Desplome de las bolsas mundiales

Donde no se barre, el polvo se acumula

Dice un viejo proverbio chino que «donde no se barre, el polvo se acumula», sentencia que guarda una cierta relación con el refrán español de «donde no hay harina todo es mohí­na». Una combinación de ambos es lo que estamos viviendo estas semanas en la economí­a mundial.

Desde la caída de Lehman Brothers y el consiguiente estallido de Wall Street, EEUU y las principales potencias capitalistas vinculadas a él han tratado de resolver los destrozos causados por la crisis en sus economías recurriendo a la misma receta, pero multiplicada, que condujo a ella.

Encabezados por la Reserva Federal, los bancos centrales de las grandes potencias –desde el BCE hasta el Banco de Japón pasando por el Bank of England– han apostado desde 2008 por recurrir a una gigantesca inyección de liquidez, la cual a su vez ha generado una inmensa montaña de endeudamiento, con la esperanza de que el “tirón” del acelerado crecimiento de las economías emergentes permitiría, en algún momento, que las graves deficiencias de sus economías empezaran a repararse. «Crecimiento anémico en EEUU, estancamiento en la UE y Japón, estas son las verdaderas razones del pánico bursátil»

Pero ha bastado simplemente que la economía china, la auténtica locomotora económica mundial en los últimos años, ralentizara su crecimiento como consecuencia del ambicioso proyecto de cambio de modelo de desarrollo para que las frágiles costuras con las que se había intentado tapar todos los agujeros hayan saltado por los aires. Con una economía china volcándose hacia su propio mercado interno –parece que con bastante éxito– y reduciendo su crecimiento anual del 10 al 7%, todo el polvo acumulado bajo la alfombra por las economías de las grandes potencias ha empezado a salir de golpe, extendiendo el pánico en los mercados mundiales.

El relativo “parón” chino ha puesto de manifiesto que en las economías occidentales hay muy poca harina, por lo que era inevitable que la preocupación y el pánico estallara, produciendo un corrimiento masivo de capitales desde los mercados bursátiles hacia el refugio de los bonos de deuda soberana de las grandes potencias, incluso aunque ofrezcan rendimientos negativos.

Al comienzo de 2016, dos billones de dólares de bonos de deuda de diferentes Estados ofrecían un rendimiento negativo, es decir al llegar su vencimiento el comprador recibirá menos dinero del que pagó cuando compró ese título de deuda. Ahora, poco más de un mes después, esa cifra se ha multiplicado por tres y alcanza los 6 billones de dólares.

Esta enorme masa de dinero que se ha movido en un plazo de tiempo tan corto desde las bolsas hacia la deuda –aunque ello implique renunciar al beneficio– no hace otra cosa que reflejar la creencia creciente de que la economía mundial avanza de nuevo hacia la recesión.

De ocurrir esto, ya sea más o menos profunda, volveremos a ver ante nuestros ojos algo similar a lo ocurrido en 2008: bancos y entidades financieras que hasta hoy presumían de ser sanas y robustas, revelaran su condición de auténticos zombies, mantenidos con vida única y exclusivamente por el oxígeno –el blindaje financiero– suministrado por sus Estados. Si ya hoy muchos de los mayores bancos mundiales están teniendo serias dificultades para cobrar los enormes endeudamientos de petroleras y siderúrgicas –y esa es una de las razones de su hundimiento en las bolsas–, la recaída en una nueva recesión puede extender los impagos a monopolios de todos los sectores y hundir nuevamente al sector financiero en el pozo sin fondo de la quiebra. Pero esta vez será difícil que “papá Estado” pueda volver a salir al rescate.

Las seis plagasSegún cuenta la Biblia, Jehová envió siete plagas a Egipto para forzar al faraón a que dejara marchar al pueblo de Israel. Hoy, sobre la economía de las grandes potencias se abaten seis grandes plagas sin que nadie, como en la maldición bíblica, sepa cómo hacerles frente.

La primera de ellas es la anémica recuperación norteamericana, su demostrada incapacidad de seguir actuando como locomotora económica del mundo y el crecientemente inestable equilibrio del dólar como núcleo del sistema monetario internacional.

Hace apenas dos décadas era un lugar común afirmar que cuando la economía norteamericana estornudaba, la del resto del mundo se constipaba. Una imagen que permitía explicar el papel de “locomotora” de la superpotencia respecto a la economía del resto del planeta. Los fulgurantes cambios en la distribución del poder económico mundial ocurridos en este tiempo han echado abajo este axioma. EEUU es incapaz de seguir ocupando este papel. En este terreno, su hegemonía ha debido ceder espacio a un mundo que ya es, económicamente, multipolar.

Y en el terreno monetario y financiero –en el que hasta ahora mantenían mal que bien esa hegemonía– empieza a ocurrir algo parecido. La utilización del dólar como herramienta con la que controlar en su beneficio exclusivo los flujos monetarios internacionales está cada vez más en entredicho. La reciente aceptación por el FMI de la moneda china, el yuan, como parte de la canasta de las divisas de reserva internacionales –junto con el dólar, el euro, el yen y la libra– es el reconocimiento, a la fuerza, que también el actual sistema monetario internacional con el dólar como núcleo tendrá que ser, más tarde o temprano, revisado.

