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El ansia española en el diván Europa

La problemática interna española se proyecta en las pantallas de Europa con una intensidad que no se veía desde finales de los años setenta y la primera mitad de los ochenta. Las instituciones europeas tutelan, desde hace más de tres años, las líneas básicas de la política económica española, cosa que también ocurre con otros países de la Unión en serias dificultades. Una reciente sentencia del Tribunal de Estrasburgo contribuye a acelerar el final de la organización terrorista ETA, propiciando unas excarcelaciones que ningún Gobierno español se habría atrevido a decidir. Y a la espera de las elecciones al Parlamento Europeo del próximo mes de mayo, la cuestión catalana se convierte en una inédita gincana diplomática: el Gobierno español activa la alerta de todas sus legaciones en el mundo con un memorando de doscientas páginas y el presidente de la Generalitat se dirige por carta a todos los mandatarios europeos.

Una economía que intenta levantar cabeza, la liquidación del terrorismo vasco y sesión doble de la cuestión catalana en el Cine Europa. España, un país en observación. Pese a la evidente mejoría del cuadro macroeconómico, tendencia que, en mayor o menor medida, también se manifiesta en los demás países europeos en grave crisis, las constantes vitales de España siguen siendo monitorizadas minuto a minuto desde Bruselas (Comisión Europea), Berlín (Cancillería) y Frankfurt (Banco Central Europeo). El Directorio mantiene España bajo tutela y nudos gordianos como el del precio de la energía eléctrica -factor fundamental para la capacidad de competición económica- no contribuyen a la relajación de la vigilancia.

La cuestión vasca está desapareciendo de la agenda de los grandes problemas europeos después de casi cuatro años de inactividad de ETA, consecuencia directa del cerco policial y de la estrategia negociadora del último Gobierno socialista. Final del terrorismo, regreso de la izquierda abertzale al Parlamento vasco, a las diputaciones forales y a los ayuntamientos, previa renuncia a la violencia. Y una cierta clemencia con los presos. El Partido Popular estaba en contra de este diseño y contribuyó a la movilización de las asociaciones de víctimas del terrorismo. Entre los años 2005 y 2008, en Madrid hubo cinco masivas manifestaciones contra cualquier negociación con ETA. En la última de ellas (10 de marzo del 2007), presidida por Mariano Rajoy, el Partido Popular Popular convirtió el paseo de la Castellana en un mar de banderas españolas. Faltaban pocos meses para unas elecciones municipales y autonómicas, que el PP consiguió vencer por escaso margen. El Estatut de Catalunya, aprobado en referéndum, aún no estaba sentenciado por el Tribunal Constitucional.

Desde su regreso al Gobierno, a finales del 2011, el PP no ha roto el esquema pactista. Bildu gobierna la diputación foral de Gipuzkoa y tiene representación en el Congreso. ETA sigue inactiva y sus presos anuncian el sometimiento a la legalidad penitenciaria vigente. Un marco que acaba de ser corregido por Europa. Una institución europea incontestable ha redefinido algunas de las reglas -las más sensibles- bajo las cuales se va a producir la definitiva pacificación del País Vasco. Pese al tremendo impacto de la sentencia del Tribunal de Estrasburgo en la opinión pública -alimentada por la súbita excarcelación de presos que cometieron graves crímenes-, el Gobierno la ha aceptado sin rechistar y el ala dura del PP no se ha atrevido a ir más allá del gesto de malhumor. Un país con una deuda pública y privada equivalente al 278% del PIB y con sus principales instituciones y partidos políticos en hora baja, difícilmente puede entrar en ruta de colisión con el cuadro institucional europeo, del cual forma parte el Tribunal de Derechos Humanos. Este tribunal es totalmente independiente de los órganos ejecutivos de la Unión, pero quizás algún día la historia escriba que los jueces de Estrasburgo cortaron el cable rojo que podía haber provocado la implosión de España, con la confluencia de las cuestiones vasca y catalana.

La escena de ayer en Durango no desestabiliza. El final definitivo de ETA está cada vez más cerca y el Partido Nacionalista Vasco, electoralmente al alza como garante del concierto foral, toma posiciones preventivas en el intenso debate propiciado desde Catalunya y abre una ponencia parlamentaria sobre el estatus de Euskadi. Una ponencia, en principio, tranquila. Navegación costera a la espera de acontecimientos. En el momento en que se aborde la reforma de la Constitución -hipótesis sugerida esta Navidad por el Rey-, el PNV estará ahí, con sus cartas. Siempre han sabido jugarlas muy bien. También hay refuerzo de la guardia en el palacio de San Telmo de Sevilla, sede principal de la Junta de Andalucía. Las embajadas en Madrid no dan abasto remitiendo informes a sus cancillerías. Los diplomáticos recién llegados descubren que España es un país bastante más complejo de lo que suponían.

Doble proyección de la película Catalunya en el Cine Europa. Versión doblada al castellano por José Manuel García-Margallo y versión original con subtítulos en inglés a cargo de Artur Mas. Nunca como ahora la cuestión catalana había estado tan presente en las capitales europeas. El envío de memorándums al cuerpo diplomático para fijar posición sobre temas delicados no es una novedad. Así se hizo durante los preparativos de la guerra de Iraq y, con procedimientos de urgencia, en las horas posteriores a los terribles atentados de Madrid en marzo del 2004. No es una práctica desconocida en España, pero el envío de un argumentario de 200 folios a todas las embajadas para instruir al personal diplomático sobre las ideas-fuerza que conviene utilizar contra la expansión internacional del “separatismo” catalán, es un hecho político muy relevante. Desde hace tiempo no circulaba un documento de esas características. La filtración del memorando a la prensa -diario El País, del pasado lunes- subraya la importancia política del mismo a ojos de la diplomacia europea.

No es ningún secreto que el ministro español de Asuntos Exteriores concede gran relieve a la cuestión catalana. García-Margallo ha opinado profusamente sobre el tema, en términos de preocupación y con mayor apertura de miras que algunos de sus compañeros de gabinete. El ministro -vinculado en su juventud a los movimientos monárquicos de oposición al franquismo y amigo de Dionisio Ridruejo- ha defendido públicamente un nuevo encaje de Catalunya en España y fue el único miembro del Gobierno que reconoció como “un éxito” la gran movilización social en la Via Catalana el pasado Onze de Setembre.

El voluminoso memorando a las embajadas confirma la preocupación del titular de Exteriores, refuerza la política del Partido Popular de aparecer ante la sociedad como el más firme baluarte de la unidad de España -con la consiguiente necesidad del PSOE de atar corto al PSC- y aviva en las cancillerías extranjeras la sensación de que el caso de Catalunya se ha convertido en un asunto muy serio para el Estado español.

Paradójicamente, el memorando García-Margallo ha contribuido a dar relieve informativo a la carta remitida por el presidente de la Generalitat a los gobernantes europeos, pidiendo su ayuda y mediación para la celebración de la consulta soberanista. (Carta en inglés, sin la correspondiente traducción a las otras lenguas europeas). Primeras respuestas, en términos perfectamente previsibles: “Asunto interno español”. La más tajante, la de la embajada de Francia en Madrid: “Catalunya es una región de España, por lo tanto es un tema interno de España”.

Por último, aunque no lo último, las elecciones europeas de mayo. España es, a fecha de hoy, uno de los pocos países europeos que en estos momentos no tiene en liza fuerzas explícitamente eurofóbicas y antieuro. El denso debate interno se proyecta con fuerza en la pantalla europea, pero en España las tensiones se concentran hoy, con gran intensidad, en la cuestión de las nacionalidades. No hay un Beppe Grillo o un Frente Nacional recorriendo en estos momentos las provincias españolas más castigadas por el paro. Apagada ETA, la cuestión catalana se está convirtiendo en un gran condensador de tensiones y malhumores, no se sabe si para beneficio futuro de los ciudadanos de Catalunya.

España es problemática, pero también aporta cierta estabilidad al panorama europeo. He ahí un dato a tener en cuenta en las cartografías del 2014. Gran coalición en Berlín. Posible convergencia entre populares y socialistas en las instituciones europeas tras las elecciones de mayo. Y en España, unas encuestas que pronostican, tozudamente, una obligada concertación PP-PSOE dentro de dos años. Europa, tutora, pantalla y cuadro.

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