¿Devolución del arte robado por los nazis?

El arte de los poderes imperiales

Tras el desembarco de Normandí­a, y en plena carrera entre norteamericanos y soviéticos por llegar a Berlí­n, el general Patton recibe una circular del Pentágono conminándole a que ponga fin inmediato al saqueo de dinero y oro que están llevando a cabo sus tropas. En su lugar, le ordenan, deben concentrarse, por este orden, en desmontar fábricas para apoderarse de su tecnologí­a, retener a cientí­ficos e incautar obras de arte para enviarlo todo posteriormente a EEUU.

El asunto viene a cuento del reciente anuncio de que varias organizaciones judías han creado una ágina web con un archivo digital de 20.000 obras de arte expoliadas por los nazis, con el objetivo de que sus dueños originales puedan reclamarlas y recuperarlas. La máquina de incautación naziDiversas organizaciones judías norteamericanas anunciaban el pasado día 18 la creación de la web www.errproject.org/jeudepaume, en la que se pone a disposición del público un enorme archivo digital que compila más de 20.000 obras de arte expoliadas por los nazis entre 1933 y 1945.El objetivo del proyecto –tras el cual se encuentran el Museo estadounidense del Holocausto (Washington) y la Conferencia sobre reclamos materiales judíos contra Alemania (Nueva York)– es tratar de facilitar el regreso a los propietarios originales de las obras robadas por los nazis.Las bases del archivo digital son principalmente los listados de los Archivos Nacionales de EEUU y los Archivos Alemanes, donde están repartidos los documentos que los nazis procesaron en el Jeu de Paume, un edificio ubicado en los Jardines de las Tullerías, en París, donde almacenaban las obras antes de ser vendidas a marchantes internacionales o repartidas entre los altos oficiales del Reich.El listado contiene una parte –en realidad una pequeña parte de las más de 650.000 que se calcula fueron robadas por los nazis sólo en Francia y Bélgica– de las obras que fueron arrebatadas a los judíos, entre ellas piezas de Vermeer, Rembrandt, Leonardo, Picasso, Goya, Miró y Dalí.Una parte de estas obras han podido ser identificadas y devueltas en los últimos 60 años, pero miles de ellas siguen todavía desaparecidas. Una vez hecho público el listado, ahora pasa a ser responsabilidad de museos, galerías y casas de subasta el comprobar si las piezas que poseen se trata de arte robado a las víctimas del Holocausto. Las maquinarias del poder imperialLa ocupación alemana de más de media Europa durante la Segunda Guerra Mundial, así como la vastedad del Holocausto, unido al hecho de que incluso llegaran a organizar específicamente la sección Einsatzstab Reichsleiter Rosenberg –una unidad militar del Tercer Reich dedicada a esta labor de saqueo, acumulación, venta y reparto de las obras de arte confiscadas por sus ejércitos– han creado la falsa idea de que el robo de obras de arte y el expolio del patrimonio cultural de los países ocupados o de los enemigos derrotados fue una característica particularmente perversa del régimen nazi.Pero nada mas alejado de la realidad.Desde la más remota antigüedad, el saqueo de las riquezas ajenas ha sido una constante de cualquier imperio expansivo. Lo hicieron los griegos con Creta, Alejandro Magno con Persia, los romanos con Grecia y todo el Mediterráneo, los musulmanes con el norte de África y España, los españoles con América, los otomanos con la península arábiga,…Pero es con la aparición del moderno imperialismo capitalista cuando el saqueo sistemático del patrimonio cultural y artístico de los territorios ocupados se convierte en una prioridad para los ejércitos de las grandes potencias.De hecho, el Louvre de París, el Museo Británico de Londres, el Museo Egipcio de Berlín, el Etnológico de Viena, el Metropolitano de Nueva York o infinidad de los Museos financiados por las fundaciones de los grandes magnates del capitalismo (Paul Getty, Gugenheim,…), tendrían hoy mucho menos de la mitad de su brillante fulgor artístico de no ser por esta política sistemática de robo, saqueo y expolio artístico y cultural.Es realmente con la consolidación de la revolución burguesa en Francia en 1789 y su posterior expansión a través de las guerras napoleónicas por toda Europa y parte de Oriente Medio y del Norte de África, cuando se produce la asimilación entre el desarrollo de los modernos Estados imperialistas (colonialistas en esta primera etapa) y el