El 15-M mantiene su apoyo ciudadano

«El 71% de los españoles (83% entre los votantes del PSOE y 54% entre los del PP) considera que el 15-M es un movimiento pací­fico que pretende regenerar la democracia, frente a un reducido 17% que lo considera un movimiento radical, antisistema, que pretende sustituir el actual sistema por otro. Ese respaldo ciudadano está sustentado en un amplí­simo apoyo a las propuestas que se han hecho desde las asambleas del 15-M. Un 79% (hace un mes era el 81%) asegura que los llamados indignados tienen razón.»

Las dos eticiones más apoyadas (por el 89%) son que los delitos de corrupción no prescriban y que las grandes empresas no puedan hacer despidos colectivos mientras tengan beneficios. Las siguientes medidas más apoyadas tienen que ver con los bancos y se refieren a la posibilidad de que devuelvan el dinero público que han recibido para solventar su crisis; el establecimiento de la llamada dación hipotecaria, es decir, que se cancele la deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda a la entidad bancaria; que se deje quebrar a los que tengan problemas, sin socorrerles; que las viviendas vacías se ofrezcan como alquileres a los jóvenes y que exista una banca pública. En coherencia con esos porcentajes, un 68% apoya que haya mayor control público sobre la economía para defender los intereses colectivos. ABC.- Cínico pragmático, Mitterrand se acomodó a muy distintas relaciones de fuerza: fue concediendo extradiciones, a cambio de concesiones españolas de muy diversa índole; y, al mismo tiempo, «cedía» a las presiones de sus ministros contrarios a las extradiciones y la cooperación policial de fondo. Hubo años de soterrada tensión nada confesable. En un desayuno de trabajo con la prensa española, Jean-Louis Bianco, secretario general de la Presidencia francesa, desveló «of the record» las más oscuras relaciones de fondo. Francia consideraba «nada amistoso» que España no comprase trenes de alta velocidad franceses para la línea Madrid-Sevilla. En términos apenas velados, Bianco dejaba al descubierto una realidad cínica y brutal: Mitterrand entregaría más etarras a España, si España compraba a Francia trenes de alta velocidad. España acabó comprando los trenes franceses, en detrimento de las ofertas alemanas. A cambio, Francia aceptó profundizar en la cooperación antiterrorista. LA VANGUARDIA.- Alemania intentó en tres ocasiones, durante el pasado siglo, hacerse con la hegemonía europea. En las dos primeras, por la fuerza de las armas, no lo consiguió; en la tercera, por la vía de la economía, ha obtenido un éxito indiscutible. Pero el liderazgo político no va anejo necesariamente a la hegemonía económica. Es en este vacío de liderazgo donde hunde su raíz más profunda la crisis política de Europa. Por eso Europa se halla en una encrucijada: la de ser o no ser. Encuesta. El País El 15-M mantiene su apoyo ciudadano El Movimiento 15-M mantiene intacta la simpatía ciudadana, a pesar de episodios como los incidentes en la puerta del Parlamento de Cataluña. La mayoría de los ciudadanos, según la encuesta de Metroscopia para EL PAÍS, no culpa a los indignados de esos incidentes, de los que sus promotores se han desvinculado. A principios de junio, cuando el movimiento era solo una protesta incipiente y no se sabía siquiera cuánto duraría, el 66% la apoyaba; ahora, casi un mes después, el porcentaje de respaldo se mantiene en el 64%. Esa corriente sostenida de simpatía sepulta la idea de que los incidentes vinculados al movimiento pudieran afectarle. Tampoco ha prendido la versión que pretendía tachar a los participantes de antisistema marginales. Así, el 71% de los españoles (83% entre los votantes del PSOE y 54% entre los del PP) considera que el 15-M es un movimiento pacífico que pretende regenerar la democracia, frente a un reducido 17% que lo considera un movimiento radical, antisistema, que pretende sustituir el actual sistema por otro. Ese respaldo ciudadano está sustentado en un amplísimo apoyo a las propuestas que se han hecho desde las asambleas del 15-M. Un 79% (hace un mes era el 81%) asegura que los llamados indignados tienen razón. Desde los partidos mayoritarios no se han asumido las peticiones, pero sí se han hecho gestos de comprensión desde el PSOE, empezando por el propio vicepresidente primero, Alfredo Pérez Rubalcaba, quizás alentado por la percepción de que los indignados están más cerca de la izquierda que de la derecha. El dato que avala esa intuición es que el 88% de los votantes del PSOE dice compartir las peticiones del movimiento. Las dos peticiones más apoyadas (por el 89%) son que los delitos de corrupción no prescriban y que las grandes empresas no puedan hacer despidos colectivos mientras tengan beneficios. Las siguientes medidas más apoyadas tienen que ver con los bancos y se refieren a la