El asesinato polí­tico de ZP

«Zapatero ha cometido graves errores que lo convierten motu proprio en el candidato sacrificial ideal. Uno fue personalizar a tal extremo la opción socialista, sustituyendo la marca PSOE por la suya propia, y acumular tal poder en su persona, que se ha convertido en el objetivo obvio a batir. Otro desacierto ha sido la afasia ideológica en el terreno económico. En los últimos meses se ha limitado a un «no pasarán» en defensa de los derechos sociales. Y «han pasado», en asedio corto y fácil. Difí­cilmente podrá la izquierda asimilar una herida en su autoestima como ésta, sin externalizarla en agresividad hacia un culpable».

La caída de Zaatero y del partido en el Gobierno supondría un episodio más de una serie de transiciones fallidas. Se forzó el final de Suárez, se redujo a Calvo Sotelo a la irrelevancia, y se tensó el sistema democrático al máximo en el intento de que González se retirase motu proprio, o para eliminarlo políticamente por otras vías, como la judicial. Aznar se convirtió en 2004 en nuestro segundo chivo expiatorio. Los lamentables finales de nuestros presidentes señalan que la democracia española tiene todavía mucho de superestructura y que, cuando deja de ser funcional a las élites y grupos de presión, estos ponen en marcha mecanismos distintos de los estrictamente electorales para acelerar cambios de ciclo. (ELPAÍS) LA VANGUARDIA.- España no es Portugal (Ni Portugal quiere ser España). Los lusitanos tienen una política a menudo espesa y conspirativa, pero tienden a la concertación republicana cuando las cosas se ponen feas. Ecos del 25 de abril de 1974. España es más áspera. En España, el Gobierno ha disfrazado obstinadamente la gravedad de la crisis y en la hora de la rectificación, de la dolorosa rectificación, se encuentra a un paso de la extrema soledad. José Luis Rodríguez Zapatero no tiene asegurados en estos momentos todos los apoyos necesarios para poder convalidar en el Parlamento los decretos del plan de ajuste que el Consejo de Ministros tiene previsto aprobar el próximo jueves. ABC.- El FMI se ha quejado de la falta de detalle en los planes de los gobiernos de los países ricos en general para sanear sus cuentas y este viernes ha querido llenar el vacío con su propia receta. Recomienda concentrarse especialmente en recortar el gasto público, con la subida en dos años de la edad de jubilación y la reducción de los sueldos de los empleados públicos, la inversión social, los subsidios agrícolas y el presupuesto militar. A juicio del FMI, un factor clave será estabilizar el gasto público en salud, que en España supera el 6% del PIB, y en ese sentido el organismo aconsejó reducir la cobertura. Opinión. El País El asesinato político de ZP José Luis Álvarez Las sociedades primitivas, en momentos de desconcierto o terror, cuando la escasez de recursos provoca la lucha entre sus distintos grupos de manera que la supervivencia de toda la comunidad está en juego, reaccionan de modo unitario, seleccionando y asesinando a un chivo expiatorio. En el ritual común de violencia, las ilusiones se unifican y renuevan con la esperanza de que, eliminada la encarnación personalizada del desastre o amenaza, todo volverá a la normalidad. Por supuesto, son fantasías. Como decía Freud, nunca a las sociedades en pánico, incluidas las contemporáneas, les ha importado más la verdad que las ilusiones. Cuando los seres humanos sentimos miedo, o creemos amenazadas nuestras propiedades, empleos o salarios, o cuando nos damos cuenta de que los perjudicados vamos a ser nosotros y no otros (mercado laboral dual), o tanto nosotros como los otros (así funcionarios como trabajadores sin empleo asegurado), la adrenalina se adueña de nuestra fisiología, los grupos se transforman en masas, existe unanimidad en la demonización de un personaje, incluso por miembros de su propia tribu (y la de Zapatero ha sido últimamente más la de los sindicatos que su propio partido), y tienen finalmente lugar ceremonias primitivas como la elección y sacrificio de un chivo expiatorio. Pero el asesinato político y simbólico de Zapatero será irrelevante para enfrentarse a la crisis. El día después de la liturgia sacrificial será idéntico al anterior, porque nada importante depende ya de una persona sola o de un líder, la superchería más persistente de la política contemporánea. Zapatero ha cometido graves errores que lo convierten motu proprio en el candidato sacrificial ideal. Uno fue personalizar a tal extremo la opción socialista, sustituyendo la marca PSOE por la suya propia, y acumular tal poder en su persona, que se ha convertido en el objetivo obvio a batir. Otro desacierto ha sido la afasia ideológica en el terreno económico. Discurso inexistente con Solbes y también cuando Zapatero mismo ha llevado de facto las riendas de la economía. En los últimos