Ofensiva contra las pensiones

Dos clases de vida, dos vidas de clase

Cuando el juez le preguntó a Emilio Botí­n sobre las multimillonarias pensiones concedidas por el Santander a su vicepresidente y consejero delegado (valoradas en 43,5 y 108 millones de euros), el banquero cántabro contestó secamente: «estas cifras pueden parecer desorbitadas, pero usted debe entender que nosotros estamos en otra dimensión». Efectivamente, ellos y nosotros vivimos en dos dimensiones de clase antagónicas. Francisco González, presidente del BBVA, va a cobrar una multimillonaria jubilación de 72,54 millones. Exactamente 8.058 veces la pensión media.

Mientras tanto, más de dos millones de viudas malviven con 552 euros al mes, cuatro millones de ensionistas no alcanzan los 600 euros de ingresos mensuales, y dos millones de jubilados viven bajo el umbral de la pobreza. Pero a Zapatero este abismo de clase le debe parecer todavía escaso. Por eso ha lanzado una ofensiva para rebajar las pensiones. PSOE y PP unieron sus votos en el Congreso para vetar el incremento de las pensiones de viudedad. Y al día siguiente, el gobernador del Banco de España presentaba una propuesta que supone un brutal tijeretazo a las pensiones. Anuncian el retraso de la edad de jubilación a los 67 años, pero sobre todo intentan imponer toda la vida laboral como base para computar la cuantía de la jubilación. Caso de aplicarse, significaría una reducción de un 30% en las pensiones. Estamos ante un brutal ataque a las condiciones de vida del pueblo trabajador. Y una flagrante demostración de las prioridades del gobierno de Zapatero. El mismo día que el Banco de España anunciaba que las cuentas de la Seguridad Social entrarán en déficit, haciendo “insostenible el actual sistema de pensiones”, se daba a conocer que el segundo plan de rescate bancario alcanzará la cifra de 90.000 millones de euros. Hay que “reducir gastos”, y entonces se empuña la tijera para recortar las pensiones. ¿Pero por qué no se limitan los multimillonarios rescates a los bancos, que siguen presentando importantes cuentas de beneficios en el primer trimestre del año? ¿Por qué no se recortan drásticamente los gastos superfluos del Estado y el despilfarro de las administraciones públicas? ¿Por qué no se rebajan las escandalosas pensiones privadas que van a cobrar los altos directivos de bancos y monopolios? La abismal distancia entre las jubilaciones de un ínfimo puñado de plutócratas y las míseras pensiones a que se condena a la mayoría de la población, es expresión –como le explicaba Botín al juez- de dos dimensiones de clase. Y en época de crisis, éstas se evidencian de manera antagónica. El capitalismo sale de las crisis eliminando el capital “sobrante” hasta restablecer la tasa de ganancia. Enormes cantidades de fuerza de trabajo son “destruidas”, condenando al paro a millones de trabajadores. Cuanto más cuando esa “fuerza de trabajo” se jubila y permanece inactiva, es decir ya no produce plusvalía, ya no sirve para revalorizar el capital con su esfuerzo. Recortar, y si es posible eliminar, las pensiones, ese gasto superfluo e innecesario para la burguesía (¿por qué mantener una fuerza de trabajo a la que ya no se puede arrancar plusvalía?) se convierte en una obsesión. Esta es la naturaleza del capitalismo. Frente a su ofensiva por cargar la factura de la crisis sobre los trabajadores, debemos oponerle una contra ofensiva, para que paguen quienes han acumulado ingentes beneficios durante todos estos años. Imponiendo un programa de redistribución de las rentas, ahorro e inversión productiva para crear riqueza y empleo.

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