acaparamiento por sus metrópolis de todo el patrimonio artístico y cultural que sean capaces de acumular.Italia, los Países Bajos, España, Egipto, Siria,… La Commission des Sciences et Arts creada por Napoleón establece de forma organizada, sistemática y a gran escala el saqueo artístico y cultural de los países ocupados. Y no sólo, como había ocurrido hasta entonces, como botín de guerra, es decir, como expropiación de su riqueza material como “recompensa” por los gastos de guerra. Sino como expresión de que las potencias avanzadas tienen el derecho y la obligación de acumular el patrimonio artístico y cultural de toda la humanidad porque sólo de ellas puede salir el nuevo conocimiento científico, técnico y cultural.No en vano, cuando tras la derrota francesa ante las tropas británicas les obliga a salir de Egipto, Londres reclama a París la entrega de todos los tesoros artísticos y culturales arrebatados a Egipto. Ante las protestas de historiadores, arqueólogos y científicos franceses que los consideran fruto de su trabajo de investigación de campo, un relevante historiador británico les responde que de nada tienen que quejarse, puesto que han sido ellos lo que han “elevado el arte de la confiscación de la propiedad a una nueva rama de las ciencias exactas”.Desde entonces, y hasta nuestros días, la acumulación de patrimonio histórico, artístico y cultural ha sido uno de los “índices” que ha medido el mayor o menor poder y peso mundial de cada potencia imperialista.La historia del siglo XIX, el siglo del colonialismo, es también la historia del saqueo artístico y el expolio cultural a gran escala no sólo de los países coloniales o semicoloniales, sino de aquellos que, como el nuestro, aunque hubieran estado más desarrollados en épocas pasadas habían caído en la debilidad, la dependencia y la postración ante los nuevos grandes poderes imperiales que se estaban repartiendo el mundo.Una lógica que en el siglo XX, el siglo del moderno imperialismo capitalista, va a continuar, pero esta vez, si cabe, de forma todavía más concentrada y científica. La increíble sistematicidad del expolio nazi durante la segunda guerra mundial, o las directrices enviadas por el Pentágono a Patton son la mejor muestra de ello. El saqueo napoleónico de España Aunque sea desconocido por la mayoría, para muchos especialistas en historia del arte resulta “casi milagroso” que tras el paso de las tropas napoleónicas por nuestro país durante la guerra de la Independencia (1808-1814), España aun conserve una parte importante de su patrimonio artístico, dado el saqueo organizado, sistemático y a gran escala al que procedió el alto mando francés siguiendo las directrices de París y el robo al por menor que realizaron por su cuenta oficiales y soldados en cada localidad que ocupaban.Quizá el episodio más famoso sea el relatado por el estudioso Francisco Fernández Pardo, autor de una obra monumental en cinco tomos, “Dispersión y destrucción del patrimonio artístico español”, en la que afirma que “los pretores napoleónicos se cobraron su botín de guerra en España en forma de cientos de pinturas de nuestros mejores maestros”.En la huida final de José Bonaparte (Pepe Botella) con las tropas napoleónicas hacia Francia, le acompañaba una inmensa caravana de más de quinientos carros, en los que se apilaba gran parte del botín artístico robado. Las estratagemas del general inglés Wellington para hacerse con una parte sustancial de ese cargamento de obras de arte que Pepe Botella abandonó tras perder la batalla de Vitoria acabaron con obras tan emblemáticas como El aguador de Sevilla y La Venus del espejo de Velázquez o la mejor colección de obras de Murillo, instaladas definitivamente en los museos británicos.En total, se calcula que al menos 1.000 obras de “arte mayor”, es decir, pertenecientes a artistas de dimensión universal (Velázquez, Murillo, Rubens, Goya, Rafael, Juan de Flandes,…) salieron para siempre de España. La cantidad y el valor de las obras de arte y el patrimonio cultural expoliado en iglesias, pueblos, palacios de la alta y la baja nobleza, ayuntamientos,… durante los 6 años de guerra resultan ya, a día de hoy, incalculables.Que la familia real española sea la única dinastía reinante de Europa que no posea corona ni joyas de la corona se debe exclusivamente a que lo primero que hizo José Bonaparte, por orden de su hermano, al instalarse en el Palacio Real de Madrid fue empaquetar