meses se ha limitado a un "no pasarán" en defensa de los derechos sociales. Y "han pasado", en asedio corto y fácil. Difícilmente podrá la izquierda asimilar una herida en su autoestima como ésta, sin externalizarla en agresividad hacia un culpable. Pero es el contenido peculiar de la conexión de Zapatero con su electorado lo que puede provocar una mayor virulencia en su contra. La propuesta de valor electoral de Zapatero fue, al principio, de contraste: no ser Aznar en estilo de liderazgo, y el "optimismo antropológico" como meta-ideología frente al pesimismo hobbesiano de la derecha. Y esta oferta política fue suficiente hasta la crisis económica, porque la actitud vital buenista, inocente, de Zapatero encarna los valores de muchos españoles que no pertenecen a las clases medias-altas. La vinculación de Zapatero con su electorado ha sido identitaria, de ingenuidad compartida, no detallada ideológica o programáticamente. En Billy Budd, Herman Melville relata la historia de un bello e ingenuo marinero que, cuando no responde a las fantasías que otros habían proyectado sobre él, acaba concitando sus energías negativas. Brusco en sus reacciones y con problemas de expresión en momentos de tensión, Billy Budd acaba siendo ejecutado. Nada causa mayor decepción y agresividad que apercibirse que aquel que se pensaba compartía nuestra identidad no es tal. La forma en que Zapatero anunció las medidas anticrisis en el Congreso tendrá graves consecuencias para su persona política. El presidente no enmarcó emocionalmente su cambio de políticas básicas, lo que era imprescindible dada su particular vinculación con sus electores. Como Billy Budd estuvo mudo respecto a cuestiones que tenía que haber respondido para mantener su identidad: ¿cuánto le ha costado anímicamente tomar estas decisiones?, ¿en quién pensaba mientras las adoptaba?, ¿por quién y por qué le dolían?, ¿qué esperanza da?, ¿quiénes son los suyos, los que realmente le importan?, ¿dónde está la justicia?, ¿por qué trata igual a todos los ciudadanos cuando todos no son iguales?, ¿en qué son sus medidas diferentes en tiempo y contenido de las que hubiera promulgado Rajoy? En el Congreso, Zapatero rompió la conexión personal con sus electores. El qué y el cómo de su discurso lo podría haber transmitido perfectamente Campa, el secretario de Estado de Economía. Zapatero se despersonalizó. Y la despersonalización es un requisito previo a la eliminación. En el caso de Zapatero, lo que los anglosajones llaman "character assassination" ya estaba en marcha mucho antes de esta semana, pero se acelerará tras el desastre de su intervención en el Congreso. Sin embargo, lo que está en juego es mucho más que la peripecia personal del presidente: es la calidad de nuestra democracia y el destino de las opciones políticas progresistas. La caída de Zapatero y del partido en el Gobierno supondría un episodio más de una serie de transiciones fallidas. Se forzó el final de Suárez, nuestro primer chivo expiatorio en democracia, se redujo a Calvo Sotelo a la irrelevancia, y se tensó el sistema democrático al máximo en el intento de que González se retirase motu proprio, o para eliminarlo políticamente por otras vías, como la judicial. Aznar se convirtió en 2004 en nuestro segundo chivo expiatorio -qué terrible debió ser su herida narcisista- en un contexto súbito e inesperado de desconcierto emocional que le llevó a perder las elecciones (la derrota fue suya, no de Rajoy). Los lamentables finales de nuestros presidentes señalan, excepto para Aznar, que la democracia española tiene todavía mucho de superestructura y que, cuando deja de ser funcional a las élites y grupos de presión, estos ponen en marcha mecanismos distintos de los estrictamente electorales para acelerar cambios de ciclo. Es por eso que la cuestión política más importante es siempre la sucesión. El legado de los presidentes españoles no se consolida en lo que ellos hacen si no en lo que consiguen sus sucesores. Es decir, es un problema de ciclos políticos, no de dirigentes concretos. El presidente Zapatero desoyó voces que le advertían hace meses de que la sucesión era ya su reto principal -de hecho el único sobre el que tiene todavía influencia, ya que la economía se ha fugado de la política nacional-. Hay otra cuestión todavía más importante en juego. Zapatero es el presidente español que más disfruta de la acción política, que mejor encarna el prototipo del político puro. Quizás con excesivos tactismos y frivolidades, pero lo ha representado con gran eficacia. Tuvo el gran mérito de sobrevivir una primera legislatura en la que, excepto el Gobierno, todo el resto del poder en España estaba en manos del PP. Zapatero ha sido, con Aznar, el presidente más fiel a sus ideales, que fue capaz de avanzar en temas de derechos civiles y sociales. Descabalgarlo prematuramente, por