posibilidad de que devuelvan el dinero público que han recibido para solventar su crisis; el establecimiento de la llamada dación hipotecaria, es decir, que se cancele la deuda hipotecaria con la entrega de la vivienda a la entidad bancaria; que se deje quebrar a los que tengan problemas, sin socorrerles; que las viviendas vacías se ofrezcan como alquileres a los jóvenes y que exista una banca pública. En coherencia con esos porcentajes, un 68% apoya que haya mayor control público sobre la economía para defender los intereses colectivos. Es apoyada por un 60% la petición de suprimir las ayudas públicas a la Iglesia católica, pero con una notable división entre los votantes del PSOE y los del PP, porque la mayoría de los electores populares rechaza este punto. Y no tiene apoyo mayoritario la petición de nacionalizar la banca. Los indignados conservan también la imagen de movimiento transversal, no vinculado ni a la derecha ni a la izquierda, porque el 59% cree que no tiene adscripción partidista. No obstante, el 29% de los encuestados cree que están situados a la izquierda, mientras que solo el 2% los ve en la derecha. La repercusión electoral del Movimiento 15-M será, según los encuestados, un incremento de los votos en blanco, de los nulos y de las opciones minoritarias, y se considera que los dos grandes partidos serán los más castigados por ese malestar ciudadano. Los encuestados consideran, en una proporción de dos a uno, que la responsabilidad del malestar ciudadano es de los actuales líderes políticos y no de la forma en la que está organizada la democracia en España. ***************************************** Opinión Los nuevos dueños del mundo Alicia García-Herrero Las economías emergentes llevan años siendo el motor de la economía global. Antes del estallido de la última crisis ya contribuían más al crecimiento mundial que los países desarrollados, pero no eran aún plenamente conscientes de su liderazgo. La crisis los ha hecho despertar, y con ella, su ansiedad por influir en el mundo tanto como se esperaría de su peso económico. El caso paradigmático es China -donde no hay día que pase en el que no se anuncie algún tipo de acuerdo en el que China sube peldaños en la escalera del poder internacional-, pero también es cierto en otros países como India y Brasil. Quizá uno de los cambios más importantes de los últimos tiempos sea la práctica sustitución del G-7 (hasta hace poco considerado el foro de discusión más exclusivo e importante del mundo) por el G-20. Por si fuera poco, los principales países emergentes dentro del G-20 no se han conformado con ser un invitado más en esa mesa tan concurrida, sino que han empezado a crear sus propios foros de discusión donde solo ellos están invitados. El mejor ejemplo es probablemente el de los BRICS, donde -por interés del principal socio emergente, China- se ha decidido ampliar el grupo a un país mucho más pequeño y menos relevante que los demás como es Sudáfrica. La lectura de este episodio no solo es que el G-7 ha muerto, sino que el G-1 del mundo emergente, China, no solo cuenta con su propia fuerza, sino que también puede buscar el apoyo de los demás. Estos "demás" son ya hoy más de la mitad del PIB, por lo que la balanza cada vez se está inclinando más hacia ese G-1 respecto del antiguo G-1, EE UU. Pero no todo el cambio en la arquitectura financiera internacional es tan vertiginoso como el de esos grupos. Las viejas economías siguen custodiando bajo llave el poder en el FMI y parece que así va a seguir. Basta con ver quién va -con alta probabilidad- a seguir dirigiendo la institución, por no hablar del irrisorio aumento de cuotas de los países emergentes que está proponiendo el Fondo (solo un 6%), si se considera el fuerte aumento del peso de estas economías. Visto lo visto, no nos debería extrañar que los países emergentes estén desviándose cada vez más de la vía multilateral e institucional que el mundo eligió tras la II Guerra Mundial hacia opciones más flexibles donde el peso de los países grandes pueda verse mejor reflejado. Si se le añade que los países emergentes son hoy por hoy los que menos necesitan la financiación del FMI con las reservas astronómicas que han acumulado y su saludable situación fiscal, el FMI va a tener que aceptar ser menos central de lo que lo ha venido siendo mientras Occidente dominaba el mundo. EL PAÍS. 26-6-2011 Opinión. ABC El ‘santuario francés’ de nunca acabar Juan Pedro Quiñonero La interrupción, hace días, del operativo desplegado en Bayona para arrestar a la ex dirigente «abertzale» vascofrancesa Aurore Martin, reclamada por la justicia española por su actividad en la ilegalizada Batasuna, ha desenterrado de manera espectacular viejas incomprensiones de fondo entre España y Francia en el terreno estratégico de la lucha contra el terrorismo etarra. Sucesivos gobiernos