«La Tierra no se ha calentado en forma súbita, sino que ha sido el resultado constantemente acumulado en los centenares de años desde la Revolución Industrial. Los países occidentales que han avanzado siempre en las primeras filas de la «Revolución» son los protagonistas de la emisión de gases de efecto invernadero. En cambio, los numerosos países en vías de desarrollo que acaban de ponerse en camino han llegado a ser las más grandes víctimas. Nadie podría negar este hecho indiscutible.»
Sin embargo, algunos aíses desarrollados, que siempre han dicho palabras bonitas como equidad e igualdad, hacen caso omiso de los hechos para demandar a los países en vías de desarrollo víctimas “compartir” el trato igual que ellos los culpables y “pagar la deuda” y “cancelar la cuenta” junto con ellos; el “Proyecto de Dinamarca” revelado días atrás formula hasta la absurda demanda de que los países en vías de desarrollo continúen “haciendo más contribuciones”. No es extraño que la Conferencia de Copenhague, destinada a procurar juntos “salvar a la Tierra”, quedara inmediatamente en un caos y se encendieran violentas llamas de guerra Norte-Sur. (DIARIO DEL PUEBLO) THE NEW YORK TIMES.- No esperábamos mucho de la primera semana de la conferencia de calentamiento global en Copenhague. Los países necesitan hacer pequeñas demostraciones de fuerza antes de entrar en el duro trabajo, que se supone que comenzará el lunes. Pero el discurso beligerante de China parece ir mucho más allá de la posición habitual. Una serie de países en desarrollo –entre ellos la India, Brasil, Indonesia– han puesto objetivos generales sobre la mesa, aunque en algunos casos se parecen más aspiraciones que realidades. Pero la conclusión es que la esperanza de un acuerdo significativo es infinitamente pequeño, si China no lo firma. China. Diario del Pueblo Los países desarrollados deben “pagar la deuda” en lugar de “dar limosna” El calentamiento global ya es hecho indiscutible. Según las estadísticas, 11 de los 14 últimos años han batido el récord del año más caliente. Las capas de hielos de los dos polos y los glaciares del Himalaya están derritiéndose aceleradamente, la superficie del mar se eleva en forma constante y los climas catastróficos se producen con frecuencia. Estos desastres naturales ya han afectado notablemente a 250 millones de personas, más del 90% de las cuales son de los países en vías de desarrollo. La Tierra no se ha calentado en forma súbita, sino que ha sido el resultado constantemente acumulado en los centenares de años desde la Revolución Industrial. Los países occidentales que han avanzado siempre en las primeras filas de la “Revolución” son los protagonistas de la emisión de gases de efecto invernadero. En cambio, los numerosos países en vías de desarrollo que acaban de ponerse en camino han llegado a ser las más grandes víctimas. Nadie podría negar este hecho indiscutible. Sin embargo, algunos países desarrollados, que siempre han dicho palabras bonitas como equidad e igualdad, hacen caso omiso de los hechos para demandar a los países en vías de desarrollo víctimas “compartir” el trato igual que ellos los culpables y “pagar la deuda” y “cancelar la cuenta” junto con ellos; el “Proyecto de Dinamarca” revelado días atrás formula hasta la absurda demanda de que los países en vías de desarrollo continúen “haciendo más contribuciones”. No es extraño que la Conferencia de Copenhague, destinada a procurar juntos “salvar a la Tierra”, quedara inmediatamente en un caos y se encendieran violentas llamas de guerra Norte-Sur. En realidad, el caos en Copenhague fue algo totalmente previsto. A pesar de la existencia de los programas de reducción de emisiones como la “Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático” y el “Protocolo de Kyoto”, ¿cuál de los dos fue concienzudamente aplicado? El país desarrollado No.1 en las emisiones en el mundo, ni siquiera quiso ofrecer ese cheque sin fondo, ¿dónde podría verse una efectiva reducción de emisiones? Sin hablar de los otros aspectos, hablando sólo de las claras estipulaciones de estos convenios sobre el suministro de fondos y la transferencia de tecnología de los países desarrollados a los en vías de desarrollo, ¿quién las ha cumplido de veras? Tan sólo viendo las trayectorias de la Ronda Uruguay y la Ronda de Doha, debíamos estar algo preparados para el caos en Copenhague. Y, aún más, el problema climático es mucho más complejo, de modo que caminará más tiempo que la Ronda Uruguay y la Ronda de Doha, y no es tan fácil para llegar a un acuerdo de significado real. La clave reside en que los países desarrollados culpables de los grandes desastres no quieren concienzudamente “pagar la deuda” ni renunciar a una pizca de sus intereses; entre tanto, los países en vías de desarrollo, que han sufrido mucho del fruto amargo, no quieren seguir dejándose ultrajar. La clave de si el mundo puede lograr una efectiva reducción de emisiones no reside en los países en vías de desarrollo, sino en los países desarrollados. Existe una sola salida, esto es, el campo de los países desarrollados con