Por si esto no fuera suficiente, los datos económicos desde el año 2000 indican con claridad que lo que durante muchos años fue una medicina “milagrosa” para la economía norteamericana, el recurso a las guerras no sólo para mantener su dominio mundial, sino también como medio de favorecer el crecimiento inyectando cantidades ingentes de capital acumulado en las empresas del complejo militar-industrial, ha dejado de funcionar. Desde las guerras de Afganistán e Irak hasta la más reciente de Siria, la participación estadounidense se ha convertido en una enorme rémora económica, en lugar de en un acicate para su economía.

La segunda plaga, el estancamiento de las potencias imperialista de segundo orden, con una Unión Europea incapaz de resolver sus múltiples crisis y un Japón sumido en un profundo anquilosamiento económico desde hace más de 20 años. Si el declive económico y el decrecimiento de su peso económico en el mundo es manifiesto en EEUU, el de los países del Segundo Mundo vinculados a la superpotencia es todavía mayor.

La economía japonesa se ha convertido en algo así como una isla asediada por la fortaleza del crecimiento de numerosos países asiáticos, empezando naturalmente por China. En cuanto a Alemania, Francia e Inglaterra, los intentos de no perder peso en el mundo reforzando su unión económica y política hace aguas por todas partes. Las divisiones y enfrentamientos por la crisis de los refugiados es la última manifestación. A la que hay que sumarle la creciente rebelión de los países periféricos ante los dictados alemanes o el órdago lanzado por la oligarquía inglesa con el referéndum para decidir su permanencia o no, y en qué condiciones, en la UE.

Deuda y bancos zombiesLa tercera, el enorme nivel de endeudamiento de las grandes economías capitalistas, empezando por EEUU. Una de las razones fundamentales del estallido de la crisis de 2008 fue el disparatado nivel de endeudamiento de las economías occidentales. Ocho años después, no sólo bancos y monopolios siguen manteniendo un grado insostenible de híper-endeudamiento, sino que además ahora se han sumado a ellos los Estados, que han debido socializar y hacer pública buena parte de la impagable deuda acumulada por aquellos. ¿Hasta cuándo los bancos centrales podrán seguir imprimiendo dinero de la nada para inyectarlo en sus bancos antes de caer en el abismo? «¿Hasta cuándo los bancos centrales podrán seguir imprimiendo dinero de la nada para inyectarlo en sus bancos antes de caer en el abismo? «

De momento, la Reserva Federal de EEUU ha sido la primera en intentar echar el freno, pero vistas las consecuencias ahora duda sobre ello. A lo largo de todos estos años, los bancos centrales han hecho de sus entidades financieras algo así como unos yonquis necesitados de la droga dura que les suministraban en forma de dinero gratis. Y ya sabe que retirar de golpe a un yonqui la droga puede tener todavía peores consecuencias que seguir suministrándosela.La cuarta plaga es el mantenimiento de unos bancos zombies en el centro del sistema financiero mundial. La espectacular caída bursátil de uno de los mayores bancos de inversión del mundo, el alemán Deutsche Bank, es sólo el síntoma más evidente. Pero no el único. El segundo banco francés, Société Générale, ha perdido en el último año un 44% de su capitalización bursátil. Mientras en Italia se habla ya de crear un “banco malo” al estilo de la Sareb española para ocultar en él la ingente cantidad de activos tóxicos y deudas impagables que acumulan. Y en nuestro país, banca tiembla por la caída de su capitalización –35.000 millones en apenas mes y medio– ante la posibilidad, nada inverosímil, de que bancos o fondos oportunistas de las grandes oligarquías financieras mundiales se hagan a precio de ganga con una o varias de los entidades medianas del sistema financiero español.

Caída del petróleo y ralentización de los emergentesLa quinta y la sexta plagas guardan una cierta relación entre sí. Por un lado la caída del precio del petróleo y el resto de materias primas. Por el otro, la ralentización –cuando no la parálisis– del crecimiento de las economías emergentes y de los países en desarrollo, muchas de ellas excesivamente dependientes de la exportación de materias primas.

Concebido originalmente como un movimiento geopolítico con el que golpear económicamente a un molesto rival ruso que en Ucrania y Siria había ido demasiado lejos, la caída del precio del petróleo ha tomado su propia dinámica descendente a medida que la demanda se ha ido ralentizando mientras ningún país productor está dispuesto a reducir la oferta. Pero con EEUU, la UE y Japón, que representan el 52% del PIB mundial, estancados o anémicos, era inevitable que tarde o temprano tanto el petróleo como el resto de materias primas iniciaran un camino descendente.Esto a su vez ha tenido como consecuencia que las economías emergentes y en vías de desarrollo, en las que se ha sostenido el crecimiento económico mundial estos años, hayan sufrido un brusco parón.

Y los grandes capitales de las economías desarrolladas han comenzado a huir en masa de unas economías que ya no les reportan los grandes beneficios que obtenían hasta ahora, pero sin saber muy bien a dónde dirigirse, pues tampoco en sus países de origen encuentran donde invertir con seguridad y ganancias. Esta combinación de seis plagas es la que explica los frenéticos movimientos de las bolsas que estamos viviendo estos días.

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