de distinto signo político, en Madrid y París, han conseguido articular unas relaciones policiales muy eficaces, que ambas partes han considerado como «modélicas». La excelencia de esa cooperación policial ha dado históricos frutos contra la banda terrorista: decenas, centenares de detenciones, expulsiones y entregas a la justicia española de etarras, a lo largo de más de dos décadas. Sin embargo, el caso de Aurore Martin nos recuerda que, en verdad, la cooperación policial y judicial siempre ha sido víctima de reservas y diferencias de fondo. Un freno inconfesable, que ETA, sus colaboradores y simpatizantes, han sabido utilizar con temible eficacia contra España. Las semillas y raíces podridas de esa incomprensión vienen de muy lejos.Relaciones casi rotas Durante la presidencia de Valery Giscard d’Estaing (1974–1981) la incomprensión entre Madrid y París tuvo matices espectaculares. Un ministro español llegó a insinuar que España debía «romper» sus relaciones diplomáticas con Francia (¡¡!!), si Francia continuaba concediendo el estatuto de refugiados políticos a numerosos etarras. Durante la misma presidencia también se echaron los cimientos de una cooperación policial de nuevo cuño. Un ministro giscardiano (Michel Poniatowski) fue el primero en denunciar el apoyo que Gadafi había prestado a ETA, con dinero, armas y entrenamiento. París filtró a la prensa española esas informaciones. Sin embargo, el mismo gobierno francés continuaba ofreciendo derecho de asilo político a numerosos etarras. Había un «acuerdo» inconfesable: París ofrecía derecho de asilo; y, a cambio, ETA solo ponía bombas en España. Durante la doble presidencia de François Mitterrand (1981–1988 y 1988– 1995) la cooperación anti terrorista sufrió grandísimos cambios, pero nunca desearon clarificarse gravísimas cuestiones de fondo. Siendo candidato a presidente, Mitterrand anunció que su gobierno «nunca» concedería las extradiciones reclamadas por España de numerosos etarras. Fue célebre el caso de Tomás Linaza Echevarría. Elegido presidente, sin embargo, un tribunal francés se pronunció favorable a la concesión de extradiciones, abriendo un formidable debate de fondo entre sucesivos gobiernos franceses. En ese marco hicieron su histórica aparición los GAL (Grupos Antiterroristas de Liberación), coincidiendo «misteriosamente» con una visita «privada» de Felipe González a Mitterrand… No se ha escrito todavía la historia de las relaciones policiales hispano-francesas, durante esos años. En París, nadie dudaba que el GAL era una «emanación» del Gobierno español, sistemáticamente negada en Madrid. Cínico pragmático, Mitterrand se acomodó a muy distintas relaciones de fuerza: fue concediendo extradiciones, a cambio de concesiones españolas de muy diversa índole; y, al mismo tiempo, «cedía» a las presiones de sus ministros contrarios a las extradiciones y la cooperación policial de fondo. Hubo años de soterrada tensión nada confesable. En un desayuno de trabajo con la prensa española, Jean-Louis Bianco, secretario general de la Presidencia francesa, desveló «of the record» las más oscuras relaciones de fondo. Francia consideraba «nada amistoso» que España no comprase trenes de alta velocidad franceses para la línea Madrid-Sevilla. En términos apenas velados, Bianco dejaba al descubierto una realidad cínica y brutal: Mitterrand entregaría más etarras a España, si España compraba a Francia trenes de alta velocidad. España acabó comprando los trenes franceses, en detrimento de las ofertas alemanas. A cambio, Francia aceptó profundizar en la cooperación antiterrorista. Esa era la realidad brutal cuando, entre 1986 y 1988, Mitterrand se vio forzado a gobernar con una mayoría parlamentaria conservadora. Jacques Chirac y sus ministros del Interior, Charles Pasqua y Robert Pandreau, ofrecieron a Felipe González y José Barrionuevo un acuerdo estratégico: «Vosotros enterráis el GAL y nosotros os entregamos a todos los etarras que nos pidáis». Los GAL desaparecieron meses más tarde, en 1987. Comenzó entonces una cooperación policial muy pragmática que dio muchos resultados eficaces. Comenzó entonces el desmantelamiento del «santuario etarra». Al mismo tiempo, el pragmatismo puramente policial dejó sin solventar viejas cuestiones de fondo, nunca planteadas. Uso del «grifo» policial Durante la doble presidencia de Jacques Chirac (1995–2002 y 2002–2007), ese pragmatismo empírico siguió dando buenos resultados, pero «oficializó» una relación inconfesable, hasta hoy: París utilizaba y ha seguido utilizando el «grifo» policial antietarra como «herramienta» de presión política a geometría variable. Mientras España siguió a la diplomacia francesa, la cooperación funcionó muy bien. Cuando la guerra de Irak enfrentó de muy mala manera a Jacques Chirac con José María Aznar, la cooperación policial tuvo un curso un