las joyas de la corona española y enviarlas a París. El expolio de Irak Casi 200 años después de nuestra Guerra de la Independencia, otra ocupación, la de Irak por las tropas estadounidenses, iba a tener unas consecuencias parecidas para el patrimonio artístico y cultural del pueblo iraquí.Apenas un mes después de iniciada la guerra, a finales de abril de 2003, tres de los nueve miembros del comité encargado de asesorar a Bush en cuestiones culturales, dimitían como protesta por la destrucción y los saqueos en el Museo Nacional Arqueológico de Bagdad. La dirección del mismo museo acusó al Pentágono de haber protagonizado “el mayor crimen cultural del siglo porque afecta al patrimonio de toda la humanidad”.Siete años después, todavía no ha sido posible hacer un recuento, siquiera aproximado, del patrimonio artístico y cultural iraquí desparecido. Decenas de miles de tablillas cuneiformes que son el origen de la escritura, piezas arqueológicas que se remontan a hace más de 5.000 años y que nos hablan de los inicios de la civilización tal y como la conocemos hoy, documentos y restos que narran la historia de Nínive, de Ur, de Uruk, de Asur, de Babilonia,… desparecieron a una velocidad vertiginosa de bibliotecas, museos y yacimientos para reaparecer meses o años después en Roma, Berlín, Nueva York, París o Londres, donde los coleccionistas privados pagan lo que se les pida por poseerlas.Como ocurrió con el saqueo del patrimonio artístico español, muy posiblemente dentro de algunas décadas veremos cómo los museos arqueológicos de las grandes capitales, las fundaciones de los grandes magnates o las mayores universidades de las principales potencias mundiales las exhiben con orgullo como uno de sus más preciados tesoros. Devuélveme el arte de mi país Catalina Serra(…) El 95% del patrimonio cultural africano está fuera del continente. Fue robado, expoliado o, algunas veces, comprado, por las potencias coloniales. Gran parte de los tesoros artísticos o etnológicos de países en desarrollo, o incluso de potencias actuales como China o India, están en los grandes museos europeos o estadounidenses. Para ellos es un orgullo (y un negocio), pero para muchos de los países de origen de estas piezas es una humillación (…)Antes que nada, hay que distinguir entre el robo y el tráfico ilícito de obras de arte, por un lado, y por otro las demandas de devolución de piezas relevantes para la historia o la identidad de un país que son fruto del botín de guerra, el saqueo colonial o las compras dudosas realizadas a lo largo de los siglos.A este segundo grupo pertenecen los bronces de Benin, que fueron incautadas en 1897 por los británicos en una expedición punitiva que destruyó el palacio real del entonces reino de Benin. Y también a este grupo pertenecen las dos cabezas de bronce que representaban animales del zodiaco que salieron a subasta el pasado 25 de febrero en la casa Christie’s de París ante la indignación de las autoridades chinas, que intentaron infructuosamente que los tribunales franceses prohibieran la venta. Los dos bronces procedían del saqueo del Palacio de Verano de Pekín realizado en 1860 por un ejército franco-británico durante la Guerra del Opio.Isabel Cervera, profesora en la Universidad Autónoma de Madrid, coincide con otros expertos en arte chino en que el interés artístico de estos dos bronces, datados en el siglo XVIII, "es relativo". "La reclamación es política", afirma. "Son el símbolo de una humillación y se trata de lavar la afrenta que les infringieron las potencias extranjeras. Su interés radica en su procedencia. Y esto ha sido así también para el coleccionista. En este caso, el valor de la pieza es su historia".La subasta se hizo y los bronces se adjudicaron por 15,7 millones de euros a un coleccionista de Hong Kong, Cai Mingchao, que dos días más tarde se dio a conocer afirmando que se negaba a pagarlos por "patriotismo". La rocambolesca historia aún no ha terminado. La última noticia saltó esta semana cuando el presidente de la Asociación para la Protección del Arte Chino en Europa, Bernard Gómez, aseguró en Pekín que se estaba negociando la posibilidad de que empresarios franceses compraran los bronces para regalarlos después a China. Seguramente Francia no puede permitirse que un conflicto como éste se interponga en sus relaciones con la gran potencia asiática (…) EL PAÍS. 6-4-2009

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