse construido en Nicaragua. Así­ lo consideraron los norteamericanos a mediados del XIX, pero al final optaron por Panamá. Esta decisión cambió la historia del istmo.La secesión fue proclamada y una Junta militar se constituyó en Puerto Colón y tropas yanquis desembarcaron de los barcos que se encontraban en el lugar, impidiendo a las fuerzas colombianas sofocar la rebelión. El 6 de noviembre Estados Unidos reconocí­a la «independencia» de Panamá. Philippe Bunau Varilla, ciudadano francés — que habí­a tomado parte en la rebelión sin moverse de la suite 1162 del hotel Waldorf Astoria de Nueva York — reconocerá más tarde que la idea de secesión habí­a sido discutida previamente con el presidente Roosevelt. Este aventurero fue nombrado con premura ministro plenipotenciario por la Junta y firmó en Washington el 18 de noviembre — un dí­a antes de la llegada de los representantes de la recién creada república — un tratado leonino que hipotecaba para siempre la soberaní­a panameña sobre el istmo. Desde entonces el paí­s centroamericano se transformó en una nación partida por la mitad. Eran cláusulas del contrato suscrito con EEUU que contemplaba la cesión a «perpetuidad» del Canal y los ocho kilómetros de terreno a cada uno de sus lados. Además concedí­a todo tipo de prerrogativas para la intervención en asuntos internos y la instalación de bases militares que garantizaran la seguridad de la ví­a acuática.En 1977 se firmaron los Tratados «Torrijos — Carter», en virtud de los cuales salieron las tropas norteamericanas en 1999, pero dejaron el Tratado de Neutralidad que le da el derecho unilateral a EE.UU. de intervenir militarmente en Panamá por los siglos de los siglos, cuando considere que la neutralidad del Canal esté amenazada, según lo dice en su Artí­culo IV.Torrijos escribió entonces a Carter quien se comprometió a «no utilizar esta enmienda como justificación legal para una eventual intervención en Panamá». Catorce bases militares y más de diez mil soldados se encontraban en la zona del canal. Esta presencia tení­a la misión — aparte aquella de la seguridad del canal — de proyectar el poder de fuego de EEUU sobre el continente: «Durante décadas, bajo el pretexto de proteger esta ví­a fluvial, esas instalaciones sirvieron como centros de entrenamiento para realizar pruebas de armamento y de tecnologí­a militar; como bases de apoyo logí­stico a golpes de estado y operaciones de contrainsurreción o, para efectuar intervenciones secretas o no en Colombia, Bolivia, Granada y América Central…» Torrijos murió en 1981 en un misterioso accidente de aviación. Los panameños le reconocen el mérito de haber, en condiciones extremadamente difí­ciles, logrado hacer firmar a los EEUU un nuevo acuerdo sobre el canal. El general Noriega sucedió a Torrijos como jefe de la Guardia Nacional. Era considerado como un hombre al servicio de EEUU, trabajando después de muchos años para la CIA. Como se sabe, Bush, que habí­a sido jefe de la central yanqui, no se embarazó en 1989 con sutilezas jurí­dicas ni supuestos derechos de antigüedad en el trabajo. Ese año se habí­a llevado a cabo la elección presidencial en Panamá. La oposición se agrupó en torno a Guillermo Endara, quien afirmó al término del escrutinio ser el vencedor. Pero bajo presión de la Guardia Nacional, Francisco Rodrí­guez fue designado como presidente de la república. Una prueba de fuerza comenzó entre la oposición apoyada por EEUU y la Guardia Nacional. Noriega, que al parecer habí­a trabajado algunos años antes para la CIA y por ello era un ex empleado de Bush, fue acusado por éste de participar en el tráfico de estupefacientes y un juez norteamericano emitió una orden de detención en su contra. Al mismo tiempo, las tropas yanquis estacionadas en el canal realizaron provocaciones tratando de intimidar a la población panameña, que en parte, apoyaba a Noriega. El 20 de diciembre de 1989, Bush -después de haber copiosamente brindado en Malta con Gorbachev celebrando el fin de la guerra frí­a — lanzó la «operación Causa Justa». Y las tropas yanquis, sin preocuparse de justificaciones de tipo legal, invadieron una vez más Panamá, utilizando miles de soldados, la aviación y helicópteros artillados. Pero la Guardia resistió e igual cosa ocurrió en los barrios populares donde algunas armas habí­an sido distribuidas. Entonces las tropas invasoras de la «Causa Justa» los bombardearon como única manera de poner fin a la resistencia. Más de 2000 muertos quedaron entre los escombros de los barrios populares calcinados. En cuanto al lí­der de la oposición Guillermo Endara, éste prefirió el confortable aire acondicionado de una base militar yanqui — prueba de la tranquilidad que reinaba en el paí­s y de la adhesión popular con que contaba la invasión norteamericana — para jurar como presidente de la república… Georges Bush imponí­a un presidente que en los años setenta habí­a creado una empresa domiciliada en Panamá, cuyo socio no era otro que el general Manuel Contreras, jefe de la policí­a secreta del general Pinochet.Noriega fue detenido por sus ex patrones el 3 de enero de 1990 y llevado a EEUU, donde fue condenado a de 40 años de cárcel. En mayo de 1994, Ernesto Pérez Valladares del PRD (Partido Revolucionario Democrático), el partido de Noriega, triunfó en las elecciones. En todo caso, desde 1995, en abierta violación del reciente tratado Torrijos-Carter, EEUU trató de obtener del gobierno panameño su acuerdo para que algunas de sus bases militares — Howard, Sherman, Rodman y una en la isla de Galeta — permanecieran indefinidamente en la zona del canal. En mayo de 1999, Mireya Moscoso una fiel aliada de EEUU, fue elegida como presidente de la república. Curiosamente, el general Charles Wilheilm del Southern Command, expresó públicamente al mismo momento sus dudas acerca de la capacidad de Panamá para mantener la seguridad del canal. Meses después, el mismo general explicaba ante la comisión de relaciones exteriores del Senado norteamericano, que el ejército panameño no estaba en condiciones de enfrentar una eventual incursión de guerrilleros colombianos. Pero fueron los propios EEUU los que disolvieron y desarmaron al ejército panameño durante la invasión de 1989. Panamá es conocido en el mundo por su Canal, aunque por paradojas de la polí­tica no fuera precisamente suyo. EEUU adquirió por un módico alquiler anual un salón de estar en su particular patio trasero centroamericano. En él se entrenaron los marines para la Guerra de Vietnam, se acantonaron 50.000 soldados durante la II Guerra Mundial y dictadores y contrarrevolucionarios aprendieron su oficio en lugares como la tristemente famosa Escuela de las Américas. Finalmente fue invadido en 1989 cuando el general Noriega empezó a hacer polí­tica por su cuenta.

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