poco más sinuoso. Con menos entusiasmo. La presidencia de Nicolas Sarkozy, desde 2007, volvió a relanzar la cooperación bilateral antiterrorista, con un nuevo matiz. ETA comenzó a estar más presente en Francia. Y París comprendió el riesgo de una «importación» de esa amenaza. El asesinato de un gendarme francés, en 2010, volvió a confirmar la vieja «determinación sin falla», en el terreno policial. La interrupción del operativo desplegado en Bayona para arrestar a la ex dirigente «abertzale» vascofrancesa Aurore Martin, reclamada por la justicia española por su actividad en la ilegalizada Batasuna, ha desenterrado de manera espectacular viejas incomprensiones de fondo. España considera Batasuna como una emanación directa de la banda etarra. En Francia, por el contrario, Batasuna es una organización legal. Con un éxito sencillamente irrisorio, pero beneficiándose de un estatuto legal. De Giscard a Sarkozy, pasando por Mitterrand y Chirac, siempre ha sido igual: Francia interviene activamente contra ETA cuando el terrorismo amenaza con propagarse en su territorio. Y acepta siempre ciertas concesiones a la «izquierda abertzale» a cambio, inconfesable, de la «no importación» de la violencia, criminal o callejera, a territorio francés. ABC. 26-6-2011 Editorial. La Vanguardia Europa en la encrucijada POCO después de la liberación de París, Georges Bidault se dirigió así a los prisioneros alemanes convalecientes en un hospital: "Soldados alemanes, soy el jefe de la Resistencia. He venido para desearles un pronto restablecimiento. Ojalá se encuentren ustedes pronto en una Alemania libre y en una Europa libre". En estas palabras se resume el espíritu que inspiró a todos los movimientos de la resistencia europea en su lucha contra los nazis: la aspiración a la unidad política de Europa como único remedio contra los desmanes del nacionalismo de Estado, que había provocado dos luchas fratricidas europeas. Por esta razón, al día siguiente de la rendición alemana, se extendió por toda Europa la convicción de que no podían repetirse en el futuro desastres como las dos guerras civiles europeas. Y, para evitarlo, se sentaron las bases de la Unión Europea. Esta aventura se inició con la reconciliación franco-alemana y, a partir de ahí, se consolidó un núcleo inicial que, en virtud de sucesivas ampliaciones, ha llegado a los veintisiete estados miembros actuales. Idéntica idea ha presidido todo este proceso: que una progresiva unificación en el ámbito económico daría lugar, necesariamente, a una paulatina unificación política. A este espíritu respondió la aventura que culminó con la creación de la moneda única: el euro. La UE era entonces el proyecto político más exitoso de todo el mundo en el siglo XX. Esta convicción se mantuvo en los años siguientes, mientras duró la bonanza económica. Parecía que poco importaba que la correlativa construcción política, que debía seguir a la económica, se demorase; poco importaba que la aprobación de la Constitución europea encallase en Francia y en Holanda. Pero, de repente, estalló la crisis económica, y entonces comenzaron a percibirse los efectos demoledores que para la Unión Europea tiene el hecho de que a la unión monetaria no le haya seguido una unificación de la política económica y de la política fiscal, como si fuese posible y viable aquella sin estas. Así, se ha observado con razón que –por ejemplo– la situación financiera del estado de California es tan mala como la de aquellos países europeos en trance de ser rescatados, pero no desata ninguna inquietud en los mercados. La razón es clara: detrás del estado de California está el Gobierno de Washington, mientras que detrás de un país de la Unión Europea en crisis no hay nada. O, peor aún, lo que hay son unos gobiernos estatales más preocupados, al parecer, porque sus bancos nacionales cobren los créditos que concedieron en su momento, quizá con la ligereza propia de los días de vino y rosas, más que en trazar un plan de rescate que haga compatible el rigor exigible a todo deudor con la generosidad imprescindible para dar expectativas de futuro a un proyecto compartido. Por consiguiente, no cabe engaño: la crisis financiera de diversos países europeos ha destapado, de forma ya inocultable, el enorme déficit político de la Unión Europea. Alemania intentó en tres ocasiones, durante el pasado siglo, hacerse con la hegemonía europea. En las dos primeras, por la fuerza de las armas, no lo consiguió; en la tercera, por la vía de la economía, ha obtenido un éxito indiscutible. Pero el liderazgo político no va anejo necesariamente a la hegemonía económica. Es en este vacío de liderazgo donde hunde su raíz más profunda la crisis política de Europa. Por eso Europa se halla en una encrucijada: la de ser o no ser. LA VANGUARDIA. 26-6-2011

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