presión mediática, política, o por ecos populistas más o menos histéricos, debilitaría la virtualidad de la política como mecanismo estable de acceso y permanencia en el poder, especialmente cuando la alternativa conservadora actual a Zapatero es esencialmente anti política: la mera administración de las cosas -o su mero registro, podríamos decir pensando en Rajoy- o una democracia con la judicatura convertida en tercera cámara. ¿Qué pueden hacer la izquierda y los sindicatos en esta tesitura? Les será muy difícil balancear la presión sobre el presidente para que las medidas contra la crisis no sean meramente de técnica económica, sino de política económica, con la necesidad de ayudarle ante el acoso sin límites al que le someterá la derecha, cuyo objetivo no es, por supuesto, Zapatero, sino la izquierda en su conjunto. Tienen que recordar que toda personalización de la crisis en Zapatero, así como toda impresión de unanimidad en su contra, juega, en el medio plazo, contra ellos mismos. Paradójicamente, cuando la sucesión de Zapatero es todavía más importante que hace meses, proteger al presidente para que no se convierta en chivo expiatorio, de unos interesadamente, de otros ciegamente, se debe convertir en prioridad de la izquierda. No por él. Por ella misma. EL PAÍS.- 17-5-2010 Opinión. La Vanguardia Zapatero bordea la extrema soledad al no tener con quién pactar el plan de recortes Enric Juliana España no es Portugal (Ni Portugal quiere ser España). Los lusitanos tienen una política a menudo espesa y conspirativa, pero tienden a la concertación republicana cuando las cosas se ponen feas. Ecos del 25 de abril de 1974. España es más áspera. En España, el Gobierno ha disfrazado obstinadamente la gravedad de la crisis y en la hora de la rectificación, de la dolorosa rectificación, se encuentra a un paso de la extrema soledad. José Luis Rodríguez Zapatero no tiene asegurados en estos momentos todos los apoyos necesarios para poder convalidar en el Parlamento los decretos del plan de ajuste que el Consejo de Ministros tiene previsto aprobar el próximo jueves. Ni el Partido Popular, ni Convergència i Unió, ni el Partido Nacionalista Vasco, ni la "izquierda variable" (IU-ICV, ERC, BNG, Nafarroa Bai), ni los siempre solícitos diputados canarios, están emitiendo señales de Concentración Nacional. El PSOE sufrirá. Ningún partido quiere compartir, al menos en su totalidad, la dura penitencia impuesta por el Directorio Europeo, bajo la atenta mirada de Barack Obama y el Partido Comunista Chino. Todos tienen sus razones. Los populares ven la oportunidad de abrir una brecha irreversible en las encuestas. CiU desea capitalizar el enorme desencanto catalán con la figura de Zapatero. Y la izquierda minoritaria sueña con ensanchar, ahora sí, su débil base. Tormenta perfecta. Crisis económica. Crisis de confianza política. Y crisis institucional. Mañana miércoles se reúne el plenario del Tribunal Constitucional para debatir la ponencia del magistrado Guillermo Jiménez sobre el Estatut de Catalunya. Es una ponencia más dura que la anterior (rechazada por seis votos a cuatro). Una sentencia severamente restrictiva parece esta vez posible y el presidente Zapatero no ha corregido su inequívoca señal: lavarse las manos ante el inminente fracaso de su principal oferta a la sociedad catalana. Con todo, CiU no luce todas las pinturas de guerra. Rechaza la congelación de las pensiones, quiere estudiar a fondo la reorganización del gasto farmacéutico y defiende la prioridad del eje mediterráneo (corredor ferroviario Algeciras-Málaga-Valencia-Barcelona-Francia) frente a los enormes recortes que sufrirá la planificación de obras públicas. El partido de Mariano Rajoy se ha transformado, por unos días, en el nuevo Partido Proletario. Sólo tiene palabras para los más débiles, con el firme propósito de expandir una idea: la imprevisión de Zapatero es la causa principal del infortunio de España. Con las encuestas del fin de semana aún frescas (descalabro electoral del PSOE que hoy estaría nueve puntos por debajo del primer partido de la oposición), el comité ejecutivo del PP acordó ayer llevar a cabo una ofensiva en toda regla contra la congelación de las pensiones, sin duda el punto del programa de ajuste que ha sido peor recibido por la sociedad. La palpable irritación evidencia el creciente peso de la población mayor en la configuración de la opinión pública. Emerge estos días un dato fundamental: la España de pelo gris será decisiva en los próximos ciclos electorales, marcados por la austeridad y la contracción del Estado de bienestar. Un 34,3% de la población tiene en estos momentos más de 50 años. Las pensiones –cuya congelación no se efectuará por decreto, sino que se incluirá en los presupuestos del 2011– son la clave psicológica del programa de ajuste y Zapatero no supo verlo en su