Primera vuelta de las elecciones en Chile

Dos caminos antagónicos para Chile

Los resultados de la primera vuelta de las elecciones de las elecciones presidenciales en Chile abocan a una segunda vuelta entre opciones antagónicas. La comunista Jara -continuadora de Boric- y el ultraderechista Kast -alineado con Trump- se disputarán la presidencia de Chile

La segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Chile se disputarán entre dos caminos diametralmente opuestos: el que representa la candidata izquierdista, Jeannette Jara, comunista y ministra de trabajo del gobierno de Boric: y el que representa José Antonio Kast, candidato de una ultraderecha que reivindica sin tapujos el legado de la sangrienta dictadura de Pinochet y que alardea de sus vínculos con Trump y con sus terminales ultras en América Latina y Europa (desde Milei en Argentina o Bolsonaro en Brasil, a Vox en España).

Ambos candidatos han obtenido un resultado muy ajustado en unas elecciones donde se estrenaba el voto obligatorio con inscripción automática en el censo (85% de participación), que ha añadido a cinco nuevos millones de votantes.

La opción más votada, con 3.476.615 votos (26,85%), ha sido la comunista Jeannette Jara, por la coalición progresista Unidad por Chile, que agrupa un frente amplio de siglas donde está el Frente Amplio. el Partido Socialista, el Comunista, o el Partido oor la Democracia, pero también otros de centro como el Partido Liberal, el Partido Demócrata Cristiano, el Partido Radical. Jara, hasta ahora ministra de trabajo, representa la linea de continuidad de las políticas redistributivas de Gabriel Boric, que por mandato constitucional no puede presentarse a estas elecciones.

Pero muy cerca -a menos distancia de la que vaticinaban las encuestas- con 3.097.717 votos (23,92%) ha quedado el candidato de la ultraderecha, Jose Antonio Kast, líder del Partido Republicano.

El tercer candidato más votado ha sido el populista Franco Parisi (Partido de la Gente), que dobló el resultado que le asignaban las encuestas y que obtuvo un 19,7% de los votos. En el cuarto puesto, Johannes Kaiser, otro ultraderechista emulador de Milei, que ha obtenido el 13,9%. Y la quinta en el podio ha sido la representante de la derecha tradicional Evelyn Matthei, con el 12,4%.

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Preocupación entre la izquierda

La diferencia entre Jara y Kast es escasa, y eso proyecta un sombrío y difícil panorama para los progresistas de cara a la segunda vuelta prevista para el 14 de diciembre.

Es así porque pueden todos los analistas dan por descontado que los votos de Kaiser (ultraderecha) y de Matthei (derecha muy conservadora) irán hacia Kast, lo cual sobre el papel ya sumaría cerca del 50%. Pero está menos claro hacia dónde irán los votos de Parisi, no sólo por lo que el mismo candidato populista ha dicho, no queriendo posicionarse aún -«les tengo una mala noticia a los candidatos (Jara y Kast): gánense los votos», ha dicho- sino porque el perfil de sus apoyos es mucho más difuso y trasversal.

Pero además, las elecciones han renovado la totalidad de la Cámara de Diputados (155 congresistas) y prácticamente la mitad del Senado (23 de los 50 senadores). El bloque de la izquierda ha pasado de 72 a 61 diputados. Mientras que el bloque ultra Cambio por Chile, que incluye a las formaciones que apoyan a Kast y también a los libertarios que apoyan a Kaiser, ha pasado de 25 a 53 diputados, aunque a costa de restarle escaños a la derecha tradicional (Chile Grande y Unido, de Matthei) que pasa de 49 a 34.

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Factores

La izquierda ha concurrido a estas elecciones con un bloque bastante compacto, incluso sumando a otros partidos de centro o moderados. Aproximadamente el 63% de quienes votaron por Boric en 2021 (4,6 millones) han apoyado ahora a Jeannette Jara, aunque si comparamos sólo los datos de la primera vuelta (1,8 millones a Boric, 3,47 millones a Jara) lo que hay es una consolidación. Como dato positivo, la izquierda ha ganado en las provincias más urbanas (Santiago, Valparaíso) y en el sur del país.

