Las elecciones presidenciales peruanas se han saldado con la victoria de dos fuerzas de corte neoliberal y proyanqui, con lo que EEUU logra que, de momento, el país andino se aleje del frente antihegemonista y permanezca anclado a su órbita. La segunda vuelta la disputarán Keiko Fujimori, del partido Fuerza Popular e hija del dictador Alberto Fujimori, una opción de «mano dura» contra los movimientos populares, y Pedro Pablo Kuczynski, la opción más «tecnocrática» y favorita de las élites financieras.
Cuando el Partido Nacionalista Peruano ganó las elecciones en 2011 muchos creyeron que Perú se sumaría con fuerza al frente antihegemonista latinoamericano, dado el discurso soberanista de su candidato, Ollanta Humala. Pero las esperanzas se es fumaron pronto: Humala marcó distancias casi desde el principio con líderes como Hugo Chávez o Evo Morales, y recibió el apoyo de destacados políticos cercanos a Washington como Alejandro Toledo o Vargas Llosa, presagiando que -de nuevo- las ansias de progreso e independencia del pueblo peruano iban a quedar limitadas a los márgenes del dominio norteamericano.
El resultado es que cinco años después, el descontento masivo y las espectativas frustradas de cambio han creado las condiciones para que pueda volver el fujimorismo. «La izquierda peruana, tras el fiasco Humala, se reorganiza y reagrupa. La socialista Verónika Mendoza es la candidata non grata para la oligarquía peruana y EEUU»
Durante la década de los 90, Alberto Fujimori instauró una semidictadura amparada desde Washington que castigó sin piedad a los movimientos populares y revolucionarios, aunque más tarde sus “padrinos” hegemonistas precipitaron su caída y encarcelamiento, cuando Fujimori se alineó excesivamente hacia el que entonces era un polo emergente: Japón. Los gobiernos de Alberto Toledo y Alan García mantuvieron al Perú firmemente anclados a la órbita norteamericana.
Ahora es la hija del dictador, Keiko Fujimori, la que encabeza los resultados electorales, con casi un 40% de los votos, prometiendo “mano dura” contra la inseguridad ciudadana. Su programa económico neoliberal no se diferencia sustancialmente del segundo en liza, el derechista Pedro Pablo Kuczynski (PPK), que con un 22% de los votos es un candidato mucho mejor visto por la oligarquía peruana y por el Imperio. Su trayectoria como cuadro tecnocrático y lobbista del capital extranjero le avala como un útil instrumento para Washington.
Línea dura represiva o ‘mano suave’ liberalizadora: tal es la elección que debe tomar el Departamento de Estado.Mientras tanto, la izquierda peruana -tras el fiasco Humala- se reorganiza y reagrupa. La candidata del Frente Amplio, Verónika Mendoza -autodenominada “socialista”- ha logrado aglutinar a fuerzas que llevaban años divididas, y obtiene un 18% muy cercano a los resultados de PPK, ganando en siete provincias del sur del país. La prensa -controlada casi al 80% por el grupo El Comercio- no ha dudado en tildarla de “chavista” o de manchar su imagen vinculándola infundadamente con Sendero Luminoso, dejando claro quién es la candidata non grata para la oligarquía peruana y EEUU. Con sus 20 diputados, el Frente Amplio peruano es la mayor oposición de izquierda de los últimos 30 años.