Editorial Internacional

EEUU contra el mundo. El mundo contra EEUU

Poniendo aranceles hasta a los pingüinos, EEUU puede pretender reafirmase en que el mundo es suyo para devorarlo. Pero la realidad le rompe los dientes.

Donald Trump ha decidido lanzar una guerra arancelaria total contra todo el planeta. Con contadas excepciones -la Rusia imperialista de Putin, con la que trata de repartirse las riquezas de Ucrania- la Casa Blanca ha ordenado severos aranceles contra todas naciones del globo, desde contra gigantes económicos como China y la Unión Europea, hasta diminutas naciones africanas como Lesoto, cuyo PIB es equivalente al de una capital de provincia.

Ni siquiera territorios tan remotos como las Islas Heard y McDonald, cerca de la Antártida, cuyos únicos habitantes son los pingüinos, se han librado del furor arancelario de Trump. Esto último, que ha sido motivo de burlas y memes, también se puede interpretar en clave política: Trump ha declarado que el mundo es de EEUU, incluidos los olvidados archipiélagos del Indico Sur.

Más allá de sus efectos en la propia economía norteamericana, donde Trump puede haber desatado lo del aprendiz de brujo, es significativo observar la respuesta del planeta.

Los EEUU de Trump le han declarado la guerra (comercial) al mundo, y el mundo le ha declarado la guerra (arancelaria) a la superpotencia.

Es la única virtud que podemos concederle a la ultrareaccionaria línea Trump, que consigue poner de manifiesto de forma abierta y franca la contradicción principal que recorre el planeta. La que enfrenta a la superpotencia norteamericana con el conjunto de países y pueblos del mundo. Podríamos incluso aplaudir los esfuerzos del presidente Trump por demostrar sin género de dudas ante la opinión pública internacional que EEUU es el principal enemigo de todos los países y pueblos del mundo.

Muchos destacan el poder disruptivo y desestabilizador de la guerra arancelaria que Trump ha desatado contra el mundo, y que puede llevar al planeta a una recesión global.

Sí, es cierto. Pero debemos dejar claro que por agresiva que sea esta política de Trump -y detrás de él, de la clase dominante norteamericana-, se trata de una respuesta «a la defensiva». No es un signo de fortaleza, sino de debilidad.

Poniendo aranceles hasta a los pingüinos, EEUU puede pretender reafirmase en que el mundo es suyo para devorarlo. Pero la realidad le rompe los dientes.

Porque aunque sea la única superpotencia, el hegemonismo norteamericano está sumido en un irreversible ocaso imperial, que se desarrolla a velocidad creciente.

EEUU conserva aún las más poderosas cartas -económicas, políticas y militares- para intervenir en todos los asuntos mundiales, y su poder es temible. Pero no puede evitar ver como su hegemonía se erosiona, golpeada por la lucha creciente del conjunto de países y pueblos del mundo, que avanzan en su camino por la independencia, la soberanía y un desarrollo propio y autóctono, zafándose del yugo de la superpotencia y privando a EEUU de espacios de explotación, dominio y control.

Con la agresiva linea Trump, EEUU pretende a golpes de aranceles, de amenazas -como las que hace sobre Groenlandia o Panamá-, o de guerras -como el genocidio en Gaza- imponer por la fuerza una especie de «dictadura terrorista» que recomponga el viejo orden unipolar, con Washington como emperador indiscutible.

Pero hace mucho que el planeta camina hacia un naciente orden mundial multipolar. Y que el ocaso imperial de la superpotencia no tiene vuelta atrás.

Los países quieren la independencia y la prosperidad, y no hay fuerza en la Tierra capaz de contener este curso de la historia.

EEUU contra el mundo. El mundo contra EEUU.

Adivinen quien va a ganar.

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