dramática comparecencia de la semana pasada en el Congreso. Consternado por el dictado europeo, el presidente se explicó mal. Este es hoy el más inmediato quebradero de cabeza del PSOE. José María Aznar también ve llegada su hora. El ex presidente del Gobierno resumió ayer en las páginas del diario británico ‘Financial Times’, su programa de salvación nacional. A saber: reforma laboral a fondo; política energética abierta a las centrales nucleares; reestructuración de las cajas de ahorro con entrada de capital privado; drástica reducción del tamaño de las administraciones autonómicas; cambios en el sistema de pensiones (sin especificar); reformas del Estado de Bienestar y más privatización de empresas públicas; menos impuestos. Y un último punto: "Váyase, señor Zapatero". LA VANGUARDIA. 18-5-2010 Economía. ABC El FMI pide recortar gastos en la sanidad pública España debe bajar su déficit en 9,4 puntos porcentuales en la próxima década, una de las reducciones más drásticas del mundo, según el FMI, que ha dicho este viernes que un buen plan de ajuste podría incluso acelerar la actividad económica. El Fondo Monetario Internacional (FMI) envió una llamada de atención a los países ricos en general para que la vuelta al crecimiento no los haga complacientes sobre los números rojos de sus cuentas públicas. Si no se tiene en cuenta la disminución de la ayuda al sector financiero en Estados Unidos, sus déficit serán mayores en 2010 que en 2009, pese a que la recuperación económica ha aumentado la recaudación, según el FMI, que ha divulgado dos informes sobre la situación fiscal en el mundo. De acuerdo con sus cálculos, los países ricos tendrán que reducir su déficit en 8,75 puntos porcentuales de su Producto Interno Bruto (PIB) durante la próxima década, más que lo previsto, para que su deuda vuelva al 60% del PIB en media en el 2030, el porcentaje de antes de la crisis. En el caso de España, que ha sufrido una recesión más larga que la mayoría de sus vecinos y donde los ingresos públicos han caído también en mayor medida, la corrección del déficit debe ser más profunda, de 9,4 puntos porcentuales, según el Fondo. Por ello, el organismo ha recibido positivamente las nuevas medidas anunciadas por el Gobierno para reducir el déficit en 15.000 millones de euros adicionales este año y el siguiente. "Las medidas tomadas son importantes, van en la dirección correcta, al mejorar la credibilidad del ajuste en ese país", dijo en una rueda de prensa el director de asuntos fiscales, Carlo Cottarelli. El Gobierno español rebajará los sueldos de los empleados públicos en el 2010, congelará las pensiones en el 2011 y reducirá la inversión pública, entre otras acciones, que han hecho temer un retroceso de la actividad económica en el país, al bajar la demanda interna. Cottarelli reconoció ese temor, pero dijo que la experiencia de ajuste en otros países demuestra que su efecto sobre el crecimiento depende de la solidez de los planes del Gobierno. "Si el ajuste fiscal es creíble, podría incluso dar un empujón a la actividad económica, porque la gente preverá tasas de interés reales más bajas en el futuro y menos volatilidad" en los mercados, explicó. En el caso de España, un buen plan de reducción del déficit podría estimular la recuperación al disipar cualquier duda sobre su capacidad para pagar la deuda, explicó el alto funcionario citado por la agencia Efe. La receta del FMI El FMI se ha quejado de la falta de detalle en los planes de los gobiernos de los países ricos en general para sanear sus cuentas y este viernes ha querido llenar el vacío con su propia receta. Recomienda concentrarse especialmente en recortar el gasto público, con la subida en dos años de la edad de jubilación y la reducción de los sueldos de los empleados públicos, la inversión social, los subsidios agrícolas y el presupuesto militar. A juicio del FMI, un factor clave será estabilizar el gasto público en salud, que en España supera el 6% del PIB, y en ese sentido el organismo aconsejó reducir la cobertura. España y otros países que requieren un gran ajuste presupuestario tampoco podrán escaparse a la subida de gravámenes. El FMI sugiere elevar los impuestos sobre los bienes raíces, el tabaco, el alcohol, los combustibles y el IVA. Propone además gravar las emisiones de contaminación o subastar los permisos de emisión de gases, lo que además de mejorar el medio ambiente supondría una nueva fuente de ingresos públicos. Ante la dificultad de adoptar medidas como las sugeridas por el FMI, los gobiernos podrían caer en la tentación de renunciar a bajar la deuda y simplemente aspirar a estabilizarla a un nivel más alto que antes de la crisis. Cottarelli advirtió de que eso generaría tasas de interés más elevadas y un menor crecimiento a largo plazo. ABC. 15-5-2010

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