Washington se enfrenta a la posibilidad de que el polvorín de Oriente Medio explote a la menor chispa, cuyas consecuencias podrían ser imprevisibles pero nefastas para encrucijadas como la cuestión nuclear iraní, la retirada de Irak, la reconquista de Afganistán o el rescate de Pakistán del caos. Ante una situación global de declive de su hegemonía, la superpotencia necesita perentoriamente no sólo pacificar el conflicto palestino israelí, sino dotar a la zona de unas bases de estabilidad relativamente duraderas. Estados Unidos e Israel, están en ruta de colisión, como mínimo abocados a un desencuentro estratégico. El catalizador de esa contradicción puede ser un tercer elemento: Irán.
Resulta evidente que or razones prácticas, compatibles con su enfoque doctrinario global, el actual gobierno norteamericano toma distancia de la política seguida en el Medio Oriente por las administraciones de Bush y, en lugar de incentivar los conflictos en la región, prefiere desactivarlos. No se trata de filantropía ni de debilidades imperiales, sino de procurar hacer prevalecer los intereses norteamericanos del modo más indoloro posible.Con Egipto, Arabia Saudita, Jordania y los emiratos del Golfo e Irak de su parte, Libia, Argelia y Yemen neutralizados y Líbano bajo control, la diplomacia norteamericana trabaja para atraer a Siria a posiciones que hagan viable una relación estable y segura y para completar su estrategia trata de avanzar en la solución del problema Palestino y de desmontar el conflicto con Irán. La plataforma expuesta por Obama en El Cairo apunta en esa dirección. El obstáculo es Israel.Respecto a Palestina, Israel llegó a una situación absurda cuando, sin poder exprimirla, mantiene un clima de agresión y genocidio que configura una situación humanitaria no sólo intolerable sino también capaz de desacreditar y paralizar los esfuerzos para la pacificación de la región, aportando municiones para actitudes belicosas.Existen elementos indicadores de que, de lograr un compromiso que conjure la amenaza nuclear de Israel, sobre todo sus intenciones agresivas contra el Estado persa, es posible que la diplomacia occidental, incluida Rusia y China logren moderar los esfuerzos de Irán encaminados a crear capacidades nucleares. Los pronunciamientos del presidente Obama a favor del uso pacifico del átomo y del desarme, sobre todo los avances que pudieran alcanzarse en las conversaciones con Rusia, son elementos de la mayor relevancia.Quedan todavía tres factores decisivos. El primero es la sociedad israelí y sus fuerzas políticas, que deberán optar por liderazgos comprometidos con la paz o mantener en el poder a fuerzas retrogradas y conservadoras. Todavía no ha aparecido un Obama judío, cosa no imposible.Otro elemento de trascendencia son las rivalidades entre las fuerzas políticas palestinas, que debilitan la capacidad negociadora de la Autoridad Nacional Palestina, restan coherencia al proceso y ofrecen excusas a Israel.La tercera pata de la mesa es el lobby judío norteamericano que cuando la seguridad de Israel es amenazada cierra filas pero que no ha sido puesto a prueba cuando Israel es la amenaza. No todos los judíos norteamericanos son sionistas ni guerreristas, los hay partidarios de Obama y no faltarían quienes estarían dispuestos a apoyar las políticas correctas.Tal vez la situación se aproxima a un esquema en el cual, sin vencedores ni vencidos, las posiciones de fuerzas en el Medio Oriente pierdan vigencia a favor de un clima como el que Estados Unidos quisiera, no para ceder espacios, sino para organizar de otra manera su proyecto de hegemonía estratégica.En ese esquema, el perfil histórico de Israel como gendarme de los intereses norteamericanos todavía conserva vigencia, pero si Israel mantiene su política con los halcones en el poder y no modera su beligerancia, estableciendo concesiones como pide la Casa blanca, puede convertirse en un estorbo. Es probable que falte mucho para que Israel se resigne a la idea que ya los estados árabes, incluso los palestinos, son vecinos y no enemigos. Todo está por ver y todo depende de resortes extraordinariamente sensibles. Por lo pronto el peligro mayor para la política norteamericana no proviene de árabes, persas o palestinos sino de Israel. Vivir para ver.