Voto los chilenos por edades. Infografía de El País

En cambio, los votantes conservadores se han dividido en tres opciones: Kast, Kaiser y Matthei. Y sin embargo, la suma de los tres candidatos conservadores o ultras suma más de 6,5 millones de votos.

Entre los factores que explican estas tendencias del voto chileno hay una cierta brecha generacional. Entre los más jóvenes (18-24 años) la opción más votada ha sido a la ultraderecha de Kast, al que han apoyado uno de cada tres (33%), y otro 20% que lo ha hecho por el otro ultra (Kaiser), frente al 19% que lo han hecho por Jara. Es a partir de los votantes más maduros (a partir de 45), es decir, en la generación que tiene recuerdo directo de la dictadura fascista de Pinochet, donde se dispara el apoyo a la izquierda, haciéndose hegemónico (55% entre los mayores de 60).

Esto indica una bolsa de frustración, de decepción y también de rabia hacia el actual gobierno progresista entre buena parte de la población, especialmente entre los sectores más jóvenes.

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El gobierno de Boric, un balance agridulce.

El presidente chileno, Gabriel Boric, junto a su ministra Jeannette Jara, candidata de Unidad por Chile

Más allá de la consecuencia o no del gobierno de Boric con las promesas, esperanzas y anhelos que levantó en 2021, cuando ganó las elecciones a caballo de un masivo movimiento popular que se desató tras las masivas protestas iniciadas en 2019 contra décadas de políticas neoliberales. Es necesario recordar que la dictadura de Pinochet -y su Carta Magna- dio paso a uno de los regímenes parlamentarios donde bajo la apariencia de «oasis económico» y de estabilidad se ocultaba un explosivo polvorín de antagonismos sociales, de desigualdad y padecimientos para amplias capas de la población.

Un Chile donde prácticamente todo -desde la sanidad, la educación o las pensiones, pasando por el agua potable- estaba privatizado. Un Chile donde la economía crecía… al mismo tiempo que la desigualdad, la precaridad y el endeudamiento de amplias capas de la población. En 2019, bajo el gobierno de Piñera, el sueldo de un 70% de la población no alcanzaba los 770 dólares al mes, y 11 millones de chilenos, de los 18 que tenía el país, había contraído deudas con los bancos chilenos, que cobraban intereses anuales del orden del 47%, un porcentaje que en Europa sería delito de usura.

El gobierno de Boric llegó a la Moneda en 2022 con la consigna de «redistribuir la riqueza en Chile”. Pero sólo ha podido llevar adelante su programa de forma limitada

El gobierno de Boric llegó a la Moneda en 2022 con la consigna de «redistribuir la riqueza en Chile”, planteando la eliminación de la privatización total de las pensiones -a través de un sistema de capitalización administrado por grandes bancos nacionales y extranjeros- impuesto durante la dictadura de Pinochet, y el retorno a un sistema público de reparto, similar al que tenemos en España. O la ampliación de la gratuidad del sistema educativo, y de aumentar las prestaciones en salud. Un ambicioso programa social que iba a ser financiado con una reforma tributaria donde se aumenten los impuestos a los que más tienen, incrementando los ingresos públicos.

Aunque un primer plebiscito dio una amplia mayoría a la derogación de la Constitución de Pinochet, la izquierda no pudo conseguir el «Si» a una nueva Carta Magna redactada por la Asamblea Constituyente

Para todo ello, Boric planteó la necesidad de derogar la Constitución de 1980, promulgada durante la dictadura de Pinochet, y que ponía alfombra roja a los grandes capitales para imponer políticas neoliberales.

