Estreno

«Drácula» de Bram Stoker

Si ya resulta difí­cil abordar la obra Bram Stoker. Más lo es representar Drácula en los escenarios. Eduardo Bazo y Jorge de Juan dirigen este montaje, protagonizado por Ramón Langa y Emilio Gutiérrez Caba, y que se representará en el Teatro Marquina de Madrid del 13 de enero al 29 de febrero.

Seguramente el miedo, el terror sea la emoción más difícil de transmitir y generar en el teatro. La complejidad aumenta si hablamos de una de las obras de terror más conocidas de todos los tiempos, y por lo tanto, en la que el público se mueve como pez en el agua, reconociendo las escenas más que sufriendo con ellas. Decía Emilio Gutiérrez de Caba en una entrevista, quien encarna a Abraham Van Helsing, que la clave está en saber crear esa «atmósfera de miedo» entre los actores que están en el escenario, para que después eso se contagie al público. Junto a él y Langa, sobre las tablas estarán también Martiño Rivas, María Ruiz, Amparo Climent, César Sánchez y Mario Zorrilla.El mago Yunke ha sido el encargado de crear la magia que haga desaparecer al vampiro o al murciélago sobrevolar las cabezas de los espectadores. Además el espectáculo se adereza lo suficiente como para asegurar los saltos en la butaca. El sonido o la luz, «y otros efectos especiales que no se pueden desvelar» son algunos de los elementos, poco habituales en una obra de teatro, que zambullen al espectador en la historia. Conseguir que cada rincón oscuro de la sala sobre, y que cada respiro de luz sirva para recuperar el aliento, es el reto de cada detalle de la obra. Una ventana golpeada por el viento, el ruido del mar, los aullidos de los lobos, los silbatos de los carceleros o las alas del vampiro crean la única banda sonora de esta obra, que envolverá al público gracias al sistema dolby 5.1 instalado en la sala, para conseguir este objetivo. Que hasta el último espectador, al llegar a casa, mire hacia atrás antes de entrar… “por si a caso”.Mientras todo va mal, porque es difícil que vaya bien, el teatro sigue abriendo sus puertas, y ahora incluso más que antes. Puede que sea por la fuerza del acto inmediato, la verdad de lo que se cuenta y como se cuenta, o la vida que entrañan las palabras perennes y su recuerdo, pero ocurre, pese a todo. Por eso, también, el público es cada vez más exigente, y de una manera u otra hay que dar la talla. Drácula lo pretende, y lo consigue. Ni el más pintado escapa de la intranquilidad como sensación. En palabras de Langa, «este género es imperecedero y siempre habrá versiones distintas del Conde Drácula, el Hombre Lobo o Frakenstein». Según Gutiérrez Caba en esta obra «hay una simbología», ya que muestra el poder que tiene la sangre de prolongar la vida a partir de los otros. «El conde Drácula sería el banquero de hoy, el conde Botín.

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