El Observatorio

El Barí§a liquida el mito de la «armada invencible» inglesa

Habí­a muchas razones para desear un triunfo del Barí§a en la final de Roma, pero de todas ellas la primera y principal, a mi juicio, era la puramente futbolí­stica, es decir, qué modelo futbolí­stico iba a imponerse en ese escaparate extraordinario que es la final de una Champions. La incontestable y abrumadora victoria del Barí§a parece no dejar lugar a dudas, aunque ya veremos si, incluso el Barí§a, es capaz de seguir siendo fiel a él y no se deja arrastrar por los cantos de sirena que ya suenan en Barcelona y que la prensa deportiva pretende erigir en nuevos (y falsos) í­dolos. Pero, por de pronto, disfrutemos del éxito espectacular de un equipo que, con siete canteranos en el campo y una magia especial con el balón en sus pies, hundieron sin remisión a la supuestamente «invencible» armada inglesa.

La final de Roma no dejó de ser un artido “extraño”, sobre todo porque a los diez minutos, con el gol de E´too, en la primera jugada de ataque del Barça, el temible Manchester se vino literalmente abajo y ya no dio más señales de vida, si exceptuamos algunos “arreones” de escasa consistencia y ninguna efectividad en la segunda parte. Pero, para entonces, el Barça ya había descubierto y retratado todos los defectos del club inglés, que en definitiva son los defectos congénitos del fútbol inglés (y de muchos otros tipos de fútbol) y que se pueden definir con cuatro palabras: ausencia de centro del campo, falta de fútbol de elaboración, o lo que es lo mismo, falta de inteligencia futbolística. No es casualidad que dos de los cuatro “grandes” del fútbol inglés hayan “importado” centrocampistas españoles: el Liverpool a Xabi Alonso y el Arsenal a Cesc. Con ellos en el campo, el Barça no lo habría tenido tan fácil. El partido comenzó con el guión previsto. El Manchester salió al campo como equipo “ganador” y como “campeón”, y dispuso de sus mejores ocasiones, frente a un Barça que parecía aquejado por ciertas debilidades que afectaban a su alineación: las ausencias defensivas (faltabam Alves, Márquez y Abidal) y la presencia de dos jugadores claves que llegaban al partido recién salidos de sendas lesiones: Iniesta y Henry. Pero el gol del minuto diez fue un “bálsamo” que diluyó como por ensalmo todo este “espejismo”. El mazazo hundió a los ingleses, desvelando de pronto que todo su flamante fachada era puro cartón-piedra, y convenció al Barça de que sus ausencias era una anécdota y de que con lo que tenía en el campo era más que suficiente no sólo para ganar el partido, sino para dejar sobre el tapiz del estadio de Roma una lección imborrable de fútbol. Y, a partir de ahí, el Barça se quedó con el balón, mientras los jugadores del Manchester corrían y corrían, y su moral se iba por los suelos cada vez que el Barça combinaba treinta veces seguidas sin perder el balón. Definitivamente, Xavi e Iniesta habían tomado el mando, y con ellos, un nuevo recital azulgrana maravillaba, esta vez, a Europa entera. O, mejor dicho, al mundo entero: merece la pena leerse la crónica del New York Times, rindiéndose a la magia del equipo de Guardiola y, en especial, al fútbol prodigioso de Iniesta. Hasta ahora, y para no negar la evidencia, se había reconocido que el fútbol de este Barça (heredero de la filosofía de Cruyff) era mejor y “más bonito” que el de los demás, pero se seguía poniendo en duda que eso fuera “eficaz”, es decir, que así se pudieran ganar títulos. Al culminar la proeza (nunca cumplida hasta ahora en la historia del fútbol español) de ganar tres títulos (Liga, Copa y Champions), este Barça le ha dado un vuelco final a ese asunto, poniendo en evidencia que un fútbol “superior” produce también más títulos: ya lo demostró en el pasado la selección brasileña de fútbol, o el Ajax de Cruyff, … o hace muy poco la propia selección española. El fútbol dominantemente físico, de atletas, casi de gladiadores, muy veloz y sin apenas elaboración ni transiciones, realizado por futbolistas muy aguerridos y potentes, con relativa calidad técnica pero mucha precisión en el disparo, se había convertido estos últimos años (vía la Premier Ligue inglesa) en el “paradigma” del fútbol ganador. Mejoraba algo la situación del pasado, donde se había impuesto, en Europa, la racanería en declive del fútbol italiano, pero seguía manteniendo el nivel futbolístico en un plano enormemente bajo. Los últimos mundiales de Corea-Japón y Alemania certificaron ese declive a escala global. La exitosa “fórmula” del fútbol inglés de estos años, aunque “disimulaba”, no rompía esa situación de crisis. Pero se había convertido, de alguna forma, en un espejismo. Con su clara y rotunda derrota en Roma ante el “fútbol total” del Barça, ese “paradigma” ha quedado ahora seriamente tocado. No es sólo que no sea “tan bonito”, es que es claramente inferior. O dicho en positivo, hay otro modelo que es superior, un modelo que no sólo rescata lo mejor del fútbol, sino que además “gana”. ¿Servirá esta derrota para cambiar la hegemonía en el fútbol europeo? Esperemos que así sea.

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