Pero los problemas para el ejecutivo progresista comenzaron pronto, con la oposición derechista bloqueando buena parte de las medidas redistributivas. El gobierno de Boric no pudo terminar de enterrar la Carta Magna de Pinochet, al perder el plebiscito para promulgar una nueva Constitución en 2022.

Por ello, el balance de los cuatro años de gobierno de Boric -bajo los que se ha juzgado a su sucesora, Jeannette Jara- es contradictorio, lleno de avances pero también de reveses.

Se ha podido implementar una reforma parcial del sistema de pensiones, poniendo fin al modelo de la capitalización individual, o en políticas sociales o medioambientales. Y en el plano internacional, el Chile de Boric se ha alineado con otros gobiernos progresistas del continente -Brasil, Colombia, México…- en la defensa del multilateralismo y de la soberanía latinoamericana frente a las imposiciones de Washington. Pero el peso de la derecha en el Parlamento le ha impedido aprobar sus reformas tributarias, ni tampoco el sistema único de salud o la gratuidad universitaria universal.

Este balance agridulce, que mantiene importantes bolsas de desigualdad y cohesión social, explica en parte la decepción de importantes sectores de la sociedad. Lo que unido a la polarización política y a la propaganda demagógica de la extrema derecha, ayuda a entender estos resultados.

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Kast, ultraderecha y trumpismo… pero sin estridencias

Cuando se anunció la victoria de Donald Trump, a finales de 2023, el líder de la extrema derecha chilena, también denominados «republicanos», Jose Antonio Kast, exclamó: “Nuestras ideas ya ganaron en EEUU, en Italia, en Argentina (…) y en Chile también vamos a ganar”. Es la tercera vez que trata de llegar al Palacio de la Moneda, pero ahora cuenta con un poderoso viento de cola: la ofensiva reaccionaria de los EEUU sobre América Latina.

Este ultraderechista, hijo de un migrante alemán que militó en el partido nazi, y cuyo hermano fue ministro de Pinochet, nunca ha dudado en reivindicar orgulloso el legado de crímenes, torturas y desapariciones de la dictadura fascista. «No, yo no tengo por qué pedir perdón por reconocer la gran obra que hizo el gobierno militar», dijo en una reciente entrevista.

Como el resto de las ultraderechas emuladoras del movimiento MAGA y tuteladas por los círculos más tenebrosos del establishment político norteamericano (en concreto la Conferencia de Acción Política Conservadora, CPAC, del partido republicano), Kast defiende un discurso ultrareaccionario -con ataques al derecho al aborto o al matrimonio igualitario, así como a otras libertades sexuales y reproductivas- al que ha ido incorporando el elemento xenófobo y antiinmigración, a pesar de que más del 82% de los trabajadores migrantes que viven en Chile (venezolanos, peruanos, colombianos…) están en situación regular.

Este ultraderechista, hijo de un nazi, y cuyo hermano fue ministro de Pinochet, nunca ha dudado en reivindicar orgulloso el legado de crímenes, torturas y desapariciones de la dictadura fascista.

Pero la peculiaridad de Kast es que -a diferencia del histrionismo de Milei o de Bolsonaro- Kast defiende este discurso de manera calmada, casi desapasionada, de forma que a veces ha sido tildado de «ultra-aburrido» por sus detractores. No sólo es su forma de ser, sino la clase de la que procede. Porque a diferencia de otros líderes de la extrema derecha del continente, procedentes de los cuarteles, de la Escuela de las Américas o de los platós de televisión, Kast viene de la derecha tradicional, de las familias patricias de rancia y buena educación. Ni rastro en él de las peroratas anti-casta y anti-elite de otros ultras.

Ese aura «institucional», donde las ideas más ultrarreaccionarias se visten de corbata y de una apariencia respetable y sosegada, le ha ayudado, a pesar de haber perdido otras elecciones, en un candidato ideal para las aspiraciones de Washington y de la oligarquía chilena: volver a anclar a Chile a las directrices de la superpotencia.

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