Washington ha tratado de mantener la apariencia de que su discurso sigue intacto, pero lo cierto es que hasta sus autoridades habían asegurado que en ningún caso dialogaría con Corea del Norte hasta que su régimen no diera su brazo a torcer y renunciara a su programa nuclear. Washington ha anunciado su disponibilidad a iniciar contactos bilaterales con Pyongyang, anunció hace días el portavoz del Departamento de Estado, Philip Crowley, aunque insiste en que dichas conversaciones se mantendrán dentro del marco multilateral a «seis bandas» (que incluye a las dos Coreas, EEUU, Japón, Rusia y China).
“EEUU está disuesto a entrar en una discusión bilateral con Corea del Norte", aseguró Crowley, diálogo que "es importante definir apropiadamente". El Departamento de Estado ha insistido que el contacto bilateral se dará estrictamente Crowley ha insistido en que "en el contexto de las negociaciones a seis bandas", y ha negado repetidamente que EEUU haya cambiado de política con Corea del Norte. “Queremos que vuelvan a la mesa de negociaciones para conseguir su desnuclearización”.Pero lo cierto es que si han cambiado de mensaje en un punto nodular: la renuncia a la carrera nuclear ya no es, como antes, un requisito sine equa non para volver a la mesa de negociaciones, sino una meta a conseguir de la misma. A pesar de la osadía y de la temeridad mostrada por el régimen norcoreano lanzando cohetes de largo alcance –no se sabe si cargados con cabezas nucleares o no- sobre los cielos de Japón para estrellarse en el Pacífico, y a pesar de las durísimas sanciones que el Consejo de Seguridad de la ONU –con el voto afirmativo de Pekín y Moscú, tradicionales protectores de Pyongyang- ha impuesto al país, parece que Corea del Norte es, de momento la ganadora de las escaramuzas. Por aventureras y peligrosas que sean sus provocaciones, los pulsos de Corea del Norte no responden a un impulso fanático de un régimen arbitrario y ciego de chovinismo. Son huidas hacia delante, pero calculadas y con un objetivo. Tras el impulso experimentado en los últimos años de Bush, el diálogo a seis bandas estaba estancado hacía tiempo cuando Barack Obama y su nueva línea internacional subieron a la Casa Blanca. El régimen de Kim Jong Il decidió probar el temple de la nueva diplomacia inteligente de Obama y Ms. Clinton, y forzar a un desatascamiento abrupto del asunto de las Coreas. En enero, el Departamento de Estado seguramenete pensaba que ya iba a tener suficiente con la larga lista de problemas calientes de Asia Central y Oriente Medio, pero Pyonyang les recordó a golpe de Taepodong que el paralelo 38 es una falla tectónica siempre a punto de desatar seísmos que pueden cruzar el Pacífico.