intenciones ocultas deben abandonar definitivamente su sicología de “retractarse de sus palabras”, y asumir completamente la responsabilidad por la deuda histórica: Para sí mismos, elaborar índices de reducción de emisiones aceptables para la gran familia mundial; para el exterior, suministrar lisa y llanamente suficientes fondos y tecnologías a los países en vías de desarrollo. Lo más realista es retornar al principio “común pero con diferencias” establecido por el “Protocolo de Kyoto” y dejar de calcular con segundas intenciones como en el “Proyecto de Dinamarca”. El campo de los países en vías de desarrollo, hoy incomparable con el pasado, ya no se dejará engañar. Si los países desarrollados siguen considerando la responsabilidad de “pagar la deuda” como una obra benéfica de “dar limosna”, la Conferenciad de Copenhague no llegará, tal vez, ni siquiera a un acuerdo en papel. DIARIO DEL PUEBLO. 14-12-2009 EEUU. The New York Times Esta semana en Copenhague No esperábamos mucho de la primera semana de la conferencia de calentamiento global en Copenhague. Los países necesitan hacer pequeñas demostraciones de fuerza antes de entrar en el duro trabajo, que se supone que comenzará el lunes. Pero el discurso beligerante de China parece ir mucho más allá de la posición habitual. La mayor esperanza es que las conversaciones produzcan un acuerdo provisional en que los países industrializados se comprometan con objetivos bastante precisos para la reducción de las emisiones, y otros, como China, con metas más amplias, pero mensurables. Los países industriales se espera que ayuden a los países más pobres intercambiando formas de energía menos contaminantes. Esto sentaría las bases para un acuerdo jurídicamente vinculante en 2010. Pero no hay ninguna posibilidad incluso de un acuerdo provisional sin la participación entusiasta de China, el mayor emisor de gases de efecto invernadero. La ausencia de China le daría a otros países en desarrollo –y al Senado de Estados Unidos– una excusa para hacer menos de lo necesario. La reciente promesa de Pekín de frenar el crecimiento de las emisiones parecía un cambio positivo de actitud. Luego el martes, en un sorprendente espectáculo de actitud defensiva, el principal negociador de China, Su Wei, dijo que la mayor carga recae en los países industrializados y acusó a Estados Unidos, Japón y la Unión Europea por no ser lo suficientemente agresivos. Otro funcionario chino instó a Washington a hacer "una introspección profunda" y mejorar su propuesta. Todd Stern, el negociador jefe estadounidense, respondió correctamente: Con las emisiones de muchos países industrializados en el apogeo o en declive, casi todo el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero se espera que procedan de los países en desarrollo de aquí a 2030, la mitad procedentes de China. Las naciones ricas deben reducir drásticamente las emisiones, dijo el Sr. Stern, pero "no hay manera de solucionar este problema dejando barra libre a los principales países en desarrollo." China también ha estado exigiendo que los países ricos contribuyan con cientos de millones de dólares al año para ayudar a los países pobres frente a la amenaza del cambio climático. Una vez más, el Sr. Stern fue contundente. Washington está dispuesto a ayudar a aquellos que lo necesitan, pero teniendo en cuenta las enormes reservas de China y la aceleración en marcha de su economía, dijo que no prevé que "los fondos públicos, ciertamente no de los Estados Unidos, vayan a China". La evolución más positiva ha sido una promesa de la Unión Europea para contribuir con 10,5 mil millones dólares en los próximos tres años para ayudar a los países más pobres frente al cambio climático. Estados Unidos ha dicho que hará una contribución, pero no ha dicho aún cuán grande será. La transparencia es otro tema difícil que debe ser resuelto, al menos en principio, esta semana. No puede haber ningún avance en la fijación de objetivos, o en las amenazas de sanciones por su incumplimiento, a menos que los países estén obligados a informar de las emisiones con precisión. La transparencia nunca ha sido una de las virtudes de Beijing, y los países emergentes en general necesitan ayuda para crear sistemas de vigilancia sofisticados. El desafío más amplio de Copenhague es encontrar una manera equitativa de distribuir la carga de enfrentar el cambio climático. A pesar de algunas diferencias, los países industrializados están bastante de acuerdo en recortar sus emisiones entre un 15 y un 20% de los niveles de 2005 en los próximos 10 años, y un 80% para mediados de siglo. Y todos parecen estar dispuestos a hacer inversiones costosas para llegar allí. El presidente Obama necesitará para ello la ayuda del Congreso, lo que no es nada seguro. Una serie de países en desarrollo –entre ellos la India, Brasil, Indonesia– han puesto objetivos generales sobre la mesa, aunque en algunos casos se parecen más aspiraciones que realidades. Pero la conclusión es que la esperanza de un acuerdo significativo es infinitamente pequeño, si China no lo firma. THE NEW YORK TIMES. 12-12-2009