En una acto de precampaña Anxo Quintana, líder del Bloque Nacionalista Gallego (BNG) y vicepresidente de la Xunta gallega, en coalición con el Partido Socialista de Galicia (PSdeG, versión local del Partido Socialista Obrero Español, PSOE), celebrado en Santiago el pasado sábado, anunció que en la próxima legislatura buscará que salga adelante «un Estatuto de nación», que permita a Galicia, entre otras cosas, negociar directamente con el Gobierno el nuevo modelo de financiación. Utilizando el estilo, aparentemente posibilista, de la actual dirección del BNG, se permitió la demagogia de afirmar que va a contar con el voto de los nacionalistas y de los no nacionalistas, «porque no hace falta serlo para votar al BNG». Lo único que se requiere es «amar a este país (se refiere a Galicia), y así lo hace la mayoría de los ciudadanos».
Los nacionalistas gallegos están contentos con los logros de su política disgregadora, especialmente, con las medidas de tipo lingüístico y cultural, implantadas durante la pasada legislatura por el gobierno bipartito BNG-PSdeG. Ahora pretenden, con las elecciones, conseguir más poder para seguir con su estrategia de promover el conflicto y generar la división en Galicia. El mismo Quintana aseguró en el mitin que “las ideas y el coraje» de los nacionalistas en el bipartito les convirtieron «en el motor del cambio en estos tres años y medio».
El líder del BNG hizo alarde de los “éxitos” conseguidos en vivienda, agricultura y bienestar, donde en realidad el BNG ha seguido una política dirigida a generar clientelismo en todos estos sectores, aumentando la burocracia de la administración autonómica y el gasto público innecesario. Incluso se atrevió a destacar como mérito suyo el concurso eólico, concurso que ya se está convirtiendo en un tongo empresarial, en una enorme chapuza de gestión gubernamental y en un negocio político de los nacionalistas. Y no se olvidó de alardear de su capacidad para ser «determinante en la política estatal».
Eso sí, “se olvidó”, en cambio, de hablar de su papel en cultura. Porque el BNG dirigido por Quintana es consciente del rechazo que su política de imposición cultural y lingüística tiene entre la población gallega. De hecho, en el mismo acto, se lo lanzó a la línea “más nacionalista” que piensan que va demasiado lento. «Algunos compañeros quieren más, nosotros también», valoró, “pero para que los cambios sean estructurales, deben estar asentados en el pueblo”. Lo que dejó claro que su “posibilismo” es un disfraz para engañar a los gallegos.