SELECCIÓN DE PRENSA NACIONAL

Don Serafí­n, el Bonito

El presidente saliente del Congreso es un hombre de agudo instinto con algunos problemas recurrentes en el refinado de sus palabras y de sus actos. Tiende a la exageración. Le gusta parecer de pueblo, aspirando hasta el límite de la caricatura esa jota manchega que tanto desprecian los niños bien de Madrid, le pirra el famoseo, adora los micrófonos de la radio y las cámaras de la televisión, y conoce muy bien los engranajes del poder capitalino. De no conocerlos, ya se habría estrellado. Sabe siempre para qué público habla.

Bono, sin embargo, no es un payaso. Sabe adónde apunta. Tiene un discurso claro –una fuerte españolización del PSOE, con la consiguiente acentuación alfonsina del turno bipartidista–, y busca un lugar desde el que poder seguir influyendo en la escena política, hoy sólidamente enmarcada por la mayoría absoluta del PP, pero que podría sufrir graves deterioros en los próximos años. El cuadro está cerrado y abierto a la vez. Bono, ministro de concentración, ofrécese.

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