Euskadi. Psiquiatrí­a

El abuso inducido de los psicofármacos

El jefe de servicio de la Unidad de Rehabilitación Psiquiátrica del hospital de Zamudio (Vizcaya), José Juan Uriarte, ha reconocido que el uso de medicamentos en psiquiatrí­a está injustificadamente extendida y «no siempre responde a criterios racionales», marcando entre las causas de esta situación la influencia de la industria farmacéutica.

Según ha exuesto en una conferencia sobre uso y abuso de la prescripción de los psicofármacos, “la industria farmacéutica ha estirado hasta lo indecible enfermedades mentales tradicionales como la depresión". Los antidepresivos que hace pocos años eran rechazados o consumidos a escondidas han pasado a ser demandados de forma directa por los pacientes. Según este experto la explosión y expansión de los problemas de salud mental susceptibles de tratamiento englobaría las situaciones que rozan la normalidad. Efectivamente los intereses de las grandes farmacéuticas han contribuido decididamente a la medicalización de la sociedad. En el terreno psiquiátrico se reducen las características de la personalidad y de las reacciones naturales a problemas resolubles por una pastilla, en una visión totalmente simple e interesadamente distorsionada. Se piden pastillas para superar un duelo por la pérdida de un ser querido, o un trastorno de atención de un niño pasa a ser un síndrome de hiperactividad que requiere medicalización. Según muchos especialistas, la mayoría de los problemas que acaban en el psiquiatra son sociales. De hecho, con la crisis actual se está detectando un repunte de problemas de ansiedad y depresión, con lo cual la industria del sector tiene garantizadas sus entradas mientras los clientes pierden las suyas. Deprimente. Y por otro lado, las consecuencias. La medicalización nunca sale gratis. Por ejemplo, las terapias hormonales sustitutivas que, en forma de parches, píldoras o cremas se le administraron a las mujeres en las últimas tres décadas para paliar los molestos efectos de la menopausia. Nadie les informó de los efectos secundarios y acabaron muchas de ellas desarrollando enfermedades cardiovasculares y cánceres de mama o de endometrio, tal como se demostró en 2002.

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