¿Marea azul sobre España?

El bipartidismo se cuartea

«España se vuelve azul», «España entrega todo el poder al PP»,… Los grandes titulares de los mayores medios de comunicación lo han tenido claro desde el primer minuto. Y, obedeciendo a una única consigna, se han lanzado a repetir machaconamente sobre la arrolladora victoria de Rajoy para ocultar el autentico descalabro sufrido por el modelo bipartidista. Pero basta con remitirse a los datos electorales, para encontrar la verdad en ellos.

El mismo Washington Post se veía obligado a reconocerlo en la crónica de su corresponsal en Madrid: “el marcado cambio fue más el resultado de que millones de votantes abandonaran a los socialistas por partidos más pequeños, y no de que los conservadores recogieran nuevos votantes”. Esto es, en efecto, lo que dicen los datos de las elecciones.Es sólo la debacle del PSOE y la abrumadora falta de proporcionalidad del sistema electoral español lo que ha permitido al PP alzarse con una mayoría absoluta tan holgada. De hecho, el PP ha obtenido el 20-N casi medio millón de votos menos de que los que sacó el PSOE en las elecciones de 2008. Y sin embargo tiene 17 diputados más de los que obtuvo el PSOE entonces. Rajoy sólo ha conseguido sumar 552 mil votos más de los que tuvo hace 4 años. Pero ese medio millón de votos le sirven para sumar 32 nuevos diputados en el Congreso. Poco mas de 17.000 votos le ha costado al PP cada uno de sus nuevos diputados. Si todos los partidos que nos presentamos a las elecciones tuviéramos ese mismo privilegio, 23 formaciones políticas, entre ellas la nuestra, tendríamos hoy representación parlamentaria.Se ha querido comparar la victoria del PP a la que consiguió el PSOE de Felipe González en 1982. Nada más alejado de la realidad. En aquellos momentos, en una situación de emergencia nacional tras el golpe del 23-F, no sólo se registró el mayor índice de participación de la historia (el 80%), sino que la concentración del voto en torno al PSOE fue de tal magnitud, que en tres años multiplicó por dos el número de sus votantes, alcanzando los 202 diputados. En estas elecciones el PP sólo ha conseguido sumar un 5,3% más de nuevos votantes. Lo de Felipe González en el 82 fue un auténtico cheque en blanco entregado para conjurar definitivamente la amenaza golpista. Nada que ver, evidentemente, con lo ocurrido el 20-N.La hegemonía política conquistada por el PP no es resultado de ningún espectacular incremento de votos y apoyo ciudadano, sino fruto de un modelo bipartidista diseñado electoralmente para que el hundimiento de una de sus patas principales se traduzca automáticamente en la concentración de escaños en la otra, aunque no sea ésta la voluntad ciudadana expresada por los votantes. Así, se dan paradojas tan aberrantes como que el PP pierda en Madrid y en Valencia alrededor de 35.000 votos, pero sin embargo consiga un diputado más. O que en Galicia, con sólo 45.000 votos más, consiga 4 nuevos diputados, mientras los 65.000 votantes de Izquierda Unida se quedan sin representación parlamentaria.«Rajoy se hace con la mayoría absoluta, sí, pero con el apoyo de sólo 3 de cada 10 españoles» Incluso en aquellos lugares donde el PP ha conseguido una gran victoria, como Andalucía, los escaños obtenidos están muy por encima de sus ganancias en voto popular. Los 270 mil nuevos votos que ha sumado el PP en esta comunidad le sirven para ganar 8 nuevos diputados. Pero es a costa de que los 207 mil votantes de UPyD se queden sin tener ninguno.Las feroces distorsiones que introduce el sistema electoral no sólo otorgan una sobre-representación a los dos partidos mayoritarios y a las fuerzas nacionalistas, sino que permiten ofrecer una percepción absolutamente distorsionada de la correlación de fuerzas política real que expresa cada elección. Porque la realidad es que Rajoy va a gobernar con mayoría absoluta en el parlamento, sí, pero con el apoyo de sólo 3 de cada 10 españoles.El 20-N no sólo no ha supuesto ninguna “barrida” del PP como quieren hacer creer, sino que al contrario significan un golpe de enorme magnitud al modelo bipartidista, del que la cúpula del PP es hoy el mayor beneficiario. La pata quebradaPor definición, un modelo bipartidista necesita de la existencia de dos patas. Y que éstas tengan una altura más o menos similar. De lo contrario es el propio modelo, en su conjunto, el que se tambalea. Exactamente eso es lo que está ocurriendo ahora. El primer aviso lo dieron las municipales y autonómicas del pasado mes de mayo, cuando el PSOE se hundió perdiendo tres millones de votos. Pero lo del 20-N ha sido un varapalo para el modelo bipartidista de una magnitud todavía superior. 4,3 millones de votantes han abandonado al PSOE. Y de ellos, el PP sólo ha sido capaz de recoger a poco más de un 10%. El resto, cerca de un 90% o 3,8 millones de votantes han huido de un modelo bipartidista cuyas grietas y fisuras se multiplican a medida que aumenta el rechazo a quienes han demostrado hasta la saciedad no ser más que meros gestores del FMI y Bruselas, de bancos y multinacionales. Y esto es, políticamente, lo verdaderamente relevante del asunto. Porque el bipartidismo no es ninguna “degeneración” espontánea o inducida por las elites políticas del régimen, sino el modelo diseñado por las grandes potencias y la clase dominante española para imponer sus intereses y sus medidas al 90% de la población. Modelo basado en una “pata derecha” y una “pata izquierda” que, diferenciadas en las formas son sin embargo idénticas en naturaleza y cometido. Ejecutar servil y fielmente los mandatos y exigencias de los grandes centros de poder mundiales y nacionales. El debilitamiento del modelo bipartidista, su agrietamiento y corrosión cada vez más perceptibles significa también objetivamente un debilitamiento de las formas políticas de dominio del imperialismo y la oligarquía. Y esto, a su vez, supone mejores condiciones para las fuerzas del pueblo. Cada vez más, los de abajo no están dispuestos a seguir siendo dominados como hasta ahora. Y también cada vez más, los de arriba no pueden seguir dominando como hasta ahora. Este es el sentido profundo del nuevo salto que los resultados del 20-N han supuesto en el agrietamiento del modelo bipartidista.

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