Diálogo Estratégico y Económico China-EEUU

«EEUU y China moldearán el mundo del siglo XXI»

En ninguna otra cuestión se vislumbra tan claramente el proyecto de la administración Obama de virar hacia una hegemoní­a consensuada y negociada, donde EEUU ejerza de `primus inter pares´ entre la jerarquí­a de potencias mundiales como cuando define su relación con China. Durante la inauguración en Washington del Diálogo Estratégico y Económico China-EEUU (S&ED en inglés), Barack Obama proclamó que «la relación entre EEUU y China moldeará la Historia del S.XXI». Esto es una evidencia incontestable: la sino-norteamericana es la relación bilateral más importante y determinante para el panorama internacional. Lo que no está nada claro es si esa relación se podrá resolver de forma armónica, consensuada y negociada o si serán los roces, conflictos y choques los que prevalecerán.

Para encuentro, que durará dos días, ambos aíses han enviado sus principales dirigentes en dos terrenos clave, y donde Washington y Pekín tienen tanto terreno común como abundantes puntos de fricción: la economía y la política exterior. La cabeza diplomático-económica norteamericana ha sido contrapuesta con su consejero de Estado, Dai Bingguo – que dialogará con Clinton- y su viceprimer ministro, Wang Qishna –que hará lo propio con Geithner-.El presidente norteamericano, fiel a su estilo diplomático, dejó claro cuáles son las intenciones de su administración –al menos de cara a la opinión pública mundial- "Algunos en China", dijo Obama, "creen que Estados Unidos trata de contener las ambiciones de China; algunos en Estados Unidos creen todavía que hay algo que temer en el crecimiento de China. Yo creo en un futuro en el que China sea un fuerte, próspero y exitoso miembro de la comunidad internacional, un futuro en el que nuestra naciones sean socias, no sólo por necesidad, sino por la oportunidad que eso representa". La cuestión es si EEUU tiene capacidad para contener el desarrollo de una contradicción cada día más acelerada, entre una superpotencia en declive cada vez más acelerado y un grupo de potencia emergentes –encabezadas por China- que cuestionan cada vez más –si no en las formas, sí en los hechos- la hegemonía norteamericana."Mi confianza se basa en el hecho de que EE.UU. y China comparten intereses mutuos", apuntó Obama. Y es cierto. La economía norteamericana y la china tienen un grado e interrelación que no se puede ignorar. China se ha convertido en el máximo acreedor de la economía más endeudada del planeta, y sólo ella posee 800.000 millones de dólares en bonos del Tesoro estadounidenses. Pero no sólo posee deuda pública, sino astronómicas cifras de deuda privada. Es por esto que China está severamente preocupada por que los gigantescos planes de rescate hayan erosionado el valor del dólar y por lo tanto el valor de sus propias y gigantescas inversiones. Pekín insiste en la necesidad de abandonar el patrón dólar como divisa de referencia internacional, lo cual levanta ampollas en Washington. En cuanto al terreno de la geopolítica, la superpotencia en declive trata de apaciguar un panorama mundial crecientemente convulso que crea más frentes y más conflictos de los que puede digerir, y que mueve la tierra bajo los pies de la bota norteamericana en numerosas regiones del mundo. China ciertamente comparte el interés con EEUU de velar por la estabilidad mundial, que es lo que le ha permitido desarrollarse aceleradamente y escalar rápidamente en la jerarquía de potencias. Hasta aquí lo que ocurre en la actualidad, lo que se desarrolla ahora ante nuestro ojos. Pero el mundo se encamina hacia un abrupto reordenamiento del poder y hacia una severa recategorización de los centros de poder mundial. EEUU es el que más tiene que perder, China la que -aparentemente- más tiene que ganar. ¿Pueden llegar a acuerdos estables y permanentes potencias con intereses antagónicos? ¿O el acuerdo y la negociación serán transitorios y relativos y el choque y el conflicto serán absolutos?.La Historia no está escrita, pero los acontecimientos de Xinjiang –ocurridos sólo un par de semanas antes de esta cumbre- lanzan una advertencia. ¿Puede un conflicto desestabilizador de esa magnitud y virulencia para el gigante chino ser producto de sus contradicciones internas o debemos de buscar la mano de los centros de poder mundial que buscan debilitar el ascenso de Pekín?. Ciertamente no parece el “estilo” de la administración Obama, pero tampoco la crisis de los misiles del 63 era el “estilo” de Kennedy. Se encontró con una tormenta de teléfonos rojos en el Despacho Oval. No todos los centros de decisión norteamericanos comparten la visión y la estrategia de Obama sobre China.

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