El ex diputado socialista y ex presidente de la Comunidad de Madrid, Joaquín Leguina ha publicado en su blog personal un artículo titulado «Despropósito hidráulico» donde critica con gran agudeza y contundencia la política de Zapatero que utilizando como disfraz la «España plural», como describe Leguina, «decretó que los trasvases eran reaccionarios (y lo que es más disparatado: las desaladoras progresistas), que las cuencas podían transferirse (el nuevo Estatuto de Andalucía expropió al resto de los españoles la del Guadalquivir), el Ebro se lo quedó Aragón y, ahora, Castilla-La Mancha (a través también de su Estatuto) pretende decretar motu propio el final del trasvase Tajo-Segura».
Leguina, artiendo de una visión histórica, explica que “los conceptos de cuenca hidrográfica y de trasvase como instrumentos para la buena gestión del agua representaron en su día un avance que en España se debió a las viejas ideas liberales”. Después pasa a constatar que “tras la Constitución de 1978 y con los 17 Estatutos aprobados se mantuvo esa concepción según la cual la gestión del agua correspondía en exclusiva al Estado a través de las cuencas, trasvases y otros mecanismos”. Y recuerda que “de hecho, hubo dos planes hidrográficos nacionales (uno a impulsos del PSOE y otro bajo gobiernos del PP)”. Leguina denuncia con claridad meridiana que “de esta guisa el agua se ha convertido en bandera para crear banderías… y todo ello bajo la mirada irresponsable de unos gobernantes a quienes el Estado parece importarles una higa”. Y, con cierta ironía, desenmascara el falso progresismo, “de ‘el agua es de todos’ hemos pasado como el rayo a una consigna mucho más adelantada y progresista: ‘el agua es mía y me la quedo yo’. Y sentencia certeramente “un viaje disparatado hacia la rebatiña demagógica”. Para continuar desenmascarando que “hace algunos años hubiera resultado inconcebible que un Gobierno de España –y más si era de izquierdas- hubiera propiciado o permitido un desmantelamiento del Estado como éste al que estamos asistiendo a propósito del agua, cosa que algunos contemplamos impotentes y con horror”. Y termina de forma demoledora “porque, lo diré claro, una izquierda, tan nueva como la actualmente reinante, que propicia o permite tales saqueos del Estado, será nueva, pero no es de izquierdas ni por el forro”. Las burocracias políticas autonómicas que representan y encarnan a las castas económicas regionales sólo tratan de quedarse con todos los recursos posibles sin importarles el daño que causan a los intereses comunes de los ciudadanos de a pie de toda España y el debilitamiento del